Decía Oscar Wilde, el
escritor irlandés autor de “El retrato de Dorian Gray” : “Las mujeres han sido
hechas para ser amadas, no para ser comprendidas”. Y sin embargo, ¿alguien
pudiera entender que el amor no se puede dar a cambio de nada, y que cada cual
tiene lo que se merece?. Se es una santa como la Madre Teresa de Calcuta, casi
(digo “casi”, porque todos sus biógrafos saben que no fue todo completamente
verdad) capaz de dar “amor hasta que duela” a cambio de nada, o el amor puede
ser como el viejo proverbio que dice que “quien siembra vientos, recoge
tempestades”. ¿Y es que nadie ha pensado en los sufrimientos de los hombres, en
los rigores femeninos que sufrieron, en los rechazos femeninos, en lo duros e
insensibles que se convierten sus corazones por sufrir tanto desamor?. En los
unos prima la lógica, en las otras lo sentimental, y en ambos al final pueden
convertirse en seres insensibles, tanto por amores no correspondidos, como por
otras circunstancias diversas. Todo esto es tan complicado, y no solo se trata
de “guerras de sexos”, “liberación de la mujer”, “o violencias discriminatorias
de género”. Es algo bastante complejo, de lo que creo que ni yo mismo sabría
aclararme, y seguramente seguiría igual de confuso como Oscar Wilde que cuando
dice que las mujeres están “para ser amadas, no para ser comprendidas”, quizás
era el reconocimiento por su parte de que incluso todavía las perdona, y en
medio de tanta confusión, recomienda perdonarlas, ya que entre tanto
sufrimiento acaecido, tanto por parte de los dos géneros, no queda otra salida
más razonable y civilizada que el perdón por todas y tantas estupideces que
tuvieron que sufrirse a lo largo de siglos, de esos aparentemente 5000 años a
los que apela en ese interesante artículo de la brasileña Claudia Regina, y que
os adjunto más abajo. Y sin embargo, la cosa sigue igual de incierta y confusa,
en el sentido de ¿quién puede comprender a una mujer”, y ¿quién puede entender
a un hombre. La autora del artículo que os adjunto más abajo, se pregunta,
igual como se preguntaba la cantante Madonna: ¿Cómo se siente una mujer?,….y yo
pregunto: ¿y pensaron también cómo se siente un hombre?.
¿Cómo se siente
una mujer?
Este artículo es una
traducción del portugués del texto ‘Como se sinte uma mulher’ escrito por la
brasilera Claudia Regina para la revista virtual para hombres ‘Papo de Homens’,
publicado el 22 de Mayo de 2013. El texto fue leído por más de 600.000 mil
personas en menos de 2 días y tuvo más de 3200 comentarios que tuvieron que ser
reprimidos por la página ya que estaban sobrecargando el servidor.
“Do you know
what it feels like for a girl?
Do you know what it feels like in this
world?”
Madonna
Pasó ayer. Salgo de aeropuerto. En una
caminada de diez metros, solo veo hombres. Taxistas afuera de los carros
conversando. Funcionarios con camisetas “¿Puedo ayudar?”. Un hombre con
corbata, su maletica y el celular en la mano. Hombres diversos, regados en esos
10 metros de camino. Al andar esos diez metros, me siento como una gacela
paseando entre leones. Soy mirada por todos. Medida. Analizada. Mi cuerpo, mis
nalgas, mis senos, mi cabello, mis zapatos, mi barriga. Todos están mirando.
Pasó
cuando yo tenía 13 años. Practicaba un deporte todos los días. Salía del centro
de entrenamiento y caminaba alrededor de 2 cuadras hasta la parada del bus a
las seis de la tarde. Caminaba por el corredor casi vacío al lado de una gran
vía. De esas caminadas me acuerdo dos momentos memorables de esta violencia
urbana. Carros que pasaban más lento a mi lado, y adentro se oía una voz
masculina: “¡Estás buena!”. Hombres solos que cruzaban el corredor, miraban
para atrás y decían: “Que delicia”. Yo tenía 13 años. Usaba pantalones largos,
tenis y camiseta.
Ahora
multiplique eso por todos los días de mi vida.
Sé que
para los hombres es difícil entender como eso puede ser violencia. Nosotras
mismas, mujeres, nos acostumbramos y dejamos eso así. Nosotras nos
acostumbramos para poder vivir el día a día.
Estos
días, estaba sentada en la playa viendo el mar, y de él salió una joven. Pasó
por el lado de un tipo que le dijo algo. Ella se alejó y caminó en dirección a
mí. Le dije “Buenas noches”, ella dijo que el agua estaba deliciosa y hablamos
un poco. Le pregunté si el tipo le había dicho alguna estupidez. Ella me dijo:
“Sí, pero estamos tan acostumbradas ¿Cierto? Ignoramos esas cosas
automáticamente”
El
privilegio es invisible. Para el hombre sólo es posible ver el privilegio si
hay empatía. Intente imaginar un mundo donde, por cinco mil años, todos los
hombres fueran subyugados, violentados, asesinados, limitados, controlados.
Intente imaginar un mundo donde por cinco mil años, sólo mujeres fueran
científicas, físicas, jefes de policía, matemáticas, astronautas, médicas,
abogadas, actrices, generales. Intente imaginar un mundo donde por cinco mil
años ningún representante de su género haya sido destacado, en la televisión,
en el teatro, en el cinema, en el arte. En la escuela, usted aprende historia
hecha por mujeres, la ciencia hecha por mujeres, el mundo hecho por las
mujeres.
En su
texto “Una habitación propia”, Virginia Woolf describe por qué sería imposible
para una hipotética hermana de Shakespeare escribir de forma genial como él.
Woolf dice:
“Cuando
leemos sobre una bruja siendo quemada, una mujer poseída por demonios, una
mujer sabia vendiendo hierbas, creo que estamos mirando para una escritora
perdida, una poeta anulada.”
Desde el
inicio del patriarcado, hace 5 mil años, las mujeres no tuvieron libertad
suficiente para ser científicas o artistas. Woolf explica:
“Libertad
intelectual depende de cosas materiales. Y las mujeres fueron siempre pobres,
no por 200 años solamente, mas desde el inicio de los tiempos”.
Ese
argumento no sirve solamente para mujeres: negros, pobres y otras minorías no
podrían ser geniales poetas pues, para eso, es necesario libertad material.
Aunque
el mundo esté en proceso de cambio, todavía existen menos oportunidades y
reconocimiento para que las mujeres y las minorías ejerzan cualquier ocupación
intelectual. Lectores de una página en Facebook sobre ciencia todavía suponen
que su autor es hombre y comentaristas de televisión no consideran las
manifestaciones culturales que vienen de la favela como cultura de verdad.
Es
cierto: Hoy la vida es mucho mejor, principalmente para la mujer occidental
como yo. Pero, aunque soy una mujer libre y exitosa, viviendo en una metrópolis
cultural, todavía siento en la piel las consecuencias de estos cinco mil años
de opresión. Y si usted quiere ver esa opresión, no necesita ir a los libros de
historia. Sólo tiene que prender la televisión.
Rio de
Janeiro, 2013. Una pareja es secuestrada en una van. Las secuestradoras se
colocaron un strap-on sucio, oliendo a mierda y moho, y violaron al muchacho.
Todas ellas, una a una, metían aquella picha enorme en el culo del joven, sin
condón, ni lubricante. La novia, pobrecita, intentó hacer algo, pero la
cogieron y le dieron golpes.
Al ver
la noticia, ¿Usted se coloca en el lugar de la víctima (que sufrió de las
peores violencias físicas y psicológicas existentes) o en el lugar del que vio?
Naturalmente cambie los géneros, la violencia real pasó con una mujer.
¿Cuántas
violencias sufro sólo por ser mujer?
En la
infancia no me dejaron ser scout por no era cosa de niñas. Fui violada a los
ocho años (Yo y por lo menos dos tercios de las mujeres que conozco y que usted
conoce sufrieron una violación y probablemente no le contaron a nadie). Sufrí
la adolescencia entera por no comportarme de manera femenina. Por no tener
senos. Por no tener cabellos largos y lisos. Desde siempre tuve mi sexualidad
reprimida por mi familia, por la sociedad y por los medios. Cualquier cosa
decepcionante que hiciera sería motivo para ser llamada de vaga.
En uno
de los primero empleos escuché que las mujeres no trabajan tan bien porque son
muy emocionales y sufren de síndrome premenstrual (SPM). En otro empleo mi jefe
me dijo que mi cabello estaba feo y me pagó un salón de belleza para ir hacerme
el blower y estar más presentada para los clientes. Decidí que no quiero ser
esclava de la depilación y soy mirada diariamente con asco cuando me pongo
shorts o blusitas sin mangas. He usado muchos maquillajes sólo porque la
televisión y la publicidad muestran mujeres maquilladas, y por lo tanto es muy
común sentirnos feas de cara limpia. Usted, hombre ¿Sabe lo que es el
maquillaje? Hay un producto para dejar la piel homogénea, uno para esconder
ojeras, otro para esconder manchas, otro para dejar los cachetes colorados,
otro para destacar las cejas, otro para destacar las pestañas, otro para
colorear los párpados, otro para colorear los labios. ¿Cuántas veces pasó usted
tantos productos en la cara sólo porque su jefe o su ‘primer encuentro’ lo van a
ver feo con la cara limpia?
Cuando
estoy en el metro procuro un lugar seguro para evitar que alguien me roce.
¿Usted hace eso? Cuando voy a reuniones de familia, me preguntan porque estoy
tan flaca, y lo que hice con el cabello y si tengo novio. A mi primo, le
preguntan qué está estudiando y en qué está trabajando. En la televisión el 90%
de las propagandas me denigran. Casi ninguna película me representa o pasa el
Test de Bechdel. Todas las mujeres son mostradas con ropa sexy, igual que las
heroínas que se supone que deberían estar usando ropa cómoda para las batallas.
Las revistas me enseñan que el objetivo en la cama es agradar al hombre.
Mientras
usted, hombre, comparaba su pene con el de sus amiguitos, a mí, mujer, me
enseñaban que masturbarse era muy feo y que si usaba faldas cortas no me estaba
dando a respetar. ¿Cuánto tiempo me demoré para librarme de la represión sexual
y convertirme en una mujer que le gusta tirar? ¿Cuánto tiempo me demoré para
soltarme en la cama y conseguir venirme, mientras varias de mis compañeras
continúan preocupándose por si su pareja está viendo la celulitis o el gordito
de la cintura y por eso no consiguen llegar al orgasmo? ¿Cuánto tiempo demoré
para conseguir mirar una verga y tirar con la luz prendida? ¿Cuántas veces escuché
mientras manejaba un “tenía que ser mujer”? Todo eso para que al final del día,
cuando voy acompañada a un restaurante a cenar, no reciba la cuenta después de
que la pido, pues desde hace 5 mil años soy considerada incapaz. Y todo eso
¡Coño!, para escuchar que estoy exagerando, que ya no existe el machismo.
Eso es
un resumen de lo que sufro o corro el riesgo de sufrir todo el día. Yo, mujer
blanca, hétero, clase media. La negra sufre más que yo. La pobre sufre más que
yo. La oriental sufre más que yo. Pero todas nosotras sufrimos del mismo mal:
Ningún país del mundo trata a sus mujeres tan bien como a sus hombres. Ninguno.
Ni Suecia, ni Holanda, ¡ni Islandia! En todo el mundo civilizado sufrimos de
violencia, tenemos menos acceso a la educación, al trabajo o a la política.
En todo el mundo somos todavía
hermanas de Shakespeare.
***
¿Y usted, lector hombre, cuando es abordado por un tipo de forma hostil en la
calle, piensa “por favor, no se lleve mi celular” o “por favor no me viole”?
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