viernes, 14 de septiembre de 2012

LA AMISTAD SEGÚN ARISTÓTELES

Aristóteles, que fue el maestro de Alejandro Magno, explicaba, hace ya muchos siglos, de tres condiciones para que exista la amistad: La primera: Querer el bien del otro, apreciarle por lo que es en sí mismo y desear que sea feliz, que triunfe, que se realice plenamente. Consideraba que no hay verdadero amor de amistad si éste se funda en el interés. La segunda condición: que el otro quiera mi bien, me ame a mí como yo le amo a él. La amistad verdadera no puede ser unidireccional: tiene que ir de un lado a otro, y viceversa. La tercera condición: que haya conocimiento del mutuo afecto, que se sepa por las dos partes que hay amor. Lo cual quiere decir que siempre exige constantes demostraciones, demostradas pruebas, repetidas muestras de confianza, y reiteradas complicidades compartidas. ¿Tenemos entonces muchos amigos verdaderos, profundos, incondicionales?. Para Aristóteles, no era verdadera la amistad basada en el placer como sería el sexo o compartir la buena comida, como tampoco lo era la que se construye sobre la utilidad. Es decir, que para el filósofo griego, tampoco había amistad en las alianzas que buscan un beneficio mutuo. En este caso sólo habría unión de esfuerzos en tanto en cuanto sirven para los intereses mutuos. Lograda la meta, se rompe el motivo de la aparente amistad, que no era sino una alianza de egoísmos. Una verdadera amistad consiste, según Aristóteles, en ir a fondo, al centro del otro. Tiene que saber respetarlo con sus defectos y sus cualidades, tolerarlo y apreciarlo por lo que es, y no abandonarlo bajo ningún concepto igual que uno mismo no abandonaría su propia alma ni maltrataría el propio cuerpo. Aristóteles creía que el camino hacia la amistad se iniciaba cuando uno dejaba de ser el centro de su vida y empezaba a girar en torno al otro, capaz de dejar egoísmos para ganar y ser más gracias al amor. Es difícil llegar a ser así cuando la vida te da tantos desengaños y te enseña que el primero de todo tienes que ser tú mismo, pero hay quienes piensan que vale la pena. Los que han tenido la suerte de tener un amigo de verdad lo saben muy bien, por eso son tan escasos, afortunados y privilegiados.

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