miércoles, 25 de noviembre de 2009
LA EFICACIA DEL EQUIPO ( O PROCEDA USTED EN CRISTIANO, POR FAVOR )
En los aspectos de la vida laboral, vivimos en un mundo de falta de amor al trabajo, a las cosas bien hechas y bien servidas, de mediocridades, e incluso por debajo de lo mediocre, en el que hacer las cosas en equipo se hacen bastante complicadas, excepto en algunas pocas cosas, como el fútbol por ejemplo, o en el mundo de la interpretación cinematográfica. De lo que es un equipo tenía pretensión de hablar en mi entrada de hoy. Pensad en aquel que una vez os contó sobre el vehículo nuevo que acababa de comprarse y en el extraño ruído que se observaba en el acabado del motor, realizado por gente que se limita a hacer su trabajo lo suficientemente bien como para que sea pasable. ¿Y cuántas cosas se quedaron sin terminar en ese piso nuevo que se acaba de comprar?, ¿cuántas chapuzas detectadas?, ¿cuántos vicios ocultos?,...bajo un techo que cuesta 40 años de hipoteca. ¿Alguien recuerda aquel pantalón que compró con los bolsillos a medio coser, que metiendo la mano abajo, ya se notaba el contacto natural con la piel de la propia pierna?,...¿y ese documento del abogado en el que le faltaban 4 páginas?. ¿Y ese empleado de la gasolinera que os atendió de manera grosera y con malas caras, y motivó que nunca más volvieras a repostar en esa gasolinera?, ¿o en aquel supuesto técnico del equipo que le pediste arreglar el ordenador, y respondió “ya lo haré” y pasaron cuatro meses sin que se supiera nada del ordenador arreglado?, ¿o aquel que te tenía que entregar unos papeles al chico de los recados, pero el pobre chaval se perdía y tenía que ir preguntando a la gente por la calle, porque le faltaba el papel más importante: el que indicara claramente la dirección de destino?.
Desde hace años, los valores del trabajo bien hecho y de la responsabilidad, son cosas que se han ido perdiendo. Y eso lo mismo vale para épocas de economía recalentada, como para épocas de crisis paralizante como la actual. La gente sigue siendo la misma, y apenas no cambia, y eso es algo que no cuentan ni los periódicos, ni la televisión. Estamos pasando por unos tiempos inmersos en una forma de hacer las cosas ya camino de ir por debajo de lo mediocre, la gran era de la holgazanería, la era del trabajo hecho a medias,....muy distinto de décadas atrás donde los emprendedores aparecían espontáneamente y existía un autentica libertad de trabajo, sin normas que castigaran la iniciativa, y sin impuestos que robaran la recompensa al trabajo. Hoy a nombre de lo “social”, todos pretenden vivir a costa de los demás, mientras les sea posible. Hoy todos van a por la suya, que lo han alejado de la responsabilidad. Se ven lavanderos que no planchan camisas; camareros que se niegan a servir; carpinteros que quizás lleguen algún día; funcionarios con la mente puesta en la pista de esquí para el próximo fin de semana; maestros o policías que exigen una sola tabla de salarios igual para todos equiparable común en todo el país de modo que sus logros no tengan que ser premiados, ni la mala calidad del trabajo castigada; estudiantes que escogen las materias fáciles porque las difíciles les hacen pensar; etc..., etc... Y ya desde la escuela misma, los que no pasan del fracaso escolar, aprueban de una manera dudosa, que cuando salen con el título universitario, en cuanto redactan algo, comenten una escandalosa cantidad de faltas de ortografía, que hacen dudar de su formación, o que salen con ese título técnico, pero que a la hora de la verdad no saben distinguir un perno de un tornillo o de un remache. ¿Y cómo se puede formar un equipo con gente así?
Por mucho conocimiento que se pueda tener de la psicología y naturaleza humana, a las primeras no se puede adivinar si un individuo es trabajador u holgazán, y si tiene o no sentido común. Si se es un sujeto inhibido y sin iniciativa, o tiene astucia –o talento práctico- para hacer las cosas como corresponden. Eso se descubre con el tiempo, en el que cada uno demuestra lo que realmente es. Por eso, este es siempre el primer dilema con el que se encuentra quien ha de formar un equipo, porque atendiendo a las indivualidades de cada uno, es complicado que cada cual piense en común, y eso es siempre lo difícil de formar un equipo. En tanto que seres humanos, las personas tienen la aptitud para razonar y tener sentido común, y en eso es en lo que aventajamos a los monos. Un caballo puede ser más fuerte, y un perro más amistoso que un hombre, pero si una persona no sabe distinguir entre un montón de mierda de caballo y una caja de bombones de chocolate o de plátanos ( y es una gran verdad probada que muchos no ven la diferencia), aquí está el obstáculo para que no sea posible formar un equipo en el pleno sentido de la palabra, por mucho diálogo que haya, que termina acabando como un diálogo de sordos. Por otra parte, muchas personas no están hechas ni para la comunicación: existen diferencias culturales, de carácter, de entender las cosas, de malas voluntades, que imposibilitan un mínimo de entendimiento. Es muy complicado que una persona trabajadora y responsable, se entienda con otra que por lo común es holgazana y pasa de todo. Por otra parte, cometer errores es algo bastante frecuente y humano, pero lo malo es que lo que también es bastante frecuente es que muy pocos los aceptan como propios dichos errores, y si no culpan a los demás con toda clase de excusas, llegan incluso a culpar al mal tiempo, o a la mala suerte. Claro que cada cual tiene que adaptarse – y desgraciadamente muchas veces por una cuestión de supervivencia-, y si pone esfuerzo y dedicación, por lo menos acaba conociendo a fondo lo que hace y lo que tiene alrededor. Existen quienes abusan de su posición de poder, tratando de anular y confundir a los demás, inventando la bronca cuando no se dan las posibilidades de soltarla, con exclusivo propósito de tener a los demás siempre bajo sus pies y dependencia. Pocos saben cómo conocer y tratar a las personas, aparte de que también existen personas intratables. Son los diferentes papeles de la gran comedia humana que es el mundo, lo que hace que unos sean más desgraciados y otros más afortunados.
De modo que casi podría decirse que la eficacia en el trabajo suele darse cuando es entre militares, donde por lo menos queda el denominador común de la disciplina, con la responsabilidad jerarquizada de oficiales (y a veces ni eso mismo, salvo que lo vigile bien el jefe supremo). El mismo Julio César les pedía a sus legionarios que pensaran en el mejor modo de ganar una batalla, que utilizaran el propio razonamiento, y no sólo esperar órdenes. En una empresa, donde no existe ni democracia ni dictadura, salvo el imperio natural del sueldo y del miedo al despido, y en la muchas veces sobra de todo, menos disciplina,...esa eficacia militar difícilmente es extrapolable. En realidad, si en un equipo no lo forman personas trabajadoras, responsables y con sentido común, difícilmente terminan bien sus objetivos. Los vagos, los irresponsables, los pícaros, los caraduras que se aprovechan de sus posiciones y condiciones, son siempre el lastre, el estorbo que muchas veces es causa de que las cosas no terminen lo bien que serían de desear, aparte de desmotivación constante para aquellos que de verdad trabajan y son responsables. En las empresas, con frecuencia los que están fijos, abusan, y los que están contratados aguantan y dan más de sí por miedo a perder el trabajo. No es lo mismo trabajar de funcionario, que en la empresa privada. Cuando se tiene el sueldo seguro a perpetuidad, se suele relajar, o por lo menos estar siempre reivindicando nuevos privilegios en forma de mayores salarios, más vacaciones pagadas, y menos horas de trabajo; cuando se tiene un empleo en el que se trata de sobrevivir, hay que competir, lo cual quiere decir luchar, trabajar fuerte, sudar de verdad la camisa,....Por esas razones no es lo mismo, y por lo mismo, suelen trabajar mejor los equipos de empresas privadas, que los de las públicas (que ya son famosas y conocidas de por sí sus ineficacias y abandonos). El espíritu de equipo sólo puede funcionar entre personas que de verdad son trabajadoras, responsables, con sentido común, y conocedoras de los propósitos finales por las que forman ese equipo. Han de sentir que colaboran en algo común, participando o formando ese equipo. Cuando no es así, las cosas van mal, siendo los más responsables y trabajadores los que ejercen de inercia al resto, tratando de que no se hunda el barco común con el que navegan, porque a decir verdad, el resultado final es la suma de los que todos aportan (unos más que otros), y hasta incluso con la resta de lo que desapartan los más vagos, parásitos, torpes e irresponsables.
Ya lo decía el célebre director de cine de Hollywood, Steven Spielberg: “el oficio de director de cine, es el más estresante del mundo, puesto que eres el centro de la coordinación de todos los equipos”. Razón no debe de faltarle a Spielberg, atendiendo la gran calidad de sus películas.
No obstante, quiero mostraros un par de ejemplos de la excelencia de hacer bien las cosas en equipo, en el que la unión hace la fuerza. El primero es lo que se pueden hacer juntando unas cuantas manos., que es la fotografía de la portada. El segundo lo podéis ver en ese video, en esta demostración de sombras entre todo un equipo teatral, en la que la demostración de la excelencia es sencillamente impresionante. A pesar de todo, formar un buen equipo, y hacer un buen trabajo, es todavía algo posible, a pesar de este mar de mediocridades y de irresponsabilidades en el que nos hayamos inmersos.
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