domingo, 12 de abril de 2009
EN LA MINUSFERA DE MIFAS: EL FUTURO MINUSVALIDO
Antes de todo quiero empezar hablando de mi. No sé si MIFAS es el lugar adecuado para mí, pero parece ser que es una asociación que aglutina a todos los que padecen cualquier clase de minusvalía, pero con un peso específico más fuerte entre aquellos que como norma usan una silla de ruedas, o unas muletas. Mi caso está más en la línea de lo que habría que llamarse minusvalía sensorial, y según mi documento de reconocimiento de minusvalía, que data desde principios de los años 80 del pasado siglo, con un 38%, aunque pienso que en la actualidad posiblemente se me hubiera valorado aún más, aunque que más dan las cifras, si el gobierno reconoce minusválidos con derechos, cuando supera un 33%, y con muchísimos más derechos para cuando supera un 65%. Para esos casos, una nueva revisión, para poner las cifras en su sitio, poco vale la pena perder el tiempo en ello. No obstante, no sé en qué se basan y con qué criterios valoran las minusvalías esos señores a quienes les competen, ¿alguien que lea mi blog, me lo puede indicar?. ¿Qué minusvalía es peor: una sensorial (en mi caso, auditiva), o una física, por ejemplo, la parálisis de una pierna?. En mi modesta opinión, una minusvalía sensorial es peor y más grave que una de física, porque te priva de la entrada de toda clase de información del mundo exterior. Si tan sólo padeces una minusvalía física, y estás en una silla de ruedas, y puedes captar toda la información del mundo, creo que te desenvuelves mejor, y tienes mayores medios a tu abasto. Pero si no consigues la información que tu cerebro necesita, se te cortan muchos pasos, y a veces se te desarrollan ciertas antenas no del todo fiables en captar las señales del mundo exterior que te envuelve.
Os diré de mi que por culpa de unos antibióticos a los que era alérgico, a los 5 años quedé sordo, perdiendo el 83% de mi capacidad auditiva (el poco 17% restante es lo que me queda para poder tener ese mínimo contacto auditivo que puedo tener con el mundo, con la ayuda de un audífono, y con todas las dificultades que ello conlleva, puesto que tampoco puedo captar el 40% de las frecuencias, es decir, del tipo de sonido que el oído humano puede captar, y eso no hay audífono que lo solvente, por muy digital que sea). Para que os hagáis una idea, para mi de niño la escuela fue una perdida de tiempo, aguantando severos maestros, y un mortal aburrimiento pasando las horas pasivamente: si no oyes bien al profesor y no te enteras de nada, difícilmente puedes seguir las lecciones. A pesar de ello, y no sin dificultades, logré sacarme el graduado escolar, pues en aquella época no existían ni escuelas especiales, ni ayudas en recursos o refuerzos educativos, como existen hoy día para ciertos alumnos de determinadas deficiencias específicas. Ello fue causa también de que no fuera a la universidad, puesto que ello hubiera sido aún más inútil. Pero pesar de todo tuve una cosa: nunca se me ha saciado esa sed de conocimientos que siempre he tenido y tengo una cabeza que nunca se cansa de hacer preguntar y de ser curiosa. Como decía Isaac Newton “el que conoce las 28 letras del abecedario, y domina las cuatro reglas de aritmética, ya lo tiene todo para aprender por sí solo”. Mi única educación se basa sólo en este sencillo principio, y he tenido que espabilar por mí mismo, para aprender limitadamente unas cuantas cosillas que me sirviera en esa vida. Ya me hubiera gustado tener los mentores del Príncipe Felipe. Bien pensado, creo que hubiera cambiado la sordera por un par de piernas: creo que con una silla de ruedas, delante de una amplia mesa con un ordenador y un teléfono, hubiera tenido mi propia parcela en el mundo, con muchísima más facilidad. Cierto es que mi cerebro es como una esponja que absorbe todo lo que ve y oye, pero si no oyes lo bastante bien, tan sólo puedes absorber y procesar lo que ves y lo poco que oyes. Por eso considero que es muchísimo más importante tener unos buenos oídos, y una buena vista, que no unas piernas sanas, porque para eso último se puede compensar con una silla de ruedas, que ahora para facilitar más las cosas, con unas simples máquinas en forma de cómodo sillón movidas por batería que te llevan adónde quieres, y de este modo las dificultades de movilidad son mínimas, salvo aquellos obstáculos que llaman barreras arquitectónicas. Pero no me hagáis caso del todo, que quizás no sepa muy bien de qué estoy hablando: con una silla de ruedas tampoco podría tener o hacer alguna serie de cosas que también tienen su importancia, pero cada cual con su suerte y con las limitaciones que tenga. De lo que si estoy totalmente seguro es que me dejaría cortar un pie, a cambio de poder tener unos buenos oídos,….y con esto ya me sentiría totalmente satisfecho para empezar a comerme esta tajada del mundo que no he podido tener a mi alcance, aunque cojeando.
En todo caso, quiero daros mi visión particular sobre el futuro de los minusválidos. Cierto es que existen que a causa de determinada minusvalía, tienen una pensión de invalidez, que les permite no tener que buscarse la vida ni trabajar. Ya me gustaría a mi poder disponer de una pensión y olvidarme de todos esos dolores de cabeza de buscarse la vida, trabajar, aguantar a los cabrones, tragarse los sapos que aparecen inesperadamente, etc…., y poder levantarme cuando quiero, ver cine, leer, hacer deporte, llevar una vida tranquila, disfrutar de la compañía de una amante, tener más tiempo para mi familia, escribir alguna historia, salir de viaje, etc…Una vez le pregunté a un joven minusválido, con buen aspecto y presencia (no tenía ni 30 años, y hacia unos 5 años antes había tenido un accidente de coche), pero en una silla de ruedas que por qué no se preparaba para trabajar en alguna cosa. El me respondió, porque si lo hiciera, le quitarían la pensión. ¡Muy listo el chico!. Pero si todos vamos con esa mentalidad, a la larga parece ser que vamos a terminar mal, aunque la buena suerte del chico con la pensión es de auténtica envidia, ¡que la aproveche y la disfrute el chaval!, por lo menos tiene garantizado por el Estado un plato caliente cada día.
Pero ¡ojo!, el tema pensiones es una cuestión que no puede garantizarse eternamente: cara al futuro, se nos presentan varios retos: en el presente estamos en un mal llamado “estado de bienestar” que reparte subvenciones a diestro y siniestro, de cualquier manera y por cualquier motivo, con un dinero que de alguna parte tienen que sacarlo y que alguien paga, y que no es una fuente inagotable, sino con el serio riesgo de secarse y que deje de rajar, y de esto los políticos no hablan, para no asustar al más numeroso e importante electorado que tienen: los pensionistas. Los jubilados, por ejemplo, cobran su pensión en base a las aportaciones de trabajadores en activo que actualmente cotizan. La Seguridad Social la inventó el canciller alemán Bismarck, que luego otros gobernantes se la copiarían, incluido el dictador Francisco Franco, preocupado por el bienestar del obrero español cuando llegase a la vejez. Pero por entonces, mínimamente se cotizaba y se trabajaba para más de 40 años, y cuando uno se jubilaba, por lo general y atendiendo a estadísticas, no solía vivir más de 10 años, recibiendo la pensión de la Seguridad Social. Hoy día se trabaja menos de 40 años, e incluso menos de 30, y no digamos los afortunados que se aprovechan de las crisis y se acogen a planes de prejubilación subvencionados por el gobierno, y las perspectivas de vida son otros 30 o más años de vida, cobrando una pensión de la Seguridad Social, que sólo saca el dinero de las aportaciones de los empresarios y trabajadores actualmente en activo. Dentro de unos pocos años, habrá más pensionistas que gente trabajando en activo, y existe el serio y probable peligro de que la Seguridad Social colapse y se hunda. Creo que no podemos seguir viviendo de la cultura de obtener una pensión del Estado. En Estados Unidos, y en China, por citar dos ejemplos, no existe una seguridad social y una cobertura estatal como la que tenemos aquí en España. Y en un mundo competitivo y globalizado, al no tener esas cargas sociales con los elevados costes que ello representa, esos países nos adelantarán y nos dejarán a nosotros retrasados, sin las posibilidades de recaudar el dinero que ha de generarse de las empresas prosperas para financiar y sostener toda esa masa de pensionistas. Por otra parte, hay que añadir, además, dejando aparte el tema de las causas del escandaloso nivel de parados que soportamos, el peligro de la inmigración: si hacemos bien las cuentas, observaremos que en comparación con lo que estos aportan, reciben muchísimo más del Estado Español, que (no lo olvidemos) el dinero sólo lo saca de lo que exprime a los contribuyentes: es decir, en comparación mientras los inmigrantes contribuyen con escasos céntimos, a cambio reciben varios euros; mientras que los españoles contribuyen con varios euros, y a cambio reciben escasos céntimos. Y con esto, esos inmigrantes con la ley española a su favor, también tienen y reclamaran sus derechos a pensiones llegados el momento, pero el gran riesgo y peligro es que la fuente se va a agotar, y no habrá agua ni pan, ni para inmigrantes, ni para españoles.
En consecuencia, el peligro está muy próximo, y podríamos llegar a quedarnos todos sin pensiones, pasando por una etapa de muy convulsas tensiones sociales, en la que todos la van a tomar contra todos, puesto que todos reclamarán derechos, y no se darán las condiciones de satisfacerlos a todos, en un cóctel explosivo donde se mezclaran jubilados-inmigrantes-gente en edad de trabajar-y parados forzosos. Ello exige que ahora lo que debemos de hacer los minusválidos es formarmos en todo lo que sea posible, para poder ser útiles en un trabajo y no tener que depender de una pensión que posiblemente el Estado no podrá garantizar. El peligro de perder una pensión de invalidez es muy probable, lo mismo que las pensiones de los actuales jubilados, porque si la seguridad social se queda sin fuente de ingresos, no podrá aportarla, y quien no tenga ahorros o no esté preparado para ejercer un trabajo, lo tendrá crudo. Creo que una silla de ruedas no impide para poder ejercer según que profesión, y yo ya os he dicho que creo que mi minusvalía es peor que la silla de ruedas, y tengo que espabilar sin haber tenido nunca ningún tipo de pensión, pensando en el bienestar de mis dos hijos, eso a pesar de mi minusvalía, cosa que he llevado haciendo hasta el momento durante los 27 años que llevo oficialmente cotizados, aunque también reconozco que mi actual trabajo precario me puede dejar en cualquier momento en el ya numeroso club de los parados. Por eso pienso que, a pesar de todo y de las dificultades, cada uno tiene que saber, a pesar de su minusvalía, para qué trabajo puede estar capacitado, y en qué precisa que se le ayude, para que conociendo esas cosas, exigir que los entes públicos, las empresas, o a quien corresponda, pongan esa ayuda que el minusválido precisa para poder ser útil y desarrollar su trabajo con eficacia y competitividad, como cualquier otra persona más. Lo fácil y lo mejor es tener una pensión, ¡y fuera problemas!,…pero a largo plazo tal vez eso no sea posible, aparte que tampoco es bueno para el país, en ese mundo cada día más abierto y competitivo entre sí. Si las reglas del juego no son las mismas para todos, es decir, si Estados Unidos, China, Inglaterra, o cualquier otro país emergente no garantiza la protección de la Seguridad Social, este ahorro en costos impositivos ventajoso para ellos perjudicará a muchos países como el caso español, que al perder competitividad, las empresas no lograrán mantener sus mercados porque nadie compra caro con una misma calidad, y en consecuencia dejarán de crear esa riqueza por la cual se nutre los ingresos de la seguridad social. Este es uno de los retos que tenemos adelante, y del que nadie habla.
Parece extraño que yo hable y aconseje de formarse y prepararse para una profesión útil, cuando ni yo mismo sirvo para ir a ninguna escuela. Veo que MIFAS da clases en sus aulas polivalentes como idiomas o informática, y a mi nadie me ha enseñado ni idiomas ni informática, y he tenido que aprender por mi propia cuenta. Pero si quiero transmitiros que hay que estar preparado y formado para lo que ha de venir, y que cada cual, como minusválido, y dentro de sus límites, ha de saber qué dirección tomar y en qué prepararse, porque desde luego, es muy posible que en el futuro no podamos vivir de una pensión, porque sencillamente no habrán recursos para pensiones. Y desde luego, trabajar tampoco puede llegar a ser algo agradable: os encontrareis que hay que lidiar a los demás con todos sus defectos, soportar a los cabrones, hacer lo posible por mejorar el trabajo,….eso de la “integración laboral”, por mucho que lo prediquen y exijan organismos como MIFAS, en realidad en la practica no existe, seas minusválido o no lo seas: tan sólo depende de la educación y de la buena voluntad de aquellas personas con las que compartes el trabajo, seas minusválido o no, y de la predisposición propia en adaptarse así como la propia formación educativa. Por tanto, en eso también hay que estar preparados, con la dignidad y aguante del torero a la hora de ejecutar la lidia. No obstante, sí os diré que trabajar aporta mayor dignidad, que no vivir de una pensión que para poder cobrarla otro la tiene que sudar con la aportación de su trabajo. No estoy diciendo que quien de verdad tenga un impedimento que le hace totalmente incapacitado para trabajar no tenga derecho a una pensión y a unos cuidados con la ayuda solidaria de los demás. Pero lo que también es cierto, es que muchos minusválidos somos aptos para muchos trabajos, y que en esto deberíamos de prepararnos y demostrar que somos como los que más, y que la calidad del trabajo y del servicio no va necesariamente vinculada a tener una minusvalía o no, sino a lo que de verdad demuestra valer la persona es la calidad de las maneras y resultados finales con lo que lo ejecuta. Como ejemplo, os contaré una historia real de la que he sido testimonio: Cuando yo todavía no tenía ni 20 años, trabajaba de peón en una empresa de construcción, y allí había otro peón de edad mediana, llamado Joaquín, al que todos llamaban de mote “Pata-chula”. “Pata-chula, tenía una pierna más larga que la otra, de modo que uno de sus zapatos tenía una gruesa suela de corcho unos cuantos centímetros de más, que compensara tocar al suelo al mismo nivel que la otra pierna. A pesar de su chula cojera, Quim “Pata-chula” podía coger una pala y llenar de arena la hormigonera, llenar un capazo con cemento, quitar la runa, mojar y transportar los ladrillos, limpiar el puesto de trabajo,..y en definitiva hacer todas esas tareas propias de un peón de la construcción, a pesar de su cojera. Pero una de las cosas que no podía hacer, o no se le podía pedir a “Pata-chula” es que montara o subiera a un alto andamio: eso el sentido común ya lo dice, y los demás lo entienden,…pero eso no es óbice como que personas con la minusvalía de “Pata-chula” no sirvieran para trabajar en algo. Eso es un caso real, pero os añado que años después, no sé cómo, “Pata-chula” consiguió que le dieran una pensión de invalidez por su cojera, y se puso tan contento como unas pascuas, porque por fin, se había librado del maldito trabajo. De no existir las pensiones, seguramente hoy día, ya con cierta avanzada edad, “Pata-chula” seguiría descargando los sacos de cemento del camión de materiales. Pero, ¿qué vamos a hacer si al final resulta que es imposible que podamos tener pensiones?, pues yo sólo le veo una sola salida: trabajar y ahorrar, y no os preocupéis de que el gobierno se quede con vuestros ahorros: lo escondéis en un opaco paraíso fiscal, y controláis vuestra cuenta bancaria a través de internet con vuestros códigos secretos de contraseña desde cualquier lugar del mundo. Por ello quiero resaltar la importancia de tener que prepararse para un trabajo, y no os lo digo a los minusválidos de MIFAS, sino a todos los minusválidos de España.
Los otros retos serían, por ejemplo, conseguir del gobierno ayudas y bonificaciones fiscales, que por justicia nos corresponden por la condición de minusvalidos, para conseguir contrataciones en las empresas. Conseguir ayudas y soportes para nuestros problemas: subvenciones de prótesis, sillas de ruedas, barreras arquitectónicas, ascensores, financiación de plaza en una residencia, becas para estudios, etc… Concienciar y educar a la sociedad sobre nuestros problemas, a través de una eficaz propaganda, para que los conozcan y sepan como ayudarnos y hacer que nos sintamos más integrados. Reconozco que organizaciones como MIFAS ya lo están haciendo, pero no es suficiente, y además somos muy pocos los que de verdad nos movemos: entre todos tenemos que hacer más, y todos aquellos que tienen condición de minusválido, involucrarse aún más, y no confiar en que ya lo harán otros compañeros de minusvalía porque entre todos si sumamos más esfuerzos podemos conseguir más. Tendríamos que llegar al punto de que estuviéramos tan integrados en la misma sociedad, que ya nadie se fijara, distinguiera o diera esa importancia que no tiene, si alguien es un minusválido o no, sino simplemente como un miembro más de la sociedad cualquiera. Y un cosa más para acabar: todo ese idealismo del que os hablo, pienso que puede ser posible si nos ponemos a trabajar en serio, porque como todas las cosas buenas, tan sólo se puede conseguir a base de trabajo, esfuerzo y paciencia. Y eso de que yo mismo soy un tipo muy individualista y no me gustan los grupos por aquello de las desavenencias que de un momento a otro surgen, es decir que soy del tipo que sólo estoy motivado cuando lucho por mi gente y por mí, y para el resto no consigo motivarme mucho.
Bueno, cada cual estará o no de acuerdo, pero yo tan sólo he querido aportar mi modesta opinión, que para esto están los blogs de los que formamos aquello que llaman MINUSFERA. Si a alguien se le ocurre algo mejor, sería bueno que nos lo explicara. Un saludo para todos mis amigos del entorno MIFAS, sean minusválidos o no.
Os diré de mi que por culpa de unos antibióticos a los que era alérgico, a los 5 años quedé sordo, perdiendo el 83% de mi capacidad auditiva (el poco 17% restante es lo que me queda para poder tener ese mínimo contacto auditivo que puedo tener con el mundo, con la ayuda de un audífono, y con todas las dificultades que ello conlleva, puesto que tampoco puedo captar el 40% de las frecuencias, es decir, del tipo de sonido que el oído humano puede captar, y eso no hay audífono que lo solvente, por muy digital que sea). Para que os hagáis una idea, para mi de niño la escuela fue una perdida de tiempo, aguantando severos maestros, y un mortal aburrimiento pasando las horas pasivamente: si no oyes bien al profesor y no te enteras de nada, difícilmente puedes seguir las lecciones. A pesar de ello, y no sin dificultades, logré sacarme el graduado escolar, pues en aquella época no existían ni escuelas especiales, ni ayudas en recursos o refuerzos educativos, como existen hoy día para ciertos alumnos de determinadas deficiencias específicas. Ello fue causa también de que no fuera a la universidad, puesto que ello hubiera sido aún más inútil. Pero pesar de todo tuve una cosa: nunca se me ha saciado esa sed de conocimientos que siempre he tenido y tengo una cabeza que nunca se cansa de hacer preguntar y de ser curiosa. Como decía Isaac Newton “el que conoce las 28 letras del abecedario, y domina las cuatro reglas de aritmética, ya lo tiene todo para aprender por sí solo”. Mi única educación se basa sólo en este sencillo principio, y he tenido que espabilar por mí mismo, para aprender limitadamente unas cuantas cosillas que me sirviera en esa vida. Ya me hubiera gustado tener los mentores del Príncipe Felipe. Bien pensado, creo que hubiera cambiado la sordera por un par de piernas: creo que con una silla de ruedas, delante de una amplia mesa con un ordenador y un teléfono, hubiera tenido mi propia parcela en el mundo, con muchísima más facilidad. Cierto es que mi cerebro es como una esponja que absorbe todo lo que ve y oye, pero si no oyes lo bastante bien, tan sólo puedes absorber y procesar lo que ves y lo poco que oyes. Por eso considero que es muchísimo más importante tener unos buenos oídos, y una buena vista, que no unas piernas sanas, porque para eso último se puede compensar con una silla de ruedas, que ahora para facilitar más las cosas, con unas simples máquinas en forma de cómodo sillón movidas por batería que te llevan adónde quieres, y de este modo las dificultades de movilidad son mínimas, salvo aquellos obstáculos que llaman barreras arquitectónicas. Pero no me hagáis caso del todo, que quizás no sepa muy bien de qué estoy hablando: con una silla de ruedas tampoco podría tener o hacer alguna serie de cosas que también tienen su importancia, pero cada cual con su suerte y con las limitaciones que tenga. De lo que si estoy totalmente seguro es que me dejaría cortar un pie, a cambio de poder tener unos buenos oídos,….y con esto ya me sentiría totalmente satisfecho para empezar a comerme esta tajada del mundo que no he podido tener a mi alcance, aunque cojeando.
En todo caso, quiero daros mi visión particular sobre el futuro de los minusválidos. Cierto es que existen que a causa de determinada minusvalía, tienen una pensión de invalidez, que les permite no tener que buscarse la vida ni trabajar. Ya me gustaría a mi poder disponer de una pensión y olvidarme de todos esos dolores de cabeza de buscarse la vida, trabajar, aguantar a los cabrones, tragarse los sapos que aparecen inesperadamente, etc…., y poder levantarme cuando quiero, ver cine, leer, hacer deporte, llevar una vida tranquila, disfrutar de la compañía de una amante, tener más tiempo para mi familia, escribir alguna historia, salir de viaje, etc…Una vez le pregunté a un joven minusválido, con buen aspecto y presencia (no tenía ni 30 años, y hacia unos 5 años antes había tenido un accidente de coche), pero en una silla de ruedas que por qué no se preparaba para trabajar en alguna cosa. El me respondió, porque si lo hiciera, le quitarían la pensión. ¡Muy listo el chico!. Pero si todos vamos con esa mentalidad, a la larga parece ser que vamos a terminar mal, aunque la buena suerte del chico con la pensión es de auténtica envidia, ¡que la aproveche y la disfrute el chaval!, por lo menos tiene garantizado por el Estado un plato caliente cada día.
Pero ¡ojo!, el tema pensiones es una cuestión que no puede garantizarse eternamente: cara al futuro, se nos presentan varios retos: en el presente estamos en un mal llamado “estado de bienestar” que reparte subvenciones a diestro y siniestro, de cualquier manera y por cualquier motivo, con un dinero que de alguna parte tienen que sacarlo y que alguien paga, y que no es una fuente inagotable, sino con el serio riesgo de secarse y que deje de rajar, y de esto los políticos no hablan, para no asustar al más numeroso e importante electorado que tienen: los pensionistas. Los jubilados, por ejemplo, cobran su pensión en base a las aportaciones de trabajadores en activo que actualmente cotizan. La Seguridad Social la inventó el canciller alemán Bismarck, que luego otros gobernantes se la copiarían, incluido el dictador Francisco Franco, preocupado por el bienestar del obrero español cuando llegase a la vejez. Pero por entonces, mínimamente se cotizaba y se trabajaba para más de 40 años, y cuando uno se jubilaba, por lo general y atendiendo a estadísticas, no solía vivir más de 10 años, recibiendo la pensión de la Seguridad Social. Hoy día se trabaja menos de 40 años, e incluso menos de 30, y no digamos los afortunados que se aprovechan de las crisis y se acogen a planes de prejubilación subvencionados por el gobierno, y las perspectivas de vida son otros 30 o más años de vida, cobrando una pensión de la Seguridad Social, que sólo saca el dinero de las aportaciones de los empresarios y trabajadores actualmente en activo. Dentro de unos pocos años, habrá más pensionistas que gente trabajando en activo, y existe el serio y probable peligro de que la Seguridad Social colapse y se hunda. Creo que no podemos seguir viviendo de la cultura de obtener una pensión del Estado. En Estados Unidos, y en China, por citar dos ejemplos, no existe una seguridad social y una cobertura estatal como la que tenemos aquí en España. Y en un mundo competitivo y globalizado, al no tener esas cargas sociales con los elevados costes que ello representa, esos países nos adelantarán y nos dejarán a nosotros retrasados, sin las posibilidades de recaudar el dinero que ha de generarse de las empresas prosperas para financiar y sostener toda esa masa de pensionistas. Por otra parte, hay que añadir, además, dejando aparte el tema de las causas del escandaloso nivel de parados que soportamos, el peligro de la inmigración: si hacemos bien las cuentas, observaremos que en comparación con lo que estos aportan, reciben muchísimo más del Estado Español, que (no lo olvidemos) el dinero sólo lo saca de lo que exprime a los contribuyentes: es decir, en comparación mientras los inmigrantes contribuyen con escasos céntimos, a cambio reciben varios euros; mientras que los españoles contribuyen con varios euros, y a cambio reciben escasos céntimos. Y con esto, esos inmigrantes con la ley española a su favor, también tienen y reclamaran sus derechos a pensiones llegados el momento, pero el gran riesgo y peligro es que la fuente se va a agotar, y no habrá agua ni pan, ni para inmigrantes, ni para españoles.
En consecuencia, el peligro está muy próximo, y podríamos llegar a quedarnos todos sin pensiones, pasando por una etapa de muy convulsas tensiones sociales, en la que todos la van a tomar contra todos, puesto que todos reclamarán derechos, y no se darán las condiciones de satisfacerlos a todos, en un cóctel explosivo donde se mezclaran jubilados-inmigrantes-gente en edad de trabajar-y parados forzosos. Ello exige que ahora lo que debemos de hacer los minusválidos es formarmos en todo lo que sea posible, para poder ser útiles en un trabajo y no tener que depender de una pensión que posiblemente el Estado no podrá garantizar. El peligro de perder una pensión de invalidez es muy probable, lo mismo que las pensiones de los actuales jubilados, porque si la seguridad social se queda sin fuente de ingresos, no podrá aportarla, y quien no tenga ahorros o no esté preparado para ejercer un trabajo, lo tendrá crudo. Creo que una silla de ruedas no impide para poder ejercer según que profesión, y yo ya os he dicho que creo que mi minusvalía es peor que la silla de ruedas, y tengo que espabilar sin haber tenido nunca ningún tipo de pensión, pensando en el bienestar de mis dos hijos, eso a pesar de mi minusvalía, cosa que he llevado haciendo hasta el momento durante los 27 años que llevo oficialmente cotizados, aunque también reconozco que mi actual trabajo precario me puede dejar en cualquier momento en el ya numeroso club de los parados. Por eso pienso que, a pesar de todo y de las dificultades, cada uno tiene que saber, a pesar de su minusvalía, para qué trabajo puede estar capacitado, y en qué precisa que se le ayude, para que conociendo esas cosas, exigir que los entes públicos, las empresas, o a quien corresponda, pongan esa ayuda que el minusválido precisa para poder ser útil y desarrollar su trabajo con eficacia y competitividad, como cualquier otra persona más. Lo fácil y lo mejor es tener una pensión, ¡y fuera problemas!,…pero a largo plazo tal vez eso no sea posible, aparte que tampoco es bueno para el país, en ese mundo cada día más abierto y competitivo entre sí. Si las reglas del juego no son las mismas para todos, es decir, si Estados Unidos, China, Inglaterra, o cualquier otro país emergente no garantiza la protección de la Seguridad Social, este ahorro en costos impositivos ventajoso para ellos perjudicará a muchos países como el caso español, que al perder competitividad, las empresas no lograrán mantener sus mercados porque nadie compra caro con una misma calidad, y en consecuencia dejarán de crear esa riqueza por la cual se nutre los ingresos de la seguridad social. Este es uno de los retos que tenemos adelante, y del que nadie habla.
Parece extraño que yo hable y aconseje de formarse y prepararse para una profesión útil, cuando ni yo mismo sirvo para ir a ninguna escuela. Veo que MIFAS da clases en sus aulas polivalentes como idiomas o informática, y a mi nadie me ha enseñado ni idiomas ni informática, y he tenido que aprender por mi propia cuenta. Pero si quiero transmitiros que hay que estar preparado y formado para lo que ha de venir, y que cada cual, como minusválido, y dentro de sus límites, ha de saber qué dirección tomar y en qué prepararse, porque desde luego, es muy posible que en el futuro no podamos vivir de una pensión, porque sencillamente no habrán recursos para pensiones. Y desde luego, trabajar tampoco puede llegar a ser algo agradable: os encontrareis que hay que lidiar a los demás con todos sus defectos, soportar a los cabrones, hacer lo posible por mejorar el trabajo,….eso de la “integración laboral”, por mucho que lo prediquen y exijan organismos como MIFAS, en realidad en la practica no existe, seas minusválido o no lo seas: tan sólo depende de la educación y de la buena voluntad de aquellas personas con las que compartes el trabajo, seas minusválido o no, y de la predisposición propia en adaptarse así como la propia formación educativa. Por tanto, en eso también hay que estar preparados, con la dignidad y aguante del torero a la hora de ejecutar la lidia. No obstante, sí os diré que trabajar aporta mayor dignidad, que no vivir de una pensión que para poder cobrarla otro la tiene que sudar con la aportación de su trabajo. No estoy diciendo que quien de verdad tenga un impedimento que le hace totalmente incapacitado para trabajar no tenga derecho a una pensión y a unos cuidados con la ayuda solidaria de los demás. Pero lo que también es cierto, es que muchos minusválidos somos aptos para muchos trabajos, y que en esto deberíamos de prepararnos y demostrar que somos como los que más, y que la calidad del trabajo y del servicio no va necesariamente vinculada a tener una minusvalía o no, sino a lo que de verdad demuestra valer la persona es la calidad de las maneras y resultados finales con lo que lo ejecuta. Como ejemplo, os contaré una historia real de la que he sido testimonio: Cuando yo todavía no tenía ni 20 años, trabajaba de peón en una empresa de construcción, y allí había otro peón de edad mediana, llamado Joaquín, al que todos llamaban de mote “Pata-chula”. “Pata-chula, tenía una pierna más larga que la otra, de modo que uno de sus zapatos tenía una gruesa suela de corcho unos cuantos centímetros de más, que compensara tocar al suelo al mismo nivel que la otra pierna. A pesar de su chula cojera, Quim “Pata-chula” podía coger una pala y llenar de arena la hormigonera, llenar un capazo con cemento, quitar la runa, mojar y transportar los ladrillos, limpiar el puesto de trabajo,..y en definitiva hacer todas esas tareas propias de un peón de la construcción, a pesar de su cojera. Pero una de las cosas que no podía hacer, o no se le podía pedir a “Pata-chula” es que montara o subiera a un alto andamio: eso el sentido común ya lo dice, y los demás lo entienden,…pero eso no es óbice como que personas con la minusvalía de “Pata-chula” no sirvieran para trabajar en algo. Eso es un caso real, pero os añado que años después, no sé cómo, “Pata-chula” consiguió que le dieran una pensión de invalidez por su cojera, y se puso tan contento como unas pascuas, porque por fin, se había librado del maldito trabajo. De no existir las pensiones, seguramente hoy día, ya con cierta avanzada edad, “Pata-chula” seguiría descargando los sacos de cemento del camión de materiales. Pero, ¿qué vamos a hacer si al final resulta que es imposible que podamos tener pensiones?, pues yo sólo le veo una sola salida: trabajar y ahorrar, y no os preocupéis de que el gobierno se quede con vuestros ahorros: lo escondéis en un opaco paraíso fiscal, y controláis vuestra cuenta bancaria a través de internet con vuestros códigos secretos de contraseña desde cualquier lugar del mundo. Por ello quiero resaltar la importancia de tener que prepararse para un trabajo, y no os lo digo a los minusválidos de MIFAS, sino a todos los minusválidos de España.
Los otros retos serían, por ejemplo, conseguir del gobierno ayudas y bonificaciones fiscales, que por justicia nos corresponden por la condición de minusvalidos, para conseguir contrataciones en las empresas. Conseguir ayudas y soportes para nuestros problemas: subvenciones de prótesis, sillas de ruedas, barreras arquitectónicas, ascensores, financiación de plaza en una residencia, becas para estudios, etc… Concienciar y educar a la sociedad sobre nuestros problemas, a través de una eficaz propaganda, para que los conozcan y sepan como ayudarnos y hacer que nos sintamos más integrados. Reconozco que organizaciones como MIFAS ya lo están haciendo, pero no es suficiente, y además somos muy pocos los que de verdad nos movemos: entre todos tenemos que hacer más, y todos aquellos que tienen condición de minusválido, involucrarse aún más, y no confiar en que ya lo harán otros compañeros de minusvalía porque entre todos si sumamos más esfuerzos podemos conseguir más. Tendríamos que llegar al punto de que estuviéramos tan integrados en la misma sociedad, que ya nadie se fijara, distinguiera o diera esa importancia que no tiene, si alguien es un minusválido o no, sino simplemente como un miembro más de la sociedad cualquiera. Y un cosa más para acabar: todo ese idealismo del que os hablo, pienso que puede ser posible si nos ponemos a trabajar en serio, porque como todas las cosas buenas, tan sólo se puede conseguir a base de trabajo, esfuerzo y paciencia. Y eso de que yo mismo soy un tipo muy individualista y no me gustan los grupos por aquello de las desavenencias que de un momento a otro surgen, es decir que soy del tipo que sólo estoy motivado cuando lucho por mi gente y por mí, y para el resto no consigo motivarme mucho.
Bueno, cada cual estará o no de acuerdo, pero yo tan sólo he querido aportar mi modesta opinión, que para esto están los blogs de los que formamos aquello que llaman MINUSFERA. Si a alguien se le ocurre algo mejor, sería bueno que nos lo explicara. Un saludo para todos mis amigos del entorno MIFAS, sean minusválidos o no.
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