viernes, 8 de octubre de 2010

ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE EL ARTE DE LA GUERRA

El general chino Sun Tzu (unos cuatro siglos antes de Cristo), en su obra “El arte de la guerra”, escribía:

“Generalmente, la mejor política en la guerra es tomar un estado intacto; arruinarlo es inferior. Capturar el ejército enemigo entero es mejor que destruirlo. Tomar intacto un regimiento, una compañía o un escuadrón, es mejor que destruirlo. Conseguir cien victorias en cien batallas no es la medida de la habilidad: someter al enemigo sin luchar es la suprema excelencia".

Comentario del cual un buen amigo mío argentino me hizo el siguiente comentario: “Muy bueno Xavier!! El que se satisface en la destrucción, nunca encontrará gloria que lo calme.” . Eso me hizo recordar lo que ya decía el propio Julio César que “el recuerdo de la crueldad es un pobre consuelo en la vejez”.
No obstante, dicho comentario me llevó a reflexionar de que la victoria en una guerra no siempre podía conseguirse de esta manera tan noble y elevada como insinuaba el general chino, tomando como referente a los antiguos romanos, verdaderos maestros en el arte de la guerra, por su experiencia de siglos de guerras y lucha por la supervivencia, y de los cuales proviene la célebre sentencia: ¡Ay de los vencidos”. Que yo sepa, siguiendo las indicaciones del viejo general chino, que teóricamente serían las ideales, históricamente en la práctica nunca se ha ganado una guerra de ese modo, y casi siempre se ha tenido que emplear extremada violencia para asegurarse una victoria y aniquilamiento del enemigo total y de las causas de la guerra.
Veamos un par de casos históricos: El de Cayo Julio César tras años de guerras para someter a los pueblos de la Galia, y el de Marco Licinio Craso, para escarmiento de las rebeliones de esclavos representadas en la persona de Espartaco.
Cayo Julio César fue encargado por Roma para pacificar la amenaza de los galos, empleando a priori todas las posibilidades de la diplomacia, el diálogo y el uso de argumentos razonables (todo ello sin éxito, antes de emplear la fuerza de las armas). La obstinación de los galos en negarse a convertirse en vasallos bajo la protección de Roma, costó unos pocos años de guerra. Pero tras la victoria de la batalla de Uxellodunum, César se dio cuenta de que todavía no había terminado la guerra de las Galias, pero que su mandato con imperium proconsular en el territorio galo expiraba dentro de poco, con dificultades de renovarlo por parte de un Senado hostil por su ascenso de prestigio y poder. Así que para tener completamente pacificada la Galia, tenía que tomar una medida extrema que sirviera de escarmiento a las tribus galas rebeldes que se resistían a la paz con Roma. Tomó a unos cuatro mil galos supervivientes de entre los defensores de Uxellodunum, con el propósito de amputarles una mano, y con la indicación de que aquellos prisioneros que les pusieran peor cara, o que les miraran con más odio, se les debía amputar ambos manos. Y el trabajo de amputar las manos, debían hacerlo los propios prisioneros de Uxellodunum que se ofrecieran voluntarios, a cambio de salvar ambas manos (se ofrecieron bastantes). Consistía en cortarles la mano, y luego pasar la muñeca cortada en brea para frenar la hemorragia e impedir que mueran desangrados y lograr que sobrevivan.

Luego hizo que a esos cuatro mil mancos se les enviara al exilio repartidos por toda la Galia para que vagabundearan y pidieran limosna por todo el país, y cualquiera que viera a un hombre inutilizado sin manos, pensara en la lección aprendida después del asedio de Uxellodunum, y las consecuencias que termina por traer desafiar al poderío de Roma.
Y para terminar esa orden de mutilación, Julio César aprovechó para informar a sus oficiales sobre el balance de los ocho años de guerra en la Galia Comata, que había costado a los galos un millón de muertos, otro millón de personas vendidas como esclavos (origen de la fortuna de César, que con esa guerra se había convertido en el hombre más rico de Roma), cuatrocientas mil mujeres y niños muertos, y un cuarto de millón de familias galas sin hogar. Eso, en aquella época, era el equivalente a toda la población de Italia, siendo las bajas romanas insignificantes en comparación, y por ello Julio César consideró que debía de acabarse ya para siempre esa inútil guerra, que dejaba a la Galia seca de sus pobladores naturales, con los que contener a la amenaza de los germanos.

Por parte de Marco Licinio Craso, para terminar de una vez por todas con las rebeliones de esclavos (que como las de Sicilia, ponían en aprietos a Roma, ya que necesitaban sus reservas de cereales), ideó crucificar a aparentemente todos los prisioneros que lograron capturarse (ya que el resto de los cientos de miles de esclavos rebeldes habían muerto a manos de las legiones que los perseguían por toda Italia, incluso los que pretendían escaparse hacia el norte, topándose con Pompeyo que volvía de las guerra de Hispania contra el resto de la resistencia de los difuntos Sertorio y Cayo Mario. En aquel momento el cónsul Craso se encontraba en Capua, y tras la victoria contra los esclavos tenía propósito de volver a Roma, por lo que dispuso que se dividiera la distancia entre Capua y Roma (por donde pasaba la vía Apia) por los aproximadamente 6600 prisioneros del ejército de esclavos de Espartaco capturados. De modo que a cada pocos metros de uno de los lados de la carretera hizo alzar una cruz con la que crucificar a cada prisionero, atado de brazos y pies, sin provocarles heridas, para que murieran lentamente de un modo horrible. De modo que por aquellos días, la carretera de Capua a Roma era un espantoso gemido interminable de aquellos desgraciados sin remedio. La gente acudía a ver el macabro espectáculo, y los amos se traían a sus esclavos para mostrarles las consecuencias que sufrían todos los esclavos que se mostraran rebeldes a ellos y al orden romano. Estuvieron allí largos meses pudriéndose y con un horrible hedor a muerte hasta que se quedaban en los huesos mondos que se les caían por piezas, pues el cónsul Marco Licinio Craso, vencedor de Espartaco, no permitió que los descolgasen hasta el último día de su consulado cuando expiraba su mandato. Era su modo de hacer que las guerras de esclavos contra Roma terminasen de una vez para siempre.

Un modo totalmente distinto de hacer y terminar una guerra a como la había ideado el viejo general chino Sun Tzu, y al parecer hasta ahora muchísimo más efectivo, por lo que ha estado probado históricamente.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Eduardo Vasile Terrible! Tanto dolor simultáneo. Solo el hombre es la criatura capaz de planificar el dolor y la humillación. Imaginarlo en función del daño que provoca y ejecutarlo. Gracias por enviarme tan buen escrito. Abrazo Edu.

Anónimo dijo...

Patricia Fernández Bermejo Enhorabuena Xavier!....Excelente escrito. De los mejores que te he leido. Te superas dia a dia, amigo.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

María Adela Rodríguez López Bonito relato Xavier. Está visto, que la crueldad de los dictadores no tiene límites, se autocomplacen con el dolor ajeno. Cuando un hombre es malvado y estúpido, y realiza cosas que sabe que no están bien, casi siempre suele decir que cumple con su deber. Pero, cuando un hombre es justo y consecuente, éste cree en el destino y lo acepta; en cambio el necio cree en el azar y retrasa lo inevitable, en lugar de preveer los acontecimientos venideros. Saludos

Anónimo dijo...

Concha Grima Gonzalez Gracias por compartirlo conmigo!!! Bss

Anónimo dijo...

Ale Peralta La guerra es una masacre de gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero no se masacran. Esto en líneas universales.
Sin embargo, hay guerra cada día en cada país mientras mueran personas a manos de simples ladron ...es pero asesinos al fin, por ejemplo. Hay guerra en cada familia cuando algún miembro intenta someter a otro haciendo uso de armas verbales y psicológicas. Pero la peor guerra, la libra cada uno, a cada instante consigo mismo. Nadie queda incólume de sus propios pensamientos, sentimientos y actos.

Excelente escrito Xavier, gracias por compartirlo. Te saludo.
A.

XAVIER VALDERAS LÓPEZ dijo...

Gracias a todos por vuestros valiosos y respetables comentarios. Pero la gran duda que me queda es si tanto César como Craso hubieran podido hacer otra cosa mejor para poder poner fin a las guerras, pues desde entonces nunca más volvió a ha ...ber revuelta en la Galia, ni volvió a haber insurrección de esclavos en todo el orbe romano. Y por supuesto se sabe que ambos eran hombres cultos y refinados a quienes les desagradaba la crueldad, pero que tenían que tomar decisiones con las que garantizar la seguridad de Roma. En consecuencia, la gran pregunta es: ¿acertaron en sus decisiones César y Craso, o existía otra solución mejor sin hacer correr la sangre y el terror, pero que garantizara la supervivencia y seguridad de Roma?, porque en la guerra,y en un caso límite, no hay lugar para las discusiones, y las decisiones se han de tomar rápidas y con frialdad,o el enemigo se nos cae encima. ¿Qué es lo más razonable y civilizado que se hubiera tenido que hacer en unas circunstancias como aquellas?

Anónimo dijo...

Gemma Lopez De Ceballos Yo tengo ese libro! !!un fuerte abrazo. Gracias

Anónimo dijo...

todo vale, pero yo no estoy de acuerdo con ese dicho, es una forma de querer justificar lo que no se puede justificar; incluso, es como decir: "el fin justifica los medios", tampoco estoy de acuerdo con e ...so. Pienso que la violencia genera violencia y que en ningún caso está justificada. Las guerras creo que nunca están justificadas, solo se hacen para imponer el poder y el dominio de unos sobre otros. En el mundo civilizado, existen convenios, acuerdos, protocolos,...Para respetarse los unos a los otros, sin necesidad de recurrir a la guerra, que trae miseria, hambre, enfermedades, penas..., siempre salen todos perdiendo. Posiblemente, habría otras soluciones que no contemplaron César y Craso, que también garantizaban la supervivencia y seguridad de Roma. Precisamente, las decisiones rápidas y tomadas con frialdad son las peores decisiones que se pueden tomar en esta vida. Siempre, hay que meditar las decisiones y sopesar los pros y los contras, para evitar daños irreversibles y colaterales. La historía está para recordarla y, para no volver a cometer los mismos errores. ¡Quién olvida su historia, está condenad@ a repetirla!

XAVIER VALDERAS LÓPEZ dijo...

Bueno, Adela, creo que en parte tienes mucha razón, ya que el resultado colateral de todas las guerras han traido hambre, pobreza, violencia, enfermedades, muerte, resentimientos,desgracias de todas clases, etc... La gente se mata por cualq ...uier cosa: espacio territorial, diferencias religiosas o étnicas, diferencias ideologicas, petróleo, ansias o conservación del poder, etc.., etc... Pero hoy por hoy, y aquí y ahora, la gran pregunta sería: ¿es posible la paz, el progreso, la libertad, la estabilidad y la convivencia?. ¿Podemos llegar en este mundo a un punto en el que las armas puedan ya dejar de existir por completo, sean bombas nucleares, carros de combate, pistolas, granadas, etc....?, ¿podemos llegar a un mínimo de grado de civilización que ya no sea necesaria la existencia de guerras, los abusos del poder, y las amenazas de las armas en manos de unos cuantos locos?. ¿Quién ofrece la respuesta adecuada?. Porque en todo caso, con ese discurso, tanto César como Craso,si te hubieran oído decir eso en su tienda de mando, te hubieran mandado a limpiar las cuadras de la caballeria, ya que cuando está en juego la supervivencia, el caso es que siempre "todo vale".Recuerda que Roma tenía muchísima experiencia en guerras, tanto por parte de las púnicas contra Cartago (pueblo civilizado),como para el resto de los bárbaros, y Julio César era un militar tan brillante que nunca perdió ni una sola de las docenas de batallas en la que participó, y además con un impresionante mínimo de bajas. Creo que eran lo bastante sabios para saber lo que decidían, porque de no ser así, si es que existiera una probable hipotética solución mejor, enconces, ¿cuál hubiera sido?.

Anónimo dijo...

María Adela Rodríguez López Xavier, no tengo espíritu guerrero. Soy pacifista y no creo que la violencia pueda arreglar nada. Hoy en día están las embajadas diplomáticas, la O.T.A.N y otros organismos encargados de impedir los conflictos bélicos. El Ministerio de defe ...nsa está para defendernos del enemigo y evitar en la medida de lo posible cualquier conflicto bélico, mediante convenios unilaterales, bilaterales,...La paz siempre es posible (hay un viejo refrán que dice: "dos no pelean si uno no quiere"). Desde mi punto de vista como cristiana, considero que debemos ser apostoles de la no violencia en todos los ámbitos.

Anónimo dijo...

uardo Vasile Se me ocurre una difícil pregunta Xavier. A veces, la buena voluntad de impedir un daño, crea un mal mayor. Cortar a una persona, mutilarla. Es fuera de contexto, un acto de crueldad, se entiende como algo dañino. Sin embargo un médico pued ...e salvar una vida mediante la práctica quirúrjica. Respecto de la guerra en sí misma, recuerdo a las brujas de "Macbeth" advirtiendo sobre que lo que parece bueno, será finalmente muy malo: "fair is foul, and foul is fair"
Finalmente creo que la causa generadora de la guerra no deja de ser más que la pobre naturaleza humana, y de allí parte el problema.
Un abrazo Edu

XAVIER VALDERAS LÓPEZ dijo...

Adela, recuerda que buenas intenciones como la Convención de Ginebra,no se respetaban, y por eso a veces toda esa diplomacia no es suficiente, y recuerda también,que antes de hacer la guerra contra las tribus galas,César había batallado con ... todas las dotes diplomáticas para impedir la guerra, y convencerles que tan sólo unos tratados con Roma era lo que precisaba, aparte de ponerlos bajo protectorado de la propia Roma en caso de sufrir agresiones de los germanos. César empleó mucha diplomacia y muchas buenas intenciones, ¡muchísimo! aparte de que fueron los galos los que le declararon la guerra con ataques traicioneros contra intereses romanos. Quiero decir, con eso, Adela, que a veces toda esa maquinaria diplomática, al final no sirve para nada. ¿Y de qué apostoles de la no violencia, puedes hablar, por ejemplo, ante la opresión que sufren las mujeres en los régimenes musulmanes?. La cosa es más complicada de lo que parece, aunque las buenas intenciones están bien.

XAVIER VALDERAS LÓPEZ dijo...

Como bien tu dices, querido Eduardo, la causa de la guerra es la pobre naturaleza humana, y de ahí el origen del problema. Efectivamente las personas cuando más civilizadas son, mejor se entienden, dialogan,y buscan razones con las que supe ...rar diferencias, porque la guerra no la quiere nadie que se precie de civilizado, aunque a veces por las razones que sean puede llegar a ser inevitable. Ya lo decía Maquiavelo, que "los hombres generalmente son malos, cuando no los obliga a ser buenos la necesidad". También recuerdo que Ronald Reagan decía que "la guerra es la peor estupidez del ser humano". Cuando Japón, debido a razones de exceso de población y falta de recursos naturales sentía necesidad de expansionarse, decidió eliminar la flota norteamericana anclada en Pearl Harbour, en las Islas de Hawai, ya que era la única amenaza que tenían de cerca, pero tras ese ataque,Togo,el comandante en jefe del ejercito japonés dijo (si mal no recuerdo) algo así como: " hemos cometido un gravísimo error: un hombre sabio hubiera evitado la guerra; ahora hemos despertado a un gigante que se nos saltará encima". Y efectivamente al final el gigante le devolvió el golpe en la forma de un par de bombas atómicas. Teniendo en cuenta lo defectuosa que es la naturaleza humana, y el escaso grado de civilización que demuestran tener la inmensa multitud, así como el constante mal ejemplo que dan los dirigentes en el poder, se nos hace muy difícil acertar en profundidad lo que es correcto sobre la guerra, aparte que a quienes les afecta en directo, pueden incluso llegar a enloquecer. Por otra parte, volviendo a los antiguos romanos, no debemos de olvidar que es a ellos, expertos que vivieron durante siglos guerras tras guerras, aquella sentencia de: "Si quieres la paz, debes prepararte bien para la guerra".