jueves, 7 de mayo de 2009
POR FAVOR, ¡ NO ME MALTRATES, COÑO!
Los malos-tratos, de los que tanto se hablan en la actualidad, han existido siempre, existen en el presente, y seguirán existiendo,….por lo que creo que es algo que hay que tomárselo con normalidad. En alguna parte leí algo así como que el ser humano vive para maltratar a su prójimo...pero así se maltrata a si mismo, pues todo es cíclico. ¿A quién le gusta que lo maltraten?, y sin embargo, existe muchísima gente a la que parece ser que le gusta maltratar, o que tiene ese nefasto instinto. Las cosas que se hacen, se pagan porque es como una "ley universal" en la que lo bueno y lo malo regresa a nosotros siempre. A esa ley la llaman causa y efecto, o si queréis, antecedentes y consecuencias, y es una ley natural, es decir, una de estas que no constan escritas en ninguna parte. Lo que me lleva a recordar cierto viejo proverbio que señala algo así como que recoges lo que siembras: “quien siembra tormentas, recoge tempestades”. Además, se dice que el hombre es un lobo del hombre (muchas veces disfrazado de cordero); y la mujer una serpiente silenciosa y astuta presta a inyectarte su veneno escondido, a la mínima que te descuides.
En los últimos años los medios de comunicación llevan mucho tiempo hablando extensamente de los malos tratos, de la llamada violencia de género, con un subrayado especial de hacer aparecer al género masculino como el culpable, y al femenino como la víctima, hasta el punto de que las leyes y las actuaciones tanto policiales, políticas como judiciales se ponen casi siempre de parte de la mujer. Sobra demasiada hipocresía en una actitud propagandística en la que como norma se suele culpabilizar al sexo masculino, y presentar al sexo femenino como la gran víctima desamparada a la que hay que proteger. Los medios de comunicación, cuando hablan de un caso de violencia doméstica, nunca suelen explicar a fondo el quid de la cuestión, es decir, no explican, por ejemplo, las razones por las que se había producido la paliza o agresión: si fue provocación, qué desavenencias habían, qué amenazas, qué humillación, qué agravio, qué ofensa, qué engaño, qué malas intenciones, etc…Porque para llegar hasta aquí, siempre tiene que haber alguna motivación, que debería de ser bien explicada, antes de presentar como norma al género masculino como culpable de unos supuestos malos tratos que no se saben si es una maniobra estratégica para conseguir algo provechoso para la otra parte que aparece como supuesta víctima. Aunque como norma general, se sabe que el hombre tiene la superioridad en cuanto a fuerza física, pero la mujer es muchísimo más propensa a hacer con el hombre aquella forma de chantaje, anulación de la personalidad, apropiación ajena, provocación, o extorsión, que viene a llamarse maltrato psicológico, algo que difícilmente puede verse y probarse, pero que está ahí. Los procesos de los tribunales mismos son toda una forma de maltrato psicológico, que golpea en mayor o menor fuerza a una parte o a la otra, ya que allí es donde más se dicen las mentiras, con todo lo que supone de agravamiento de los dramas persones, puesto que para qué se va a un tribunal sino para ganar el juicio, y a cualquier precio, y de cualquier manera, y muchas veces la sentencia depende del estado de humor del indiferente juez de turno y hasta del sexo mismo del magistrado en cuestión. Todos esos dramas de peleas personales entre parejas que de alguna manera conviven juntos, los aprovechan los abogados y toda esa fauna del estamento judicial, para hacer negocio y lucrarse. Por ejemplo, una mujer pone una denuncia de malos tratos, busca una abogada, y esta le aconseja sobre los papeles que ha de interpretar en cada una de esas comedias por las que ha de tirar adelante el proceso. De modo que el juicio al final termina siendo una competición en la que gana el que mejores argumentos, testimonios o pruebas aporte, sean verdaderas o falsas cada una de las cosas aportadas. De todos modos, mi opinión es que lo que llaman violencia de género, o maltrato en cualquiera de sus formas, sea física o psicológica, es algo inherente en los dos sexos. El hombre, más impulsivo, muchas veces suele perder el control, pero en contrapartida, con demasiada frecuencia ocurre, por ejemplo, que una mujer ofende y provoca a un hombre, para incitarle a que éste le responda con una bofetada o que la golpee con una paliza tremenda, y luego ella va al médico para que le redacte un parte de lesiones con el que acudir a la policía a tramitar una denuncia, que el juzgado admitirá con rapidez por ser mujer y porque la favorecen las nuevas normas políticas-judiciales, y se sabe que así ya tiene ganado por antelación y con rapidez una separación, la custodia de los hijos, una pensión alimenticia, y los bienes que muchas veces son propiedad de su pareja (casa o piso, e incluso coche), etc….., y todo ello con las ventajas de una orden de alejamiento contra su pareja,….lo que para la mujer constituye todo un negocio. Un amigo mío me contaba una vez: “no es que quiera a mi mujer, pero tengo que aguantarla, porque tengo una hipoteca, y una hija, y si me separase, no tendría techo adónde dormir, ni podría relacionarme y ver crecer a mi hija, pero por eso me aguanto”: en una situación así, el riesgo de sufrir malos tratos, lógicamente es bastante elevado. Otro ejemplo seria el caso de un amigo mío que estuvo unos días en el calabozo (y además con fuerte fiebre, y sin cuidados médicos), porque su ex mujer le acusó de malos tratos a la hija de ambos, mostrando unas lesiones, que en realidad fueron causadas porque la pequeña se había acercado demasiado en el radio de acción del perro donde estaba atado, y se le embrolló en ella el cable que le sostenía la cadena. Cualquier herida que pueda tener un hijo o hija en edad que todavía no puede hablar, y ya se le puede poner una denuncia falsa, con las pruebas del parte de lesiones expedido por un médico, para humillar y castigar a la ex pareja, y de paso arrancarle una buena pensión. Esos son tan sólo un par de ejemplos de cosas que ocurren muy a menudo. Se sabe que la auténtica justicia es “dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”,….pero cuando no se respeta lo que es de su legítimo propietario, no puede haber justicia, sino todo un deseo de venganza reprimido que en cualquier momento puede estallar. Las mismas leyes y tribunales discriminatorios, fomentan en gran parte eso que se conoce como “violencia de genero”, y de la que tanto se habla, como si fuera algo nuevo, cuando la realidad es que ha existido desde siempre, puesto que en todas partes vemos esa violencia manifiesta o hasta reprimida en las actitudes de hombres o mujeres, que dejan como nerviosos, paralizados, atemorizados y alterados a los de su entorno,…cosas psicológicamente muy desagradables y agotadoras, sean del sexo que sean, sean de la edad que sean, sean de la raza, cultura, religión, o nacionalidad que sean. Y no me refiero sólo en el ámbito familiar, sino también en el ámbito laboral, e incluso en el ámbito social: pueden ser varias las situaciones y circunstancias en las que una persona pueda ser o sentirse maltratada. En consecuencia, el ser humano no es perfecto, y como ya dijo en la Biblia Jesucristo, Nuestro Señor: “el que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”. Cierto es que existen personas que disfrutan maltratando a los demás, sea de obra o de palabra, que son capaces de decirle cualquier cosa sin respeto a cualquiera, de pretender anular una personalidad, de aprovecharse de su posición social o laboral para tratar a los demás de cualquier manera, de gritar o dar una tremenda paliza a quien pretende dominar,….para dar satisfacción personal a esa superioridad que sienten hacia los demás. Pero de esta manera ellas mismas, muchas veces sin saberlo, se autoexcluyen puesto que al final los demás terminan por evitarlo y por perderle el respeto.
Pero ¿qué hacemos para erradicar eso que llaman “violencia de género”, y cómo educamos a las personas a no caer en ello?. Eso me hace recordar lo que cuenta una vieja leyenda oriental en la que hubo una vez un chico con el defecto de tener muy mal carácter, al que su padre le dio una bolsa grande llena de clavos, y le dijo que clavará un clavo en la verja del jardín cada vez que se enfadara con alguien, o que perdiera la paciencia. El primer día clavó casi 40 clavos, y las semanas siguientes se concentró en controlarse, y día a día disminuyo la cantidad de clavos nuevos en la verja. Se había dado cuenta de que era más fácil controlarse que clavar clavos. Hasta que finalmente llegó a un día que ya no clavaba ningún clavo nuevo. Entonces fue a ver a su padre para contárselo. Escuchando con atención, al terminar el relato el hijo, su padre le dijo que ahora había llegado el momento de quitar un clavo por cada día que no perdiera la paciencia. Los largos días pasaron, y finalmente el chico pudo decirle a su padre que ya había quitado todos los clavos de la verja. Entonces el padre condujo a su hijo hasta la verja y le dijo: « Hijo mío, te has comportado muy bien, y eso ya es algo a favor tuyo,…… pero mira atentamente todos los agujeros que han quedado en la verja. Esos agujeros que quedan, esas marcas de los clavos, es algo que ya nunca será como antes. Cuando discutes, pretendes dominar, o agredes a con alguien y le gritas diciéndole cualquier cosa ofensiva le dejas una herida como ésta. Puedes dar una paliza y dejar moratones, e incluso puedes rajar con una navaja a una persona y después retirarla, pero siempre quedara la herida, y con ella la visible señal de la cicatriz. No importan luego las veces que le pidas perdón, la herida permanecerá para siempre, aunque te hayan perdonado. Una herida provocada con la palabra, con la mirada, con una provocación, con una actitud enfadada, con un tono de falta de respeto, o con un gesto, hace tanto daño como una herida física. Y las amistades en ese mundo son joyas raras de encontrar; por eso se dice que: quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Muy pocos pueden presumir de tener amigos, en los que poder confiar plenamente, por lo que imagínate qué amigos puede tener aquel que ha dejado unas heridas profundas e inolvidables, hijo mío”. Creo que con ese relato se detallan muy bien las consecuencias para quien se de al maltrato gratuito.
Y como complemento a esto, os cuento otra vieja leyenda oriental: Erase una vez un Gran Samurai que vivía cerca del monte Fujiyama, la montaña sagrada de Japón. Aúnque ya viejo, se dedicaba a enseñar el arte zen a los jovenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que aún era capaz de derrotar a cualquier adversário. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí. Quería derrotar al Samurai y de ese modo aumentar su fama. El viejo aceptó el desafío y el joven comenzó a insultárlo. Pateó algunas piedras hacia él, escupió en su rostro, gritó insultos, ofendió a sus ancestros...etc... Durante horas hizo todo para provocárlo, pero el viejo guerrero permaneció impasíble. Al final del día, sintiéndose ya exhausto y humillado, el guerrero se retiró.Y los alumnos, sorprendidos, preguntaron al viejo maestro como pudo él soportar tanta indignación. He aquí su respuesta:
-Si alguién llega hasta ustedes con un regalo, y ustedes no lo aceptan, ¿A quién pertenece el regalo ?
- A quien intentó entregárlo, respondió uno de los discípulos.
- Pues lo mismo vale para la injuria, la mala leche, la rabia, la calumnia y los insultos. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los traía consigo.
La moraleja de ese relato del viejo samurai es: tu paz interior depende exclusivamente de tí. Las personas no pueden quitarte la calma si tú aprendes a controlarla y dominarla. Solo que tú lo permitas, pierdes la calma y te dejas llevar por la provocación. Los malos tratos físicos pueden ser inevitables, pero los psicológicos pueden evitarse no haciendo caso, aunque cueste; como dice el refrán “a palabras necias, oídos sordos”, es decir, indiferencia total. Un perro rabioso, presto a ladrarte y morderte, siempre es molesto, y tratas de evitarlo: otro tanto parecido ocurre con las personas maltratadoras.
Y con este escrito espero haber sido de utilidad tanto para aquellos que desgraciadamente padecen malos tratos, sean mujer o hombre, como aquellos que los incitan o práctican. Espero con esto haber contribuido a hacer reflexionar un poco sobre ese desagradable tema. Ojalá que con la ayuda de la educación y de la buena voluntad de cada uno, cada día hayan menos malos tratos y entre todos podamos convivir mejor. Y dejen ya de hablarse de falsedades y manipulaciones sobre esas violencias de género discriminatorias, en las que se favorece a un sexo y se anula expresamente al otro, como está ocurriendo hoy día, tanto entre los tribunales, como entre los medios políticos, y policiales. ¿Se acabará eso que llaman malos tratos o violencia de genero, sea de un sexo o del otro?. ¿Por cuenta de maltratarlos, se empezará a respetar a los niños, a los ancianos, a los enfermos, a los minusválidos, a las prostitutas, a los parados, a las madres solteras, ....y a todos aquellos que son más débiles, y por tanto son los que más lo padecen?. Ojalá que así fuera, pero mientras siga habiendo malos ejemplos de jueces, abogados, políticos, leyes que más bien son un maltrato institucional, jóvenes de la secundaria agresivos y con mala educación, etc..... se hace un poco difícil de creer que cada día que pase esto se pueda acabar. Por ello pienso que es algo que hay que aceptar con plena normalidad, adaptandose a una situación que es inherente a esos seres humanos tan llenos de defectos negativos, y que ser o que le califiquen a uno de maltratador o maltratadora, depende más de cómo sea la persona, y no de supuestas buenas intenciones políticas, o de denuncias sociales.
En los últimos años los medios de comunicación llevan mucho tiempo hablando extensamente de los malos tratos, de la llamada violencia de género, con un subrayado especial de hacer aparecer al género masculino como el culpable, y al femenino como la víctima, hasta el punto de que las leyes y las actuaciones tanto policiales, políticas como judiciales se ponen casi siempre de parte de la mujer. Sobra demasiada hipocresía en una actitud propagandística en la que como norma se suele culpabilizar al sexo masculino, y presentar al sexo femenino como la gran víctima desamparada a la que hay que proteger. Los medios de comunicación, cuando hablan de un caso de violencia doméstica, nunca suelen explicar a fondo el quid de la cuestión, es decir, no explican, por ejemplo, las razones por las que se había producido la paliza o agresión: si fue provocación, qué desavenencias habían, qué amenazas, qué humillación, qué agravio, qué ofensa, qué engaño, qué malas intenciones, etc…Porque para llegar hasta aquí, siempre tiene que haber alguna motivación, que debería de ser bien explicada, antes de presentar como norma al género masculino como culpable de unos supuestos malos tratos que no se saben si es una maniobra estratégica para conseguir algo provechoso para la otra parte que aparece como supuesta víctima. Aunque como norma general, se sabe que el hombre tiene la superioridad en cuanto a fuerza física, pero la mujer es muchísimo más propensa a hacer con el hombre aquella forma de chantaje, anulación de la personalidad, apropiación ajena, provocación, o extorsión, que viene a llamarse maltrato psicológico, algo que difícilmente puede verse y probarse, pero que está ahí. Los procesos de los tribunales mismos son toda una forma de maltrato psicológico, que golpea en mayor o menor fuerza a una parte o a la otra, ya que allí es donde más se dicen las mentiras, con todo lo que supone de agravamiento de los dramas persones, puesto que para qué se va a un tribunal sino para ganar el juicio, y a cualquier precio, y de cualquier manera, y muchas veces la sentencia depende del estado de humor del indiferente juez de turno y hasta del sexo mismo del magistrado en cuestión. Todos esos dramas de peleas personales entre parejas que de alguna manera conviven juntos, los aprovechan los abogados y toda esa fauna del estamento judicial, para hacer negocio y lucrarse. Por ejemplo, una mujer pone una denuncia de malos tratos, busca una abogada, y esta le aconseja sobre los papeles que ha de interpretar en cada una de esas comedias por las que ha de tirar adelante el proceso. De modo que el juicio al final termina siendo una competición en la que gana el que mejores argumentos, testimonios o pruebas aporte, sean verdaderas o falsas cada una de las cosas aportadas. De todos modos, mi opinión es que lo que llaman violencia de género, o maltrato en cualquiera de sus formas, sea física o psicológica, es algo inherente en los dos sexos. El hombre, más impulsivo, muchas veces suele perder el control, pero en contrapartida, con demasiada frecuencia ocurre, por ejemplo, que una mujer ofende y provoca a un hombre, para incitarle a que éste le responda con una bofetada o que la golpee con una paliza tremenda, y luego ella va al médico para que le redacte un parte de lesiones con el que acudir a la policía a tramitar una denuncia, que el juzgado admitirá con rapidez por ser mujer y porque la favorecen las nuevas normas políticas-judiciales, y se sabe que así ya tiene ganado por antelación y con rapidez una separación, la custodia de los hijos, una pensión alimenticia, y los bienes que muchas veces son propiedad de su pareja (casa o piso, e incluso coche), etc….., y todo ello con las ventajas de una orden de alejamiento contra su pareja,….lo que para la mujer constituye todo un negocio. Un amigo mío me contaba una vez: “no es que quiera a mi mujer, pero tengo que aguantarla, porque tengo una hipoteca, y una hija, y si me separase, no tendría techo adónde dormir, ni podría relacionarme y ver crecer a mi hija, pero por eso me aguanto”: en una situación así, el riesgo de sufrir malos tratos, lógicamente es bastante elevado. Otro ejemplo seria el caso de un amigo mío que estuvo unos días en el calabozo (y además con fuerte fiebre, y sin cuidados médicos), porque su ex mujer le acusó de malos tratos a la hija de ambos, mostrando unas lesiones, que en realidad fueron causadas porque la pequeña se había acercado demasiado en el radio de acción del perro donde estaba atado, y se le embrolló en ella el cable que le sostenía la cadena. Cualquier herida que pueda tener un hijo o hija en edad que todavía no puede hablar, y ya se le puede poner una denuncia falsa, con las pruebas del parte de lesiones expedido por un médico, para humillar y castigar a la ex pareja, y de paso arrancarle una buena pensión. Esos son tan sólo un par de ejemplos de cosas que ocurren muy a menudo. Se sabe que la auténtica justicia es “dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”,….pero cuando no se respeta lo que es de su legítimo propietario, no puede haber justicia, sino todo un deseo de venganza reprimido que en cualquier momento puede estallar. Las mismas leyes y tribunales discriminatorios, fomentan en gran parte eso que se conoce como “violencia de genero”, y de la que tanto se habla, como si fuera algo nuevo, cuando la realidad es que ha existido desde siempre, puesto que en todas partes vemos esa violencia manifiesta o hasta reprimida en las actitudes de hombres o mujeres, que dejan como nerviosos, paralizados, atemorizados y alterados a los de su entorno,…cosas psicológicamente muy desagradables y agotadoras, sean del sexo que sean, sean de la edad que sean, sean de la raza, cultura, religión, o nacionalidad que sean. Y no me refiero sólo en el ámbito familiar, sino también en el ámbito laboral, e incluso en el ámbito social: pueden ser varias las situaciones y circunstancias en las que una persona pueda ser o sentirse maltratada. En consecuencia, el ser humano no es perfecto, y como ya dijo en la Biblia Jesucristo, Nuestro Señor: “el que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”. Cierto es que existen personas que disfrutan maltratando a los demás, sea de obra o de palabra, que son capaces de decirle cualquier cosa sin respeto a cualquiera, de pretender anular una personalidad, de aprovecharse de su posición social o laboral para tratar a los demás de cualquier manera, de gritar o dar una tremenda paliza a quien pretende dominar,….para dar satisfacción personal a esa superioridad que sienten hacia los demás. Pero de esta manera ellas mismas, muchas veces sin saberlo, se autoexcluyen puesto que al final los demás terminan por evitarlo y por perderle el respeto.
Pero ¿qué hacemos para erradicar eso que llaman “violencia de género”, y cómo educamos a las personas a no caer en ello?. Eso me hace recordar lo que cuenta una vieja leyenda oriental en la que hubo una vez un chico con el defecto de tener muy mal carácter, al que su padre le dio una bolsa grande llena de clavos, y le dijo que clavará un clavo en la verja del jardín cada vez que se enfadara con alguien, o que perdiera la paciencia. El primer día clavó casi 40 clavos, y las semanas siguientes se concentró en controlarse, y día a día disminuyo la cantidad de clavos nuevos en la verja. Se había dado cuenta de que era más fácil controlarse que clavar clavos. Hasta que finalmente llegó a un día que ya no clavaba ningún clavo nuevo. Entonces fue a ver a su padre para contárselo. Escuchando con atención, al terminar el relato el hijo, su padre le dijo que ahora había llegado el momento de quitar un clavo por cada día que no perdiera la paciencia. Los largos días pasaron, y finalmente el chico pudo decirle a su padre que ya había quitado todos los clavos de la verja. Entonces el padre condujo a su hijo hasta la verja y le dijo: « Hijo mío, te has comportado muy bien, y eso ya es algo a favor tuyo,…… pero mira atentamente todos los agujeros que han quedado en la verja. Esos agujeros que quedan, esas marcas de los clavos, es algo que ya nunca será como antes. Cuando discutes, pretendes dominar, o agredes a con alguien y le gritas diciéndole cualquier cosa ofensiva le dejas una herida como ésta. Puedes dar una paliza y dejar moratones, e incluso puedes rajar con una navaja a una persona y después retirarla, pero siempre quedara la herida, y con ella la visible señal de la cicatriz. No importan luego las veces que le pidas perdón, la herida permanecerá para siempre, aunque te hayan perdonado. Una herida provocada con la palabra, con la mirada, con una provocación, con una actitud enfadada, con un tono de falta de respeto, o con un gesto, hace tanto daño como una herida física. Y las amistades en ese mundo son joyas raras de encontrar; por eso se dice que: quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Muy pocos pueden presumir de tener amigos, en los que poder confiar plenamente, por lo que imagínate qué amigos puede tener aquel que ha dejado unas heridas profundas e inolvidables, hijo mío”. Creo que con ese relato se detallan muy bien las consecuencias para quien se de al maltrato gratuito.
Y como complemento a esto, os cuento otra vieja leyenda oriental: Erase una vez un Gran Samurai que vivía cerca del monte Fujiyama, la montaña sagrada de Japón. Aúnque ya viejo, se dedicaba a enseñar el arte zen a los jovenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que aún era capaz de derrotar a cualquier adversário. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí. Quería derrotar al Samurai y de ese modo aumentar su fama. El viejo aceptó el desafío y el joven comenzó a insultárlo. Pateó algunas piedras hacia él, escupió en su rostro, gritó insultos, ofendió a sus ancestros...etc... Durante horas hizo todo para provocárlo, pero el viejo guerrero permaneció impasíble. Al final del día, sintiéndose ya exhausto y humillado, el guerrero se retiró.Y los alumnos, sorprendidos, preguntaron al viejo maestro como pudo él soportar tanta indignación. He aquí su respuesta:
-Si alguién llega hasta ustedes con un regalo, y ustedes no lo aceptan, ¿A quién pertenece el regalo ?
- A quien intentó entregárlo, respondió uno de los discípulos.
- Pues lo mismo vale para la injuria, la mala leche, la rabia, la calumnia y los insultos. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los traía consigo.
La moraleja de ese relato del viejo samurai es: tu paz interior depende exclusivamente de tí. Las personas no pueden quitarte la calma si tú aprendes a controlarla y dominarla. Solo que tú lo permitas, pierdes la calma y te dejas llevar por la provocación. Los malos tratos físicos pueden ser inevitables, pero los psicológicos pueden evitarse no haciendo caso, aunque cueste; como dice el refrán “a palabras necias, oídos sordos”, es decir, indiferencia total. Un perro rabioso, presto a ladrarte y morderte, siempre es molesto, y tratas de evitarlo: otro tanto parecido ocurre con las personas maltratadoras.
Y con este escrito espero haber sido de utilidad tanto para aquellos que desgraciadamente padecen malos tratos, sean mujer o hombre, como aquellos que los incitan o práctican. Espero con esto haber contribuido a hacer reflexionar un poco sobre ese desagradable tema. Ojalá que con la ayuda de la educación y de la buena voluntad de cada uno, cada día hayan menos malos tratos y entre todos podamos convivir mejor. Y dejen ya de hablarse de falsedades y manipulaciones sobre esas violencias de género discriminatorias, en las que se favorece a un sexo y se anula expresamente al otro, como está ocurriendo hoy día, tanto entre los tribunales, como entre los medios políticos, y policiales. ¿Se acabará eso que llaman malos tratos o violencia de genero, sea de un sexo o del otro?. ¿Por cuenta de maltratarlos, se empezará a respetar a los niños, a los ancianos, a los enfermos, a los minusválidos, a las prostitutas, a los parados, a las madres solteras, ....y a todos aquellos que son más débiles, y por tanto son los que más lo padecen?. Ojalá que así fuera, pero mientras siga habiendo malos ejemplos de jueces, abogados, políticos, leyes que más bien son un maltrato institucional, jóvenes de la secundaria agresivos y con mala educación, etc..... se hace un poco difícil de creer que cada día que pase esto se pueda acabar. Por ello pienso que es algo que hay que aceptar con plena normalidad, adaptandose a una situación que es inherente a esos seres humanos tan llenos de defectos negativos, y que ser o que le califiquen a uno de maltratador o maltratadora, depende más de cómo sea la persona, y no de supuestas buenas intenciones políticas, o de denuncias sociales.
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