domingo, 10 de enero de 2010
¿BUSCAS PAREJA?. ¡MEJOR QUE TE VAYAS A LA FERIA!
Hoy por hoy, de cada cuatro parejas que se casan, tres terminarán en divorcio, tarde o temprano. Si alguna cosa dicen las frías estadísticas, es que por lo general la pareja no funciona, y que el amor es un bien muchísimo más escaso que la amistad (que eso último por lo general es también escaso). Con lo del amor, por lo general ocurre aquello que señala el refrán “Amor loco, yo por ti, y tú por otro”, y con lo de la amistad, que es mejor que un título nobiliario, decir que tan sólo pueden llevar aquellos que se la merecen de verdad, con probados méritos para merecerla. Y lo digo, porque hay quienes sostienen (y con razón) que antes de llegar a amor, primero hay que conocerse bien y llegar a una sana amistad, en vez de dejarse llevar por un espontáneo flechazo y la encendida pasión que ello conlleva, viviendo el amor y dejándose llevar por ese estado pasional mientras dure. En realidad, a mi modesto entender, para que exista amistad, y luego amor, y la pareja funcione, eso depende de la calidad humana de cada persona involucrada en ese juego entre dos, sea mujer u hombre. Es decir, alguien que tenga suficiente madurez, educación, y voluntad de entregarse a sí mismo, a fin de hacerse merecedor de recibir lo mejor de la otra parte,....y para eso no está facultada cualquier persona.
Recuerdo que antes el noviazgo era algo peor que una carrera de complicada ingeniería astronáutica, y quizás por eso solía durar más. Ahora tengo 47 años (muy bien llevados, afortunadamente), y recuerdo que en mis años de jovencito, cuando ibas a la discoteca, a la hora del baile lento, la norma social era que los chicos debían de pedir a las chicas para sacarla a bailar, y no era al revés. De esta manera se daban las oportunidades de que ellas pudieran conocer quiénes eran los posibles pretendientes; en cambio los chicos nunca supimos quiénes eran esas chicas que nos hubieran sacado a bailar, si se hubieran invertido los papeles. Una clara y tonta discriminación social, en que los chicos nunca podíamos saber qué chicas sentían algo por nosotros o estaban enamoradas de nosotros, que parece que hoy en día empieza a estar superada. De manera que en aquellos lejanos tiempos de cuando iba a la discoteca, solía pedir para bailar a las chicas que me gustaban, empezando por las que me gustaban más, pero en la mayoría de los casos obtenía un NO como respuesta. Lo que me llevó a tomar una decisión: le decía a la chica en cuestión que si se negaba a bailar conmigo, no se lo volvería a pedir hasta pasados seis meses; al cabo de medio año volvía a pedir a la chica que bailara conmigo, con la advertencia de que si se negaba, no se lo volvería a pedir dentro de otros seis meses; ¿y sabéis qué?, pues que la cosa funcionaba, y se animaba a bailar, y así a través del baile y el contacto con el cuerpo, podías detectar un poco más si te gustaba o no la chica; pero cuando las chicas volvían a sus exasperantes NOES, pues te ibas una temporada a otra discoteca, y se iba repitiendo el proceso; y debo de reconocer, se tenía más éxito con chicas de afuera, que con las pueblerinas de casa, que no hacían otra cosa que cotillear y hablar mal de ti a todas las paisanas. Y con las extranjeras (dado que los veranos venían de vacaciones), ligar era una cosa relativamente fácil, sobretodo si sabías algo de idiomas, por lo que en verano la “movida” solía traslarse a los pueblos turísticos, a unos cuantos kilómetros en la costa, dejando a las rígidas y envidiosas pueblerinas de casa. Ligar con holandesas, alemanas, e inglesas, ...¡era lo mejor!, y además muy fácil, puesto que no se mostraban ni desdeñosas ni indiferentes ante tus pretensiones.
Aparte que aquellos eran unos tiempos en los que no podías ir a buscar a la chica así como así, sino llamando previamente a la puerta de su casa, casi como si llevaras bombones o flores en mano, y a muchas veces aguantando las malas miradas de una futura posible suegra o suegro. Cuando te enamorabas de una moza, se sabía que de antemano toda chica te iba a decir NO a todo, y los deseos de conseguir novia se convertía en una ardura y desagradable tarea: había que seguir desde la distancia a la chica que se pretendía, so peligro de que otro tío se adelantara y se llevara la preciada presa; luego enrollártela con la pandilla, diciendo unas tonterías que uno no sabe que cómo fue capaz; mas tarde ligártela con el pesado de su hermanito pegado, sin apenas intimidad; y después de un largo tiempo haciendo tontas ridiculeces, cuando ya se había presentado a los padres y esos daban carta blanca, se convertía uno en el novio oficial. Y la cosa no terminaba aquí, entonces se empezaba el largo examen de cómo se viviría en pareja, antes de pasar por la vicaria e irse a vivir juntos: la garantía de si tenía curro seguro, la búsqueda del pisito, la exasperante preparación de la lista de invitados al banquete de la boda, etc.... Cuando parecía que todo estaba a punto, sólo quedaba el último paso: solicitar un día para ir al altar, en el que ante un señor con alzacuellos y sotana, uno se convertía en marido o mujer de alguien, y eso sin derecho a un posterior divorcio. No es de extrañar que se llegara al matrimonio totalmente quemado y consumido, que la sola idea de repetir de nuevo el durísimo proceso, desanimaba al más atrevido, y se casaba con la primera que minímamente le había hecho caso, sin estar del todo convencido de ese paso que iba a dar. La primera decepción, ya empezaba en la cama misma, donde la cosa no funcionaba como debiera, debido a los encendidos ardores de una parte y a la fría pasividad de la otra parte. No es de extrañar, tampoco, que después de todo esto, el divorcio ha sido la constante que han traido un derecho con esas mayores libertades que buena falta hacían, llegando a traer ese famoso “divorcio express” de hoy día, sin pasar por los dos años de separación, previo al divorcio definitivo. Hoy las parejas se conocen sin demasiadas tonterías por medio, dejándose llevar por sus libres impulsos, viviendo su amor en tanto les dura la pasión, para luego apagada la pasión, separarse de nuevo y ser nuevamente libres, sobretodo los que terminan mal o muy mal, puesto que los que se aguantan es porque van regular, o bien, y esos dos últimos no soportan la idea de separarse. No negaré que existen también parejas que la cosa les ha ido estupendamente bien, y terminan formando una amistad y una complicidad cada día más consolidada y engrandecida. Aunque todo eso que explico, parecen ganas de divagar. Cada cual tiene la lotería de pareja que le ha tocado, y son muchísimos los que dicha lotería no nos ha repartido nada. En parte yo creo que una de las razones de que aumenten tanto los divorcios, o que no se animen tanto los hombres a buscar pareja, es que las mujeres de hoy en día son cada vez más independientes, y no nos tienen que aguantar a nosotros los hombres; y en cuanto a los hombres los que no son tan tontos como para dejarse atrapar o caer en la trampa del matrimonio, saben que les sale más económico irse de picos pardos, que aguantar una hipoteca o pasar una insostenible pensión a su ex. Y si fuera poco, están también las trabas legales, con unas leyes que más bien discriminan a los hombres y favorecen a las mujeres, que lo mejor es no buscarse más complicaciones y mandarlo todo a la porra.
Y no os asustéis de lo que aquí cuento, chicas, que cuando me enamoro, todavía me queda mucha guerra que dar, y estoy dispuesto a arriesgarme y partirme el brazo en conquistar a esa mujer que se lo merezca, si es que ello realmente vale la pena. La ventaja del guerrero maduro en esa guerra que es el amor, es que tiene muchísima experiencia. Lo que me ocurre, es que ahora por ahora, ni estoy enamorado ni estoy con ánimos de meterme en juegos sentimentales tontos. Y pienso que cuando un hombre está en este estado, ama su propia libertad, por encima de todo, de modo que normalmente el hombre no está hecho para vivir en pareja si no está mínimamente enamorado.
Pero dejemos que los enamorados sigan suspirando el uno por el otro y diciéndose “te quiero”. Os dejo con la canción que me gusta mucho: “Something stupid”, cantada a dúo por Nicole Kidman, y Robbie Williams:
Recuerdo que antes el noviazgo era algo peor que una carrera de complicada ingeniería astronáutica, y quizás por eso solía durar más. Ahora tengo 47 años (muy bien llevados, afortunadamente), y recuerdo que en mis años de jovencito, cuando ibas a la discoteca, a la hora del baile lento, la norma social era que los chicos debían de pedir a las chicas para sacarla a bailar, y no era al revés. De esta manera se daban las oportunidades de que ellas pudieran conocer quiénes eran los posibles pretendientes; en cambio los chicos nunca supimos quiénes eran esas chicas que nos hubieran sacado a bailar, si se hubieran invertido los papeles. Una clara y tonta discriminación social, en que los chicos nunca podíamos saber qué chicas sentían algo por nosotros o estaban enamoradas de nosotros, que parece que hoy en día empieza a estar superada. De manera que en aquellos lejanos tiempos de cuando iba a la discoteca, solía pedir para bailar a las chicas que me gustaban, empezando por las que me gustaban más, pero en la mayoría de los casos obtenía un NO como respuesta. Lo que me llevó a tomar una decisión: le decía a la chica en cuestión que si se negaba a bailar conmigo, no se lo volvería a pedir hasta pasados seis meses; al cabo de medio año volvía a pedir a la chica que bailara conmigo, con la advertencia de que si se negaba, no se lo volvería a pedir dentro de otros seis meses; ¿y sabéis qué?, pues que la cosa funcionaba, y se animaba a bailar, y así a través del baile y el contacto con el cuerpo, podías detectar un poco más si te gustaba o no la chica; pero cuando las chicas volvían a sus exasperantes NOES, pues te ibas una temporada a otra discoteca, y se iba repitiendo el proceso; y debo de reconocer, se tenía más éxito con chicas de afuera, que con las pueblerinas de casa, que no hacían otra cosa que cotillear y hablar mal de ti a todas las paisanas. Y con las extranjeras (dado que los veranos venían de vacaciones), ligar era una cosa relativamente fácil, sobretodo si sabías algo de idiomas, por lo que en verano la “movida” solía traslarse a los pueblos turísticos, a unos cuantos kilómetros en la costa, dejando a las rígidas y envidiosas pueblerinas de casa. Ligar con holandesas, alemanas, e inglesas, ...¡era lo mejor!, y además muy fácil, puesto que no se mostraban ni desdeñosas ni indiferentes ante tus pretensiones.
Aparte que aquellos eran unos tiempos en los que no podías ir a buscar a la chica así como así, sino llamando previamente a la puerta de su casa, casi como si llevaras bombones o flores en mano, y a muchas veces aguantando las malas miradas de una futura posible suegra o suegro. Cuando te enamorabas de una moza, se sabía que de antemano toda chica te iba a decir NO a todo, y los deseos de conseguir novia se convertía en una ardura y desagradable tarea: había que seguir desde la distancia a la chica que se pretendía, so peligro de que otro tío se adelantara y se llevara la preciada presa; luego enrollártela con la pandilla, diciendo unas tonterías que uno no sabe que cómo fue capaz; mas tarde ligártela con el pesado de su hermanito pegado, sin apenas intimidad; y después de un largo tiempo haciendo tontas ridiculeces, cuando ya se había presentado a los padres y esos daban carta blanca, se convertía uno en el novio oficial. Y la cosa no terminaba aquí, entonces se empezaba el largo examen de cómo se viviría en pareja, antes de pasar por la vicaria e irse a vivir juntos: la garantía de si tenía curro seguro, la búsqueda del pisito, la exasperante preparación de la lista de invitados al banquete de la boda, etc.... Cuando parecía que todo estaba a punto, sólo quedaba el último paso: solicitar un día para ir al altar, en el que ante un señor con alzacuellos y sotana, uno se convertía en marido o mujer de alguien, y eso sin derecho a un posterior divorcio. No es de extrañar que se llegara al matrimonio totalmente quemado y consumido, que la sola idea de repetir de nuevo el durísimo proceso, desanimaba al más atrevido, y se casaba con la primera que minímamente le había hecho caso, sin estar del todo convencido de ese paso que iba a dar. La primera decepción, ya empezaba en la cama misma, donde la cosa no funcionaba como debiera, debido a los encendidos ardores de una parte y a la fría pasividad de la otra parte. No es de extrañar, tampoco, que después de todo esto, el divorcio ha sido la constante que han traido un derecho con esas mayores libertades que buena falta hacían, llegando a traer ese famoso “divorcio express” de hoy día, sin pasar por los dos años de separación, previo al divorcio definitivo. Hoy las parejas se conocen sin demasiadas tonterías por medio, dejándose llevar por sus libres impulsos, viviendo su amor en tanto les dura la pasión, para luego apagada la pasión, separarse de nuevo y ser nuevamente libres, sobretodo los que terminan mal o muy mal, puesto que los que se aguantan es porque van regular, o bien, y esos dos últimos no soportan la idea de separarse. No negaré que existen también parejas que la cosa les ha ido estupendamente bien, y terminan formando una amistad y una complicidad cada día más consolidada y engrandecida. Aunque todo eso que explico, parecen ganas de divagar. Cada cual tiene la lotería de pareja que le ha tocado, y son muchísimos los que dicha lotería no nos ha repartido nada. En parte yo creo que una de las razones de que aumenten tanto los divorcios, o que no se animen tanto los hombres a buscar pareja, es que las mujeres de hoy en día son cada vez más independientes, y no nos tienen que aguantar a nosotros los hombres; y en cuanto a los hombres los que no son tan tontos como para dejarse atrapar o caer en la trampa del matrimonio, saben que les sale más económico irse de picos pardos, que aguantar una hipoteca o pasar una insostenible pensión a su ex. Y si fuera poco, están también las trabas legales, con unas leyes que más bien discriminan a los hombres y favorecen a las mujeres, que lo mejor es no buscarse más complicaciones y mandarlo todo a la porra.
Y no os asustéis de lo que aquí cuento, chicas, que cuando me enamoro, todavía me queda mucha guerra que dar, y estoy dispuesto a arriesgarme y partirme el brazo en conquistar a esa mujer que se lo merezca, si es que ello realmente vale la pena. La ventaja del guerrero maduro en esa guerra que es el amor, es que tiene muchísima experiencia. Lo que me ocurre, es que ahora por ahora, ni estoy enamorado ni estoy con ánimos de meterme en juegos sentimentales tontos. Y pienso que cuando un hombre está en este estado, ama su propia libertad, por encima de todo, de modo que normalmente el hombre no está hecho para vivir en pareja si no está mínimamente enamorado.
Pero dejemos que los enamorados sigan suspirando el uno por el otro y diciéndose “te quiero”. Os dejo con la canción que me gusta mucho: “Something stupid”, cantada a dúo por Nicole Kidman, y Robbie Williams:
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