jueves, 5 de marzo de 2009
EL MEJOR COMPAÑERO DEL HOMBRE: EL BRAVO CABALLO
De no haberse inventado el coche, el caballo seguiría siendo uno de los principales iconos de distinción social. Era un animal muy preciado, y tanto servia para transporte como de destacada compañía de su dueño. Llegando incluso a ser el mejor amigo del hombre, muy por encima del perro, de modo que incluso grandes personajes como Alejandro Magno le daban nombre propio, como Bucéfalo, o Julio César, con Toes (que significaba “El pezuñas”). Y por si fuera poco, vemos en la literatura, por ejemplo, a Rocinante, el delgado caballo de Don Quijote. En definitiva el caballo era algo así como el fiel compañero de aventuras de su dueño. La lástima era su corta vida, pero la pérdida compensaba con que el dueño pasaba a servirse de un descendiente del anterior caballo.
En la Antigua Roma, poseer un caballo público a expensas del Estado, era distintivo de gran prestigio social, y a muy pocos ciudadanos se le concedía un caballo público. También en la continuación de los procesos históricos que vendrían a continuación, muchas veces el Estado concedía un caballo a sus expensas a ciudadanos de probados méritos y de gran prestigio. No obstante, quien se lo podía permitir, disponía de un caballo, y de ahí el nombre de caballero, que significa alguien educado y de cierta respetable posición social. Muy poca gente tenía el privilegio de tener un caballo propio.
La primera vez que tuve el gusto y la gran ilusión de montarme en un caballo, fue en mi preadolescencia. En el bañolense Paseo Dalmau, al tocar el lago de Banyoles, cerca del popular bar “Bon Repós”, a la entrada del campo de fútbol nuevo, había un señor algo gordo y de edad, que se dedicaba a la explotación turística de unos cuantos caballos de cuadra, incluidas algunas mulas, y por unas pesetillas, te alquilaba el animal para que lo montases unos minutos. Se llamaba “La quadra lliure” (cuadra libre). Eran los tiempos que se toleraban cualquier negocio de chiringuito, y que hoy día sería algo totalmente ilegal. Experimenté un enorme placer cuando me di de lleno al galope, de modo que en cuanto pude, volví a ahorrar de la pequeña y casi insignificante paga semanal que me concedían mis padres, y recuerdo que volví a montar por lo menos tres veces más. Pero es que ya no tenía dinero para más, así que tuve que dejarlo. ¡Cristo!, cuando iba al galope me sentía como John Wayne cabalgando por el farst west, aunque la mejor escena cinematográfica que recuerdo, aparte de las carreras de caballos de Ben Hur, es la de Indiana Jones persiguiendo los camiones de los nazis que transportaban el arca perdida que finalmente había encontrado.
Supongo que cuando tienes un caballo propio, al igual que el perro que has tenido para compartir otros tipos de aventuras y de deportes, llegas a complementarte con él de modo natural. Cuando lo montas, nada más estar encima de él, la manera de moverse, de caminar, de reaccionar, son mensajes del animal que palpas, como si fueras una continuación de él mismo. Y lo mismo el equino con la persona afín que lo monta: su caricia, su palmada, su movimiento de las piernas, sus estiradas, …el caballo capta perfectamente las señales y los mensajes de su dueño, incluso su estado de ánimo. Por eso tener caballo propio, y complementarse con él, es algo muy personal. Entonces con el tiempo, prácticamente el hombre puede llegar a sentirse como un auténtico centauro. Y creo que de ahí viene ese inmenso amor que muchas personas sienten por los caballos, un animal noble, hermoso, pacífico, y totalmente fiel a su dueño.
Así que me hace ilusión tener mi propio caballo, de modo que si me toca la lotería, queridos lectores de mi blog, me compro un hermoso y magnifico caballo para montar en mis momentos de recreo, y una buena cuadra donde alojarlo, junto con la contratación de un competente mozo para que me tenga el caballo limpio, bien cuidado y bien atendido. Un sueño con un 99,9999% de probabilidades de que no se haga realidad, porque de lotería sólo compro por Navidades, y a mis 46 años, después de toda una vida trabajando, sigo con la desgracia de no disponer todavía de medios de fortuna. Pero tengo dos muy buenos tesoros: mis dos hijos, y una salud relativamente buena. No se puede tener todo en la vida.
En la Antigua Roma, poseer un caballo público a expensas del Estado, era distintivo de gran prestigio social, y a muy pocos ciudadanos se le concedía un caballo público. También en la continuación de los procesos históricos que vendrían a continuación, muchas veces el Estado concedía un caballo a sus expensas a ciudadanos de probados méritos y de gran prestigio. No obstante, quien se lo podía permitir, disponía de un caballo, y de ahí el nombre de caballero, que significa alguien educado y de cierta respetable posición social. Muy poca gente tenía el privilegio de tener un caballo propio.
La primera vez que tuve el gusto y la gran ilusión de montarme en un caballo, fue en mi preadolescencia. En el bañolense Paseo Dalmau, al tocar el lago de Banyoles, cerca del popular bar “Bon Repós”, a la entrada del campo de fútbol nuevo, había un señor algo gordo y de edad, que se dedicaba a la explotación turística de unos cuantos caballos de cuadra, incluidas algunas mulas, y por unas pesetillas, te alquilaba el animal para que lo montases unos minutos. Se llamaba “La quadra lliure” (cuadra libre). Eran los tiempos que se toleraban cualquier negocio de chiringuito, y que hoy día sería algo totalmente ilegal. Experimenté un enorme placer cuando me di de lleno al galope, de modo que en cuanto pude, volví a ahorrar de la pequeña y casi insignificante paga semanal que me concedían mis padres, y recuerdo que volví a montar por lo menos tres veces más. Pero es que ya no tenía dinero para más, así que tuve que dejarlo. ¡Cristo!, cuando iba al galope me sentía como John Wayne cabalgando por el farst west, aunque la mejor escena cinematográfica que recuerdo, aparte de las carreras de caballos de Ben Hur, es la de Indiana Jones persiguiendo los camiones de los nazis que transportaban el arca perdida que finalmente había encontrado.
Supongo que cuando tienes un caballo propio, al igual que el perro que has tenido para compartir otros tipos de aventuras y de deportes, llegas a complementarte con él de modo natural. Cuando lo montas, nada más estar encima de él, la manera de moverse, de caminar, de reaccionar, son mensajes del animal que palpas, como si fueras una continuación de él mismo. Y lo mismo el equino con la persona afín que lo monta: su caricia, su palmada, su movimiento de las piernas, sus estiradas, …el caballo capta perfectamente las señales y los mensajes de su dueño, incluso su estado de ánimo. Por eso tener caballo propio, y complementarse con él, es algo muy personal. Entonces con el tiempo, prácticamente el hombre puede llegar a sentirse como un auténtico centauro. Y creo que de ahí viene ese inmenso amor que muchas personas sienten por los caballos, un animal noble, hermoso, pacífico, y totalmente fiel a su dueño.
Así que me hace ilusión tener mi propio caballo, de modo que si me toca la lotería, queridos lectores de mi blog, me compro un hermoso y magnifico caballo para montar en mis momentos de recreo, y una buena cuadra donde alojarlo, junto con la contratación de un competente mozo para que me tenga el caballo limpio, bien cuidado y bien atendido. Un sueño con un 99,9999% de probabilidades de que no se haga realidad, porque de lotería sólo compro por Navidades, y a mis 46 años, después de toda una vida trabajando, sigo con la desgracia de no disponer todavía de medios de fortuna. Pero tengo dos muy buenos tesoros: mis dos hijos, y una salud relativamente buena. No se puede tener todo en la vida.
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2 comentarios:
Hola, he encontrado el este blog por casualidad y me gustaría decir que has descrito perfectamente lo que es tener un caballo propio... Incluso me he emocionado. Hace unos meses yo todavía tenia caballo, por una disputa familiar me lo quitaron, mejor dicho me lo robaron... Y leyendo esto me he emocionado mucho. Por que es exactamente lo que uno siente cuando se complementa con Su caballo. Te animo a que no desistas de intentar tener un caballo, es la mejor sensación de amor y libertad que podrás tener nunca.
Saludos
Excelente tu perspectiva sobre los caballos son animales hermosos. tener un caballo no es un imposible no desistas.
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