viernes, 28 de agosto de 2009
CARTA SOBRE UNA TORRIDA AVENTURA DE VERANO EN PRIMERA PERSONA, DE UN CATALÁN A UNA ASTURIANA
Querida Patricia:
Sé que ya has regresado a tu pueblo asturiano con tu gente, ejerciendo ese cargo político, del que nunca me importó, pero te escribo para que no te olvides de lo que fue aquella noche nuestra. Sé que eres conservadora, pero esos fugaces días que estuviste conmigo, en tus vacaciones, no lo fuiste que digamos,…¿pero qué importa?,…los dos nos sentimos liberados. Cuando te conocí, me impresionó tu simpatía, tu belleza, tu inteligencia, tu gran cultura, tu amabilidad, tu sentido del humor,.... te descubrí y te entendí perfectamente, excepto las breves palabras en bable, y por eso me sentí afortunado de haberte conocido. Recuerdo que decían de ti “aquella pepera de la repera, terror de los sociatas”. Ahora, en tu ajetreo de siempre, y para que no se te olvide, quiero detallarte la aventura que tuviste conmigo:
Como buen catalán de provincia de Girona, me la conozco casi toda palmo a palmo, y en el litoral de cerca tenemos un lugar que llaman Costa Brava, que seguramente tú como buena española, como la mujer culta e ilustrada que eres, sabrás adónde me refiero. En ella existen varias localidades turísticas, pero sólo yo sé donde está el mejor lugar, y la mejor playa (aparte de que puedes encontrar una total intimidad por la noche). Se trata de la playa de Ampurias, cerca de unas ruinas greco-romanas del mismo nombre. Allí la arena es finísima, y cuando te metes en el agua, puedes estar de pie dentro de ella, hasta casi medio kilómetro mar adentro antes de que el agua te llegue a la alzada del cuello, lo que hace del sitio el lugar ideal para pasear de pie dentro del agua, si así lo deseas. Busca un buen mapa, mira el golfo de Rosas, o de La Escala (que viene a ser lo mismo), en la parte noreste de la costa española, y podrás ver adónde me refiero. En aquellas aguas se ven las poblaciones que rodean el golfo, y de noche, si vas allí a bañarte, no sólo tienes la compañía de la luna y las estrellas, sino de los puntos de luz de las poblaciones que las envueltan, de modo que por allí, esas luces que son como faros, de noche te orientan en la posición adonde estás, y es prácticamente imposible perderte (siempre que estés dentro del golfo, claro). El agua allí es limpia, cristalina, y me he bañado innumerables veces allí: he visto muchas medusas, y con los años que tengo, nunca me ha picado ninguna, como si me amara el dios Neptuno. Desde los 6 años, que me saqué el diploma de nadador, soy miembro del Club Natación Banyoles: allí está el lago más grande de toda Cataluña, hasta el punto de que aquella gran piscina natural es un importante lugar de competiciones internacionales de remo. Aquel lago tiene un perímetro de 8 kms, y unos 2’5 kms de largo, y en él he nadado y entrenado varias veces, lo que me da idea de mi capacidad dentro del agua. Conozco y he hablado con gente de aquí que han atravesado a nado el estrecho de Gibraltar (acompañado de una barca, claro, pues en aquellas aguas existe el peligro de que te trague algún depredador, algún tiburón), que son tan sólo unos 15 kms los que separan África de Europa, pero que además, si la corriente te es favorable, parece que son menos: eso supone nadar dos veces seguidas lo que es la ribera de nuestro lago, lo que si estuviera bien entrenado, también me veo con capacidad de irme al otro lado, sin necesidad de patera o cayuco, esas embarcaciones de triste fama con lo que los africanos intentan salvar el obstáculo para llegar al “paraíso europeo”. ¿Por qué te cuento ahora todo esto, Patricia?, pues para hacerte recordar que conmigo, aquella vez que aceptaste mi invitación a venirte al agua, estabas en manos seguras, aunque redoblada esa seguridad el hecho de que tú también eres consumada nadadora en tu tierra, de la cual no sé si las aguas del Cantábrico son más frías que las de aquí. Pero todo eso, ¿qué nos importa?
¿Cómo vamos a olvidar la aventura de aquella noche calurosa?. Intentaré hacer memoria: hace unas semanas, que ya las siento lejanas, aquel sábado noche, que estabas por aquí de vacaciones, te había invitado a salir conmigo, y te había llevado a La Escala a cenar. Bueno, recuerdas que te dije que yo no tenía un Ferrari rojo como el tuyo, niña de la burguesía asturiana, pero te mostré que tengo un cómodo y pequeño Renault Clío, que incluso es mucho mejor que los lujosos Mercedes, o el BWM, de mis amigos, con los que a veces vamos de marcha. Te llevé de paseo por La Escala, por esas estrechas calles que dan un aire romántico de viejo pueblo pescador y turístico a la vez. Las tranquilas caminatadas fueron a abrirte el apetito, preludio de una buena cena. Y te llevé a comer en un lugar que tiene buenas vistas al Mediterráneo, en donde se come el mejor arroz marinero de toda España (no digo en Valencia, porque la paella es de allí), que es como una paella, ya que me hablaste de paellas. O bien, recuerdo que te dije que si lo preferías, te llevo a otro sitio de allí donde hacen las mejores y más sabrosas pizzas que he comido. Fue una agradable velada contigo, Patricia. Después de la cena, nos apetecía un buen paseo por la playa: los de allí son largos, con buenos caminos desde los cuales se oyen los susurros de las olas del mar, y te llevé a la playa que te he mencionado al principio de la carta: allí habían algunas barcas de pescadores abandonadas, y palos de las ramas de los matorrales de cerca, con los cuales, dando la vuelta a la pequeña barca, y sosteniéndola con un palo, aquello se convirtió en una especie de tienda-refugio, en el que pusimos una la toalla grande al suelo de arena, y allí empezaste a quitarte las prendas que llevabas encima, para dejarlas ahí, y meterte al agua que invitaba a un refrescante remojón nocturno. Allí te llevé, mi querida asturiana, con la que podías sentirte segura, porque como ya te había dicho, parezco el hijo predilecto de Neptuno, el dios del mar. Y allí, y con tan sólo la luz de la luna, que se refleja en el agua, pude contemplarte tal como viniste a ese mundo, tocarte esos suaves pechos tuyos, acariciarte, abrazarte, peinarte con mis dedos esos finos y sedosos cabellos de oro que tienes. Recuerdo que te dije: ven Patricia, vamos mar adentro: ¿nadamos, cual sirena o delfín?, o prefieres más ser tomada de la mano y pasear mar adentro, sintiendo no sólo mis caricias, mis abrazos, mis besos, sino también toda esa agua salada que rodea suavemente todo tu cuerpo. ¡Qué sensación te dio el Mediterráneo!, ¡cómo eran testigos de tu baño la luna, las estrellas, esos haces de luces de las poblaciones que envueltan el golfo. No me extrañó que una vez me dijiste que llegaste a amar y a admirar mucho a Cataluña, bella y hermosa asturiana. Y agua adentro, abrazabas a este catalán, te colgaste encima de él, te sosteniste con él con tus piernas que le rodean, y con los brazos tuyos que también se sostenían encima de él, y entre tus piernas sentiste la caricia de aquello que recuerda a una butifarra, algo típico de la región, acompañado de judías. Y te sentiste....bueno....¡excitada!, que aquel baño era como un sueño del cual te dejaste llevar y no quisiste despertar: en largos minutos, era como si el tiempo no se parara: jugando, acariciando, besando, abrazando, nadando, conversando,...todo dentro de las extrañas del Mediterráneo. Después de tantos besos robados dentro del agua, nos apetecía un descanso, y nos metimos a cubierto dentro de la barca-tienda improvisada. Pero no fuimos a vestirnos, no teníamos frío,....además nos gustaba tocar y contemplar mutuamente nuestros cuerpos. Pero no estábamos cansados que digamos, sino excitados, con esas ganas de besos, de caricias, de abrazos, otra vez renacidos con más intensidad. Te dije: “descansa un poco, Patricia, estirate encima de la toalla”, y entonces me puse encima de ti, y te besé, buscando el contacto de tu anhelada lengua (sí, Patricia, me gustaban mucho tus besos con lengua, me excitaban, me encantaban...),…y recuerdo que me acerqué a tus oídos, y te dije un pequeño susurro: ¡te quiero, Patricia!, y te lo repetí: ¡te quiero Patricia!, y fui bajando, como si te comiera entera a base de besos y lamidas, y llegué a tus pechos, en los que hice con tus pezones algo parecido a lo que hacen los recién nacidos cuando buscan la leche. Sobí, sobí, y sobí, pero no salía leche,...pero qué importa, me gustaba lamerte, sobarte, besarte tus pechos, tus pezones, mientras me mirabas con tus ojos azulados de valkiria. Y bajé...¿qué es ese agujero?, ¿es eso que dicen el centro del mundo?,...pues se da bien, porque la lengua me permitía no dejarte sin explorar esos agujeros, que llevan hacia más abajo, a otro agujero, que de lo jugoso que estaba, parecía casi un manantial, con un gusto salado, muy agradable, que no se debía precisamente por haberse bañado en el mar. Y más abajo, ese par de columnas que sostiene al monumental y adorado edificio de arriba que se llama Patricia, tu misma, acariciado, besado,....y es que toda esa Patricia era bella, era sabrosa, que merecía ser comida, contemplada. ¡Oh Patricia, qué bien me sentí contigo!, ¡eras todo un festín de mujer, hermosa asturiana!. Y todo eso llevó a tus pies: sólo el hombre que quiere de verdad a una mujer, le besa los pies,…¿recuerdas que te lo dije?,…y luego me puse a morderte suavemente los dedos. ¿Recuerdas si te han besado alguna vez los pies?; seguro que yo el primero. Oh, Patricia,...¿que tal te sentiste al ser todo poseída?, ¡qué bien que me sentí que te entregases!. Recuerdo que luego me tocó a mi tumbarme, pero igualmente no ibas a cansarte, Patricia. Te pusiste encima mío, y entonces cogiste ese erecto pené mío y te lo pusiste dentro de tu vagina, e hiciste como si cabalgaras montada encima de un caballo. Me gusto verte a los ojos, tu hermosa cara, tu perfecta nariz algo respingona, tus labios que sabían a fresas, tus hermosos y turgentes pechos,....verte a toda ti, Patricia, montada encima de ese miembro mío erecto, que soportó gustosamente todo lo que pudo las sacudidas de placer que le proporcionó tu jugoso agujero. Y recuerdo que en aquellos instantes te besé, y te abracé, y sentí que estaba muy bien follando contigo, como si eso fuera tu mejor regalo, la manifestación de que te entregabas por entero, como si dijeras “soy una mujer que soy toda tuya, y que me encanta gozar y tener para mí todo el hombre que tú eres”. Entonces ocurrieron unos gritos salvajes, y dentro de tu interior sentiste el chorreo de un caliente líquido, que te hizo sentir bien y que tanto gusto te dio, que justo en ese mismo momento tú te corriste, te derretiste por completo. Y aquel líquido no era la leche de la “Central lechera Asturiana” que sale por la tele, te dije en broma, sino que era mi leche natural, el fruto vital de mi propio cuerpo, ¡la leche de verdad!. ¡No, Patricia, no la saques!, -te dije- ¡déjala ahí, pues me sienta bien sentirte toda tú adentro!. Te dejaste caer encima mío, y te tomaste unos instantes de descanso, y sin sacar esa cosa que tanto gusto te daba y que tanto gusto me daba a mi, al cabo de unos minutos de ese descanso que te brindó la noche fresca, notaste que de nuevo volvía a ponerse erecta dentro de ti. ¡ No la saques, Patricia!, -te rogué-, y ahí se quedó dentro tuyo, pasando todo lo que quedó del tiempo conversando contigo. Y es que tanto tú como yo somos personas cultas, y además nos sentó bien en una buena conversación sobre las cosas interesantes que me contabas sobre tu vida, mientras seguíamos follando inconscientemente. Y aunque estabas encima, no te cansabas, porque yo doblé las piernas, y con ello es como si tuvieras el respaldo de una silla para descansar. ¡Oh, Patricia, qué noche más loca pasé contigo.
Ahora se acaba agosto, y volviste a tu tierra. La aventura pasó,…y cuando me despedí de ti, te pregunté: ¿qué pasará?, como si no tuviera claro el futuro, puesto que anteriormente ya me dijiste desde el principio que estabas casada y que tenías un importante cargo político, pero que estabas dispuesta para dejarte llevar por la emoción de la aventura. Aquel verano del 2009 que pronto terminará, fue inolvidable para nosotros, y nos quedará en el recuerdo. Un beso y una sonrisa, Patricia,…, y aunque este sea nuestro secreto, no te olvides de tu amigo, aquí en Cataluña.
Sé que ya has regresado a tu pueblo asturiano con tu gente, ejerciendo ese cargo político, del que nunca me importó, pero te escribo para que no te olvides de lo que fue aquella noche nuestra. Sé que eres conservadora, pero esos fugaces días que estuviste conmigo, en tus vacaciones, no lo fuiste que digamos,…¿pero qué importa?,…los dos nos sentimos liberados. Cuando te conocí, me impresionó tu simpatía, tu belleza, tu inteligencia, tu gran cultura, tu amabilidad, tu sentido del humor,.... te descubrí y te entendí perfectamente, excepto las breves palabras en bable, y por eso me sentí afortunado de haberte conocido. Recuerdo que decían de ti “aquella pepera de la repera, terror de los sociatas”. Ahora, en tu ajetreo de siempre, y para que no se te olvide, quiero detallarte la aventura que tuviste conmigo:
Como buen catalán de provincia de Girona, me la conozco casi toda palmo a palmo, y en el litoral de cerca tenemos un lugar que llaman Costa Brava, que seguramente tú como buena española, como la mujer culta e ilustrada que eres, sabrás adónde me refiero. En ella existen varias localidades turísticas, pero sólo yo sé donde está el mejor lugar, y la mejor playa (aparte de que puedes encontrar una total intimidad por la noche). Se trata de la playa de Ampurias, cerca de unas ruinas greco-romanas del mismo nombre. Allí la arena es finísima, y cuando te metes en el agua, puedes estar de pie dentro de ella, hasta casi medio kilómetro mar adentro antes de que el agua te llegue a la alzada del cuello, lo que hace del sitio el lugar ideal para pasear de pie dentro del agua, si así lo deseas. Busca un buen mapa, mira el golfo de Rosas, o de La Escala (que viene a ser lo mismo), en la parte noreste de la costa española, y podrás ver adónde me refiero. En aquellas aguas se ven las poblaciones que rodean el golfo, y de noche, si vas allí a bañarte, no sólo tienes la compañía de la luna y las estrellas, sino de los puntos de luz de las poblaciones que las envueltan, de modo que por allí, esas luces que son como faros, de noche te orientan en la posición adonde estás, y es prácticamente imposible perderte (siempre que estés dentro del golfo, claro). El agua allí es limpia, cristalina, y me he bañado innumerables veces allí: he visto muchas medusas, y con los años que tengo, nunca me ha picado ninguna, como si me amara el dios Neptuno. Desde los 6 años, que me saqué el diploma de nadador, soy miembro del Club Natación Banyoles: allí está el lago más grande de toda Cataluña, hasta el punto de que aquella gran piscina natural es un importante lugar de competiciones internacionales de remo. Aquel lago tiene un perímetro de 8 kms, y unos 2’5 kms de largo, y en él he nadado y entrenado varias veces, lo que me da idea de mi capacidad dentro del agua. Conozco y he hablado con gente de aquí que han atravesado a nado el estrecho de Gibraltar (acompañado de una barca, claro, pues en aquellas aguas existe el peligro de que te trague algún depredador, algún tiburón), que son tan sólo unos 15 kms los que separan África de Europa, pero que además, si la corriente te es favorable, parece que son menos: eso supone nadar dos veces seguidas lo que es la ribera de nuestro lago, lo que si estuviera bien entrenado, también me veo con capacidad de irme al otro lado, sin necesidad de patera o cayuco, esas embarcaciones de triste fama con lo que los africanos intentan salvar el obstáculo para llegar al “paraíso europeo”. ¿Por qué te cuento ahora todo esto, Patricia?, pues para hacerte recordar que conmigo, aquella vez que aceptaste mi invitación a venirte al agua, estabas en manos seguras, aunque redoblada esa seguridad el hecho de que tú también eres consumada nadadora en tu tierra, de la cual no sé si las aguas del Cantábrico son más frías que las de aquí. Pero todo eso, ¿qué nos importa?
¿Cómo vamos a olvidar la aventura de aquella noche calurosa?. Intentaré hacer memoria: hace unas semanas, que ya las siento lejanas, aquel sábado noche, que estabas por aquí de vacaciones, te había invitado a salir conmigo, y te había llevado a La Escala a cenar. Bueno, recuerdas que te dije que yo no tenía un Ferrari rojo como el tuyo, niña de la burguesía asturiana, pero te mostré que tengo un cómodo y pequeño Renault Clío, que incluso es mucho mejor que los lujosos Mercedes, o el BWM, de mis amigos, con los que a veces vamos de marcha. Te llevé de paseo por La Escala, por esas estrechas calles que dan un aire romántico de viejo pueblo pescador y turístico a la vez. Las tranquilas caminatadas fueron a abrirte el apetito, preludio de una buena cena. Y te llevé a comer en un lugar que tiene buenas vistas al Mediterráneo, en donde se come el mejor arroz marinero de toda España (no digo en Valencia, porque la paella es de allí), que es como una paella, ya que me hablaste de paellas. O bien, recuerdo que te dije que si lo preferías, te llevo a otro sitio de allí donde hacen las mejores y más sabrosas pizzas que he comido. Fue una agradable velada contigo, Patricia. Después de la cena, nos apetecía un buen paseo por la playa: los de allí son largos, con buenos caminos desde los cuales se oyen los susurros de las olas del mar, y te llevé a la playa que te he mencionado al principio de la carta: allí habían algunas barcas de pescadores abandonadas, y palos de las ramas de los matorrales de cerca, con los cuales, dando la vuelta a la pequeña barca, y sosteniéndola con un palo, aquello se convirtió en una especie de tienda-refugio, en el que pusimos una la toalla grande al suelo de arena, y allí empezaste a quitarte las prendas que llevabas encima, para dejarlas ahí, y meterte al agua que invitaba a un refrescante remojón nocturno. Allí te llevé, mi querida asturiana, con la que podías sentirte segura, porque como ya te había dicho, parezco el hijo predilecto de Neptuno, el dios del mar. Y allí, y con tan sólo la luz de la luna, que se refleja en el agua, pude contemplarte tal como viniste a ese mundo, tocarte esos suaves pechos tuyos, acariciarte, abrazarte, peinarte con mis dedos esos finos y sedosos cabellos de oro que tienes. Recuerdo que te dije: ven Patricia, vamos mar adentro: ¿nadamos, cual sirena o delfín?, o prefieres más ser tomada de la mano y pasear mar adentro, sintiendo no sólo mis caricias, mis abrazos, mis besos, sino también toda esa agua salada que rodea suavemente todo tu cuerpo. ¡Qué sensación te dio el Mediterráneo!, ¡cómo eran testigos de tu baño la luna, las estrellas, esos haces de luces de las poblaciones que envueltan el golfo. No me extrañó que una vez me dijiste que llegaste a amar y a admirar mucho a Cataluña, bella y hermosa asturiana. Y agua adentro, abrazabas a este catalán, te colgaste encima de él, te sosteniste con él con tus piernas que le rodean, y con los brazos tuyos que también se sostenían encima de él, y entre tus piernas sentiste la caricia de aquello que recuerda a una butifarra, algo típico de la región, acompañado de judías. Y te sentiste....bueno....¡excitada!, que aquel baño era como un sueño del cual te dejaste llevar y no quisiste despertar: en largos minutos, era como si el tiempo no se parara: jugando, acariciando, besando, abrazando, nadando, conversando,...todo dentro de las extrañas del Mediterráneo. Después de tantos besos robados dentro del agua, nos apetecía un descanso, y nos metimos a cubierto dentro de la barca-tienda improvisada. Pero no fuimos a vestirnos, no teníamos frío,....además nos gustaba tocar y contemplar mutuamente nuestros cuerpos. Pero no estábamos cansados que digamos, sino excitados, con esas ganas de besos, de caricias, de abrazos, otra vez renacidos con más intensidad. Te dije: “descansa un poco, Patricia, estirate encima de la toalla”, y entonces me puse encima de ti, y te besé, buscando el contacto de tu anhelada lengua (sí, Patricia, me gustaban mucho tus besos con lengua, me excitaban, me encantaban...),…y recuerdo que me acerqué a tus oídos, y te dije un pequeño susurro: ¡te quiero, Patricia!, y te lo repetí: ¡te quiero Patricia!, y fui bajando, como si te comiera entera a base de besos y lamidas, y llegué a tus pechos, en los que hice con tus pezones algo parecido a lo que hacen los recién nacidos cuando buscan la leche. Sobí, sobí, y sobí, pero no salía leche,...pero qué importa, me gustaba lamerte, sobarte, besarte tus pechos, tus pezones, mientras me mirabas con tus ojos azulados de valkiria. Y bajé...¿qué es ese agujero?, ¿es eso que dicen el centro del mundo?,...pues se da bien, porque la lengua me permitía no dejarte sin explorar esos agujeros, que llevan hacia más abajo, a otro agujero, que de lo jugoso que estaba, parecía casi un manantial, con un gusto salado, muy agradable, que no se debía precisamente por haberse bañado en el mar. Y más abajo, ese par de columnas que sostiene al monumental y adorado edificio de arriba que se llama Patricia, tu misma, acariciado, besado,....y es que toda esa Patricia era bella, era sabrosa, que merecía ser comida, contemplada. ¡Oh Patricia, qué bien me sentí contigo!, ¡eras todo un festín de mujer, hermosa asturiana!. Y todo eso llevó a tus pies: sólo el hombre que quiere de verdad a una mujer, le besa los pies,…¿recuerdas que te lo dije?,…y luego me puse a morderte suavemente los dedos. ¿Recuerdas si te han besado alguna vez los pies?; seguro que yo el primero. Oh, Patricia,...¿que tal te sentiste al ser todo poseída?, ¡qué bien que me sentí que te entregases!. Recuerdo que luego me tocó a mi tumbarme, pero igualmente no ibas a cansarte, Patricia. Te pusiste encima mío, y entonces cogiste ese erecto pené mío y te lo pusiste dentro de tu vagina, e hiciste como si cabalgaras montada encima de un caballo. Me gusto verte a los ojos, tu hermosa cara, tu perfecta nariz algo respingona, tus labios que sabían a fresas, tus hermosos y turgentes pechos,....verte a toda ti, Patricia, montada encima de ese miembro mío erecto, que soportó gustosamente todo lo que pudo las sacudidas de placer que le proporcionó tu jugoso agujero. Y recuerdo que en aquellos instantes te besé, y te abracé, y sentí que estaba muy bien follando contigo, como si eso fuera tu mejor regalo, la manifestación de que te entregabas por entero, como si dijeras “soy una mujer que soy toda tuya, y que me encanta gozar y tener para mí todo el hombre que tú eres”. Entonces ocurrieron unos gritos salvajes, y dentro de tu interior sentiste el chorreo de un caliente líquido, que te hizo sentir bien y que tanto gusto te dio, que justo en ese mismo momento tú te corriste, te derretiste por completo. Y aquel líquido no era la leche de la “Central lechera Asturiana” que sale por la tele, te dije en broma, sino que era mi leche natural, el fruto vital de mi propio cuerpo, ¡la leche de verdad!. ¡No, Patricia, no la saques!, -te dije- ¡déjala ahí, pues me sienta bien sentirte toda tú adentro!. Te dejaste caer encima mío, y te tomaste unos instantes de descanso, y sin sacar esa cosa que tanto gusto te daba y que tanto gusto me daba a mi, al cabo de unos minutos de ese descanso que te brindó la noche fresca, notaste que de nuevo volvía a ponerse erecta dentro de ti. ¡ No la saques, Patricia!, -te rogué-, y ahí se quedó dentro tuyo, pasando todo lo que quedó del tiempo conversando contigo. Y es que tanto tú como yo somos personas cultas, y además nos sentó bien en una buena conversación sobre las cosas interesantes que me contabas sobre tu vida, mientras seguíamos follando inconscientemente. Y aunque estabas encima, no te cansabas, porque yo doblé las piernas, y con ello es como si tuvieras el respaldo de una silla para descansar. ¡Oh, Patricia, qué noche más loca pasé contigo.
Ahora se acaba agosto, y volviste a tu tierra. La aventura pasó,…y cuando me despedí de ti, te pregunté: ¿qué pasará?, como si no tuviera claro el futuro, puesto que anteriormente ya me dijiste desde el principio que estabas casada y que tenías un importante cargo político, pero que estabas dispuesta para dejarte llevar por la emoción de la aventura. Aquel verano del 2009 que pronto terminará, fue inolvidable para nosotros, y nos quedará en el recuerdo. Un beso y una sonrisa, Patricia,…, y aunque este sea nuestro secreto, no te olvides de tu amigo, aquí en Cataluña.
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2 comentarios:
puton de bar follame
Y eso que Patricia era del PP, si llega a ser de IU hasta la das x detras
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