sábado, 1 de agosto de 2009
FUMANDO ESPERO: SEÑORES DEL GOBIERNO, ¿PARA CUANDO LA LEY QUE PROHIBE PROHIBIR?
Cuando ceno, a veces pongo la tele como compañía, y ayer en el telediario vi. la noticia de que el gobierno pretende endurecer aún más la ley que prohíbe fumar, ampliando su radio de acción, hasta el punto de que al final parece ser que el único lugar donde no estará prohibido fumar será en el domicilio, él único lugar que es inviolable según la Constitución, y aún aquí cabe el peligro de que el gobierno acabe por prohibir también fumar en según que habitaciones. Estamos llegando a un punto de que a golpe de embrolladas leyes, el gobierno pretende controlarlo todo, hasta el punto de que “El Gran Hermano” al que se refería George Orwell en su obra “1984”, al final no es otra cosa que eso que compone el gobierno. Cada día que pasa, el nivel de control, y por tanto de opresión, por parte del Estado es cada vez mayor sobre el ciudadano. Hay demasiado Estado, demasiadas leyes; y conviene más individuo y más libertades públicas. Eso me hace recordar aquel dicho del dictador Francisco Franco: “hágame caso, no hable de política”. Hoy día, casi 34 años después de la muerte de quién fuera Caudillo de España, si comparamos las leyes que tenemos ahora, con las que había en la época del dictador, nos daríamos cuenta de que ahora hay tantas, que aunque aquello era una Dictadura, las libertades públicas eran mucho más amplias que en la actualidad.
No somos tontos, y por supuesto que nadie está obligado a fumar y todos saben perfectamente que no es bueno. No negaré que el tabaco es malo para la salud, pero existen muchísimas cosas que son muchísimo más malo para los pulmones, y por ende para la salud, como por ejemplo, el siempre constante polvo que tienen que soportar los que trabajan en la construcción, o los que en las oficinas respiran un artificial aire acondicionado. Sólo ese par de ejemplos, son infinitamente mucho más dañinos que el humo del tabaco propiamente dicho, y a nadie se le ha ocurrido prohibir eso, por el bien de la salud ciudadana, para ahorrar muertes, y para ahorrar gastos innecesarios que tenga que soportar la Seguridad Social. Ciertamente puede parecer que el gobierno se preocupa por la salud de los ciudadanos, pero la verdad de todo esto, es que lo hace para ver si logran reducir los gastos de la Seguridad Social producidos por lo que se supone que derivan de las enfermedades pulmonares, y por ende del mal hábito de fumar,… y se equivocan. Por otra parte, no se tiene el consideración que se lesionan los derechos de aquellos a quienes les gusta fumar, y en consecuencia, creo que lo más razonable y civilizado sería la aplicación del sentido común: a nadie se le debería de prohibir fumar, máxime cuando a cada esquina tenemos algo mucho más toxico y contaminante que el propio humo del tabaco, y tan sólo el fumador debería de pedir permiso para fumar, cuando hubiera alguien al lado, por educación. Y si, por ejemplo, en un bar hay gente fumando, a nadie se le prohíbe entrar o salir del bar si dentro se encuentra gente fumando. En consecuencia: nadie obliga a nadie a fumar, y lo mismo, nadie debería de prohibir a nadie fumar, y mucho menos el gobierno, por lo de recorte de libertades públicas que ello supone. Debo reconocerlo, a mi no me molesta que nadie fume delante de mí, porque como he estado muchísimos años trabajando en el ramo de la construcción, he tenido que soportar el inevitable y constante polvo, que es muchísimo peor que el humo del tabaco, y cada vez que voy al médico, mis pulmones no dan señales de estar mal, a pesar de todo.
En mis tiempos de adolescente, veíamos al chico vaquero del Marlboro, o chicas bellísimas anunciando tabaco, por no decir las películas de Humprey Bogart, o del héroe de cine con tabaco en mano discutiendo con la guapa de turno, que se relajaba saboreando las delicias de un buen cigarrillo o puro. O de quien siempre tenía el placer de disfrutar de un buen puro, como el coronel Aníbal Smith del Equipo A. El tabaco puede llegar a ser un estimulante, un relajante que reconforta del stress de cada día, y a nadie debería de prohibírselo, aunque sea a costa de perjudicar la salud a la larga. ¿Os acordáis del presidente Adolfo Suárez, o del líder comunista Santiago Carrillo con sus inseparables cigarrillos, fumando en el parlamento español?, ¿O a Felipe González fumándose los sabrosos Cohíbas que le enviaba su amigo Fidel Castro desde Cuba, en los asientos mismos del Parlamento en las sesiones de control?. Pues bien, el viejo líder comunista camino de alcanzar los 100 años, sigue vivo, lúcido, y fumando, sin haber creado demasiados problemas a la Seguridad Social. Mientras aquellos carismáticos líderes de la transición dominaban la escena política española, a nadie se le ocurría prohibir fumar a nadie. Pues bien, ahora son los mismos lacayos del Gran Hermano que quieren controlarlo todo, los que se han privado ellos mismos de uno de los mejores placeres de la vida: el de fumar tabaco. Me acuerdo de aquellos tiempos del fumador presidente Adolfo Suárez en los que quedaba bien, que para abordar a la chica de turno se le pudiera pedir un cigarrillo como excusa, o que ella pidiera si le prestan el mechero o si le dan fuego; era un bonito rito social para presentarse, preludio de un ligue, y ahora los cabrones lo han suprimido, cuando está probado que el daño para la salud es mínimo si la persona se cuida bien a base de deporte, actividad y vida normal. Y se dice que Adolfo Suárez venció en dos elecciones generales, porque la inmensa mayoría de los joviales fumadores españoles se sintieron identificados con ese presidente tan fumador. Por otra parte, esos actuales miopes del gobierno se olvidan de que la cajetilla de tabaco está muy gravada, y que supone una muy importante fuente de recaudación fiscal para Hacienda. Cada vez que el gobierno necesita dinero, tan sólo le basta con subir la cajetilla de cigarrillos unos cuantos céntimos, y ya le llueven millones al instante, mientras los amantes del tabaco se resignan y pagan igual; pero ahora el gobierno sacan el dinero a base de embargos y multas, cuando antes eran tan sólo los fumadores y bebedores los que indirectamente soportaban mayor carga fiscal. En Francia mismo, tan gravado está el tabaco, que los gabachos se bajan a España expresamente para comprarse unos cuantos cartones con cajetillas de tabaco dentro. Además si se prohíbe a la gente fumar, no sólo están reduciendo una importante fuente recaudatoria, sino que van a dar paso a otro mal mayor que terminará por soportar la Seguridad Social: la obesidad. Está probado de que si la gente no fuma, engorda; y que el placer de fumar mantiene delgado a alguien, porque le quita el hambre.
Después de una buena comida, a mucha gente apetece el placer de un buen cigarrillo. Tan bueno es el aroma, gusto y placer del tabaco, que en Estados Unidos existe un famoso club del puro habano, que tiene personajes tan ilustres como el ex presidente Bill Clintón, o el governor-terminator de California Arnold Schwarzenegger. Hasta es paradójico que el mismo Obama sea fumador, aunque pretenda llevar la prohibición de fumar a las calles norteaméricanas.
Mientras tanto me voy a ver a mi tío Perico, ferviente usuario del papelito y la picadura, a ver si me da un “Montecristo” de su buena caja de puros de cuidada madera, para que, como la protagonista de el último cuplé, Sara Montiel, la Sara de España, fumando espero para que terminen con la prohibición de fumar, y todas aquellas prohibiciones que tanto han reducido las libertades públicas. Os adjunto la letra de la famosa canción de Sarísima:
Fumar es un placer
genial, sensual.
Fumando espero
al hombre a quien yo quiero,
tras los cristales
de alegres ventanales.
Y mientras fumo,
mi vida no consumo
porque flotando el humo
me suelo adormecer...
Tendida en la chaisse longue
fumar y amar...
Ver a mi amante
solícito y galante,
sentir sus labios
besar con besos sabios,
y el devaneo
sentir con más deseos
cuando sus ojos veo,
sedientos de pasión.
Por eso estando mi bien
es mi fumar un edén.
Dame el humo de tu boca.
Anda, que así me vuelvo loca.
Corre que quiero enloquecer
de placer,
sintiendo ese calor
del humo embriagador
que acaba por prender
la llama ardiente del amor.
Pero como tampoco quiero que mi publicación de hoy sea un alegato a favor del destrozo de los pulmones, os añado un video en el que se muestra un experimento para que seáis conscientes de las consecuencias a las que puede llevar ese hábito con el paso de los años si se lleva una vida muelle, que por supuesto no es nada bueno para los pulmones y por ende para la salud:
No somos tontos, y por supuesto que nadie está obligado a fumar y todos saben perfectamente que no es bueno. No negaré que el tabaco es malo para la salud, pero existen muchísimas cosas que son muchísimo más malo para los pulmones, y por ende para la salud, como por ejemplo, el siempre constante polvo que tienen que soportar los que trabajan en la construcción, o los que en las oficinas respiran un artificial aire acondicionado. Sólo ese par de ejemplos, son infinitamente mucho más dañinos que el humo del tabaco propiamente dicho, y a nadie se le ha ocurrido prohibir eso, por el bien de la salud ciudadana, para ahorrar muertes, y para ahorrar gastos innecesarios que tenga que soportar la Seguridad Social. Ciertamente puede parecer que el gobierno se preocupa por la salud de los ciudadanos, pero la verdad de todo esto, es que lo hace para ver si logran reducir los gastos de la Seguridad Social producidos por lo que se supone que derivan de las enfermedades pulmonares, y por ende del mal hábito de fumar,… y se equivocan. Por otra parte, no se tiene el consideración que se lesionan los derechos de aquellos a quienes les gusta fumar, y en consecuencia, creo que lo más razonable y civilizado sería la aplicación del sentido común: a nadie se le debería de prohibir fumar, máxime cuando a cada esquina tenemos algo mucho más toxico y contaminante que el propio humo del tabaco, y tan sólo el fumador debería de pedir permiso para fumar, cuando hubiera alguien al lado, por educación. Y si, por ejemplo, en un bar hay gente fumando, a nadie se le prohíbe entrar o salir del bar si dentro se encuentra gente fumando. En consecuencia: nadie obliga a nadie a fumar, y lo mismo, nadie debería de prohibir a nadie fumar, y mucho menos el gobierno, por lo de recorte de libertades públicas que ello supone. Debo reconocerlo, a mi no me molesta que nadie fume delante de mí, porque como he estado muchísimos años trabajando en el ramo de la construcción, he tenido que soportar el inevitable y constante polvo, que es muchísimo peor que el humo del tabaco, y cada vez que voy al médico, mis pulmones no dan señales de estar mal, a pesar de todo.
En mis tiempos de adolescente, veíamos al chico vaquero del Marlboro, o chicas bellísimas anunciando tabaco, por no decir las películas de Humprey Bogart, o del héroe de cine con tabaco en mano discutiendo con la guapa de turno, que se relajaba saboreando las delicias de un buen cigarrillo o puro. O de quien siempre tenía el placer de disfrutar de un buen puro, como el coronel Aníbal Smith del Equipo A. El tabaco puede llegar a ser un estimulante, un relajante que reconforta del stress de cada día, y a nadie debería de prohibírselo, aunque sea a costa de perjudicar la salud a la larga. ¿Os acordáis del presidente Adolfo Suárez, o del líder comunista Santiago Carrillo con sus inseparables cigarrillos, fumando en el parlamento español?, ¿O a Felipe González fumándose los sabrosos Cohíbas que le enviaba su amigo Fidel Castro desde Cuba, en los asientos mismos del Parlamento en las sesiones de control?. Pues bien, el viejo líder comunista camino de alcanzar los 100 años, sigue vivo, lúcido, y fumando, sin haber creado demasiados problemas a la Seguridad Social. Mientras aquellos carismáticos líderes de la transición dominaban la escena política española, a nadie se le ocurría prohibir fumar a nadie. Pues bien, ahora son los mismos lacayos del Gran Hermano que quieren controlarlo todo, los que se han privado ellos mismos de uno de los mejores placeres de la vida: el de fumar tabaco. Me acuerdo de aquellos tiempos del fumador presidente Adolfo Suárez en los que quedaba bien, que para abordar a la chica de turno se le pudiera pedir un cigarrillo como excusa, o que ella pidiera si le prestan el mechero o si le dan fuego; era un bonito rito social para presentarse, preludio de un ligue, y ahora los cabrones lo han suprimido, cuando está probado que el daño para la salud es mínimo si la persona se cuida bien a base de deporte, actividad y vida normal. Y se dice que Adolfo Suárez venció en dos elecciones generales, porque la inmensa mayoría de los joviales fumadores españoles se sintieron identificados con ese presidente tan fumador. Por otra parte, esos actuales miopes del gobierno se olvidan de que la cajetilla de tabaco está muy gravada, y que supone una muy importante fuente de recaudación fiscal para Hacienda. Cada vez que el gobierno necesita dinero, tan sólo le basta con subir la cajetilla de cigarrillos unos cuantos céntimos, y ya le llueven millones al instante, mientras los amantes del tabaco se resignan y pagan igual; pero ahora el gobierno sacan el dinero a base de embargos y multas, cuando antes eran tan sólo los fumadores y bebedores los que indirectamente soportaban mayor carga fiscal. En Francia mismo, tan gravado está el tabaco, que los gabachos se bajan a España expresamente para comprarse unos cuantos cartones con cajetillas de tabaco dentro. Además si se prohíbe a la gente fumar, no sólo están reduciendo una importante fuente recaudatoria, sino que van a dar paso a otro mal mayor que terminará por soportar la Seguridad Social: la obesidad. Está probado de que si la gente no fuma, engorda; y que el placer de fumar mantiene delgado a alguien, porque le quita el hambre.
Después de una buena comida, a mucha gente apetece el placer de un buen cigarrillo. Tan bueno es el aroma, gusto y placer del tabaco, que en Estados Unidos existe un famoso club del puro habano, que tiene personajes tan ilustres como el ex presidente Bill Clintón, o el governor-terminator de California Arnold Schwarzenegger. Hasta es paradójico que el mismo Obama sea fumador, aunque pretenda llevar la prohibición de fumar a las calles norteaméricanas.
Mientras tanto me voy a ver a mi tío Perico, ferviente usuario del papelito y la picadura, a ver si me da un “Montecristo” de su buena caja de puros de cuidada madera, para que, como la protagonista de el último cuplé, Sara Montiel, la Sara de España, fumando espero para que terminen con la prohibición de fumar, y todas aquellas prohibiciones que tanto han reducido las libertades públicas. Os adjunto la letra de la famosa canción de Sarísima:
Fumar es un placer
genial, sensual.
Fumando espero
al hombre a quien yo quiero,
tras los cristales
de alegres ventanales.
Y mientras fumo,
mi vida no consumo
porque flotando el humo
me suelo adormecer...
Tendida en la chaisse longue
fumar y amar...
Ver a mi amante
solícito y galante,
sentir sus labios
besar con besos sabios,
y el devaneo
sentir con más deseos
cuando sus ojos veo,
sedientos de pasión.
Por eso estando mi bien
es mi fumar un edén.
Dame el humo de tu boca.
Anda, que así me vuelvo loca.
Corre que quiero enloquecer
de placer,
sintiendo ese calor
del humo embriagador
que acaba por prender
la llama ardiente del amor.
Pero como tampoco quiero que mi publicación de hoy sea un alegato a favor del destrozo de los pulmones, os añado un video en el que se muestra un experimento para que seáis conscientes de las consecuencias a las que puede llevar ese hábito con el paso de los años si se lleva una vida muelle, que por supuesto no es nada bueno para los pulmones y por ende para la salud:
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