lunes, 24 de agosto de 2009

GLADIADOR


Del par de conocidas películas sobre los romanos que más me han gustado, una es “Espartaco” interpretada por Kirk Douglas, y la otra “Gladiador” interpretada por Russell Crowe, que han tratado del tema de los gladiadores, del que a muchos nos es bastante desconocido, por lo que voy a entrar un poco en el tema:
En la antigua Roma había un característico sistema judicial en el que apenas existían las cárceles, porque hasta incluso la persona del ciudadano romano era de una inviolabilidad tal, respaldada por la ley, que únicamente se le podía golpear en una supuesta condena con las delgadas varillas de las faccses de los lictores (los guardias de los magistrados romanos en ejercicio). La manera de ser y de hacer de los romanos se basaba en tres pilares básicos: 1.- la importancia de la propia familia (el pater familias tenía un poder absoluto y era la ley dentro de su familia); 2 un gran amor por la libertad (lo que evidenciaba la total separación de los distintos poderes); y 3.- El absoluto respeto por la propiedad, hasta tal punto, que las inviolables Vestales, guardaban en la Domus Pública (residencia del sacerdote máximo) los testamentos de lo mismo de un terrateniente dueño de miles de hectáreas, que de un simple romano que no tenía más que una modesta barraca, una esclava, y un cerdo. Esas peculiares características hicieron que el poderío romano durara 1000 años, rodeado de toda clase de pueblos bárbaros. No obstante cuando recaía condena a alguien, sea por la causa que fuera, se le ofrecía la oportunidad de hacerse gladiador, y volver a ganar nuevamente la libertad. De modo que los gladiadores eran hombres que forzada o voluntariamente se entrenaban y preparaban para los espectáculos públicos. Normalmente los gladiadores por voluntad propia eran personas muy marciales que les gustaba el deporte de la lucha, y veían en ello una oportunidad de adquirir fama y dinero rápido. Otra cosa eran los que procedían de la esclavitud. El esclavo era tenido por poco menos que un simple animal, sin ciudadanía ni derechos (salvo cuando conseguían su libertad, y su condición de libertos), con los cuales el amo tenía derecho de vida o muerte sobre ellos. Y en caso de castigo o condena de un esclavo, se le hacia del modo más atroz que se conocía: la crucifixión, que también tenía sus grados de penalidades: el que se dejaba que pasara unos espantosos días enteros gimiendo de dolor, sed y hambre hasta que moría, el que se le partía las piernas para que su muerte fuera más rápida, y el que se le producía una herida para que la muerte llegara más pronto que las anteriores (este último es el caso del castigo impuesto en una cruz a un tal Jesucristo, Nuestro Señor, del que sabemos los que somos de fe cristiana). Y esto a la vista del público, para que todo esclavo pudiera ver en sus propios ojos lo que podría llegar a pasarle si osaba alterar el orden romano. A pesar de la rudeza de este orden social: muy benévolo para el que tenía ciudadanía, y muy cruel para el que tenía la condición de esclavo; incluso a los propios esclavos se les ofrecían oportunidades de gladiadores, para conquistar la libertad y los derechos civiles. Supongo habremos oído hablar de Espartaco, que en realidad no era de origen esclavo, sino que había sido un experimentado soldado romano, luego oficial y finalmente tribuno con muy buena experiencia militar, que por un asunto de rebelión había perdido la ciudadanía romana, y fue vendido como esclavo a un lanista, esos que se dedicaban al negocio de los gladiadores. O como en la famosa película de Ridley Scott, titulada “Gladiator”, en la que Rusell Crowe interpreta a un experimentado general romano que por circunstancias ajenas acaba como un destacado e invencible gladiador, complementado con su ya anterior preparación militar.
El gladiador era consciente de que si era derrotado en la lucha, por lo menos recibía una muerte limpia y rápida, la menos dolorosa, si se compara con la atroz suerte de los esclavos. Siempre era preferible una muerte rápida, a una muerte resultado de un larga y constante tortura hasta morir. Un tiempo previo al espectáculo del circo, se preparaba a los gladiadores para los combates. Y ya dentro del circo, los gladiadores saludaban con un “ave” (saludo equivalente al “hola”) al organizador de los juegos, que solía ser la máxima autoridad del lugar donde se celebraban esas luchas, con el dicho “... los que van a morir, te saludan”. Al pueblo romano le entusiasmaba mucho ese llamado “deporte de la sangre”, acostumbrados a vivir y convivir siempre entre guerras, tratando se sobrevivir, y que en el circo se veía una auténtica lucha a muerte y con sangre, la esencia misma de la vida, en vivo y en directo. De modo que este espectáculo derivaba en enormes cantidades de negocio que hacían mover mucho dinero, dándose el caso de luchadores que cuando se retiraban de la gladiatura, habían ganado enormes fortunas. Eso exigía preparar buenos luchadores, por los que se dedicaban al negocio de los gladiadores, los alimentaban bien e incluso les proporcionaban mujeres esclavas para distracción, compañía nocturna y para saciar los apetitos sexuales de los combatientes (cosa que se les proporcionaban generalmente cada tres días, con los que tenerlos contentos, a pesar del duro trato de esclavos que recibían la inmensa mayoría). Se trataba de que no se sintieran como en una prisión, bien alimentados y bien satisfechos en sus necesidades; pero eso sí: exigiéndoles que estuvieran bien entrenados para la competición de la lucha a muerte que les esperaba. Normalmente cada vez que se las concedían, les cambiaban de mujer, para que no se desarrollase un vínculo afectivo. Esas mujeres procuraban no quedarse embarazadas, pero las que quedaban hacían lo posible por abortar, y las que no se salían, se las separaba del trabajo un mes antes del parto y un mes después de traer al recién nacido, que si eran necesarios, el lanista los conservaban o los vendía a potenciales clientes dispuestos a tener un niño o niña previo examen del estado de la criatura, y el resto que no reunía las condiciones era tirado a la basura.
Dejando aparte la rebelión de los gladiadores y de los esclavos encabezada por Espartaco, que conocía la organización militar de las legiones, y derrotado tanto por Marco Craso, como por Pompeyo (ambos por entonces amigos de Julio César), la historia nos muestra que el propio Cayo Julio César, en su época de cónsul organizó los mejores espectáculos de gladiadores del momento, que eran tan del gusto del pueblo romano, que le proporcionaría tal popularidad, del modo tal que siempre ganaba los comicios cada vez que se presentaba como candidato. Con el tiempo, los emperadores lo emplearían para los mismos fines de tener satisfecho y distraído al pueblo, hasta llegar a la caída del propio Imperio Romano. Incluso el propio César se introdujo en el negocio, teniendo su propia escuela de gladiadores en Ravena y otra en Capua, aunque las principales escuelas estaban en la zona de Capua, donde también las legiones recibían adiestramiento militar. En la época de César, normalmente los gladiadores eran antiguos desertores de las legiones, o hasta incluso asesinos, que se les ofrecía o bien perder los derechos civiles, o bien convertirse en gladiadores, y tras 6 años de servicio o 30 combates, si sobrevivían, se consideraba que habían cumplido la condena, por lo que entonces recuperaban la ciudadanía, habían conseguido ahorrar algo de dinero, y eran famosos en los lugares que los habían visto combatir. Entonces los ricos, les ofrecían empleos de matones o guardaespaldas, o los altos cargos militares les ofrecían trabajo en las legiones como instructores en los campamentos de entrenamiento de reclutas, y hasta algunos conseguían nuevamente a llegar a ser centuriones o incluso tribunos de las mismas legiones que anteriormente habían desertado. Hacer frente a la muerte, merecía la gloria de recuperar la libertad, y era una gracia que la civilizada Roma ofrecía; algo parecido a la oportunidad del torero de hoy día, que el hacer frente ante la muerte con valor, estilo y arte, y con el agradecimiento del público, merece la riqueza y la fama. Porque eso es el torero: el heredero del gladiador de la Antigua Roma. Luego la cosa iría perfeccionándose como espectáculo, como el caso de la naumaquia de Claudio, que era un autentico combate naval, llenado de agua todo lo que era la arena del anfiteatro, en que los gladiadores efectuaban como si de una auténtica batalla naval se tratase, para espectáculo del público romano. Y eso se quedó corto, cuando el emperador de origen español Trajano, para celebrar la victoria contra los dacios (en zona de la actual Rumania), en un solo día hizo combatir a 5000 parejas de gladiadores.

Y después de pasar por todo eso, “nosotros ahora somos libres” (“now we are free”) la canción de la banda sonora de la película “gladiador”, cantada por Lisa Gerrald, en un supuesto idioma hebreo, y de una gran belleza: con ella os dejo, en recuerdo de todo lo que representaba el mundo romano, en cuanto conseguías de nuevo la libertad, del que somos herederos directos de parte del legado romano, y de que mucho tenemos que aprender de los antiguos romanos, que nos superaban en muchos aspectos que en comparación nosotros parecemos retrasados.

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