lunes, 23 de agosto de 2010

SI NO TE GUSTA SONREIR, NO PONGAS UN NEGOCIO COMERCIAL


Algo parecido al título de esta entrada es a lo que hacía referencia un viejo proverbio chino. Porque hoy quiero hablar de la sonrisa, de lo cual no sólo el famoso viejo proverbio chino condensa toda su sabiduría en advertir que quien no sabe sonreír, no debe de dedicarse a las relaciones humanas sea para dedicarse al comercio, llevar una familia, formar un equipo de colegas de trabajo, llevarse bien con los vecinos, o ganar unas elecciones,... sino que también me recuerda aquel otro proverbio escocés que reza: “La sonrisa es más barata que la electricidad, y da mucha más luz”. No lo olvidemos: lo que los demás esperan de nosotros es nuestra sonrisa, pero siempre una sonrisa honesta y franca, ya que incluso una sonrisa maliciosa o dy hiena hipócrita puede hasta resultar ofensiva. Aparte de que estar alegre, olvidarse de las inútiles maldades, cabronadas y estupideces de los demás y del resto de las preocupaciones, y estar naturalmente alegre, es muy positivo para la salud.

No obstante, para dar con algo más para con lo que reflexionar, no dejaría de lado lo que escribió un tal Frank Irving Fletcher, en uno de sus anuncios para la casa Oppenheim, Collins and Company, que eran una especie de grandes almacenes como “El Corte Inglés”, en los Estados Unidos del siglo pasado, con motivo de la campaña navideña:

EL VALOR DE UNA SONRISA EN NAVIDAD

No cuesta nada, pero crea mucho.

Enriquece a quienes reciben, sin empobrecer a quienes dan.

Ocurre en un abrir y cerrar de ojos, y su recuerdo dura a veces para siempre.

Nadie es tan rico que pueda pasarse sin ella, y nadie tan pobre que no pueda enriquecer por sus beneficios.

Crea la felicidad en el hogar, alienta la buena voluntad en los negocios y es la contraseña de los amigos.

Es descanso para los fatigados, luz para los decepcionados, sol para los tristes, y el mejor antídoto contra las preocupaciones.

Pero no puede ser comprada, pedida, prestada o robada, porque es algo que no rinde beneficio a nadie a menos que sea brindada espontánea y gratuitamente.

Y si en la extraordinaria afluencia de último momento de las compras de Navidad alguno de nuestros vendedores está demasiado cansado para darle una sonrisa, ¿podemos pedirle que nos deje usted una sonrisa suya?

Porque nadie necesita tanto una sonrisa como aquel a quien no le queda ninguna que dar.

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