sábado, 4 de julio de 2009

UN EJEMPLO DEL CONSTANTE DETERIORO SANITARIO ESPAÑOL: EL C.A.P. DE BANYOLES

Hace unos días que leí en un periódico que el coste sanitario español cuesta unos 1700 euros per cápita al año, que de los 5 miembros que formamos mi unidad familiar, se supone que representan 8500 euros al año, y eso que apenas casi ninguno vamos prácticamente al médico en todo el año. La última vez que estuve enfermo, fue a principios de año, por una gripe. El médico tan sólo me atendió unos minutos: “es una gripe, ya te curarás” –me dijo- . Con ese dinero que estadisticamente costamos toda la familia al año, nos bastaria sobradamente para cubrir unas cuantas consultas de médico en un año. ¿No sería más justo que el gobierno nos devolviera ese dinero a las familias que apenas hemos hecho un nulo aprovechamiento de los servicios sanitarios?. Porque con ese dinero por lo menos daría para adquirir un pequeño coche, subvencionado además por el mismo gobierno como hace por esas fechas que corren, para estimular a la industria del automóvil, con el objetivo de paliar esa grave crisis que tenemos encima. O bien, simplemente para dejarlo depositado en el banco, que con esa crisis económica, se hace muy necesario que la gente ahorre, para que las entidades financieras dispongan de liquidez para poder prestar o invertir. Y encima el servicio sanitario con el paso de los años ha ido empeorando progresivamente. Yo pertenezco a una familia que nos hemos pasado practicamente la vida pagando religiosamente cuotas de seguridad social, y a cambio apenas no hemos recibido servicio sanitario alguno. Y ni para una maldita vacuna de la gripe te dan, puesto que te piden que acudas al CAP en día y hora, que muchas veces no son compatibles con los horarios laborales y familiares de los interesados en vacunarse, los que de verdad cargamos con esos grandiosos sueldos que se llevan los sanitarios, a cambio de muy poco esfuerzo y muy poco trabajo.
En el caso que expongo de ejemplo de más cerca, el CAP de Banyoles (pequeña ciudad catalana, en la província de Girona, al noreste de España), hace poco más de dos años, cuando una tal Nuria Payola era la directora del CAP (centro de atención primaria), que havia enviado unas cartas a algunos de los usuarios en las que se les comunicaba la exigencia de un cambio de médico, del cual yo no estaba de acuerdo porque ya estaba contento con mi médico del seguro de hace más de 30 años, que se supone que conocia todo el historial médico familiar. Aquel día tenia visita con mi medico de cabecera por unos dolores intestinales, y me dijo que ese asunto debia de reclamarlo con la directora del CAP, y me aconsejo que pidiera una breve entrevista con ella en la recepcion. Así que me fuí a la recepción, y al cabo de poco me dijeron que la directora me denegaba la entrevista. A consecuencia de esto no me quedó más remedio que escribirle una carta de reclamación que entregé en recepción teniendo como testimonios las mismas recepcionistas que antes habían solicitado la entrevista de mi parte, en la que le exponia las razones de mi desacuerdo en el cambio de médico, y ¿queréis saber una cosa?: la mencionada señora Nuria Payola, nunca me respondió, todo un ejemplo de la ganduleria a la que han caido los llamados profesionales de la bata blanca, y estuve a punto de ponerlo en conocimiento de la consellera catalana de sanidad Marina Geli, así como del “síndic de greuges” (eso es algo como la figura del “defensor del pueblo” catalán) sobre el trato que nos dispensan a los usuarios los directores de CAP, como si fueramos gente estúpida, y no personas que merecen un respeto y más por cuanto contribuyentes que sostienen el sistema público sanitario y que a cambio no es que lo aproveche mucho, sino que cuando surge un problema y presentas una reclamación, ni tan siquiera te conceden una breve entrevista o te responden a una carta de queja. No llegué a quejarma a otra instancia superior por falta de tiempo. Y por otra cosa parecida de pretender cambiarme de médico-pediatra de mis hijos me ocurrió con su precesor, el primer director del nuevo CAP de Banyoles llamado Moisés Costa, que tampoco me respondió a una carta de reclamacion que le dirigí, demostrando así toda la verguenza que representa este nuevo estilo puramente burocráta de hacer de algunos médicos con cargos de responsabilidad que subvaloran y faltan al respeto a los usuarios. Y he citado los nombres, porque son cargos públicos, y para quienes sean de Banyoles y comarca, si llegan a leer la presente publicación de mi blog, tengan conocimiento de que ciertas personas no son lo que parecen, y aunque en las entrevistas en con la prensa local puedan parecer buenos profesionales que dan buenas explicaciones cara a la galeria, la práctica son todo lo contrario: “quien te ha visto y quien te ve”. En los periódicos, o en la televisión, tal vez eso no podría citarse, a no ser que fuera una denuncia,...pero esto es mi blog, mi parcela particular, y aquí tengo total libertad de escribir todas las verdades que me salgan de las tripas. Con malos ejemplos como ese, luego cuando uno ve noticias de que el personal sanitario es mal tratado, no es de estrañar: es que muchos de ellos que son unos auténticos holgazanes, y no dan ese servicio de calidad y de correcta atención que mínimamente deben a los usuarios, en especial hacia aquellos que muy pocas veces van al médico en la vida, y que sin embargo tienen que pagar por la fuerza las contribuciones a la seguridad social.
Recuerdo que cuando era un niño y un adolescente, en Banyoles apenas teniamos unos pocos médicos, y toda la población estaba muy bien atendida con muy pocos medios, si comparamos a como atienden en la actualidad. Recuerdo que el ambulatorio era tan sólo un modesto piso de la calle Colon, con una pequeña sala de espera, y unas pequeñas habitaciones donde atendían los médicos, sin tener que pedirles ni día ni hora, ni existiendo siquiera los ordenadores. Sólo acudías ahí con la famosa cartilla (no la tarjeta actual, sin la cual ni en la farmacia puedes obtener medicamento de receta), pedías quién era el último de la fila, y cuando te tocaba, te atendía el médico; y por si acaso tan sólo venías a por recetas, ahí había una mujer que con el talonario del médico, las dispensaba sin necesidad de visita alguna. Y si alguien estaba muy grave, la gente por puro sentido común le cedia paso y le atendia al instante el médico que en aquel momento había. Además, si por ejemplo tenías una fuerte gripe y estabas con fiebre en la cama, el médico acudía a tu domicilio con su maletín previa llamada telefónica, y te atendia debidamente; hoy día cuando estás en la cama con fiebre, no tienes fuerzas ni para ir al ambulatorio ni a urgencias, y cuando no queda más remedio, tienes que ir por la fuerza a urgencias, y aún con suerte si tienes alguien que te acompañe, en un hospital que muchas veces te pilla a muchos kilómetros y en otro municipio, porque si vas al ambulatorio te dirán que tienen que apuntarte tu día y hora, y además en el centro hospitalirario de urgencias que acudas te encuentras muchas veces con una espera de largísimas horas, que no sabes si realmente están trabajando ahí dentro. Como que muchas veces el mejor médico es la Doctora Naturaleza, no queda más remedio que uno se tenga que curar por sí solo, porque cuando llega el día y hora que te han concedido para la visita, ya ni falta hace ir al médico, dejándole con un paciente menos que no se presenta a la consulta, lo que le permite al médico gandulear aún más ahorrandose el trabajo de hacer el diagnóstico. Si comparamos que años atrás con muy pocos medios materiales, y unos pocos médicos, todos estaban relativamente bien atendidos; hoy día tenemos un grandioso ambulatorio de lujo, con todos los enchufes de administracion, variedad de cargos y categorias sanitarias, limpieza, mantenimiento, etc..., con una grandisima cantidad de médicos y otros técnicos de sanidad que ya no sabes quién es quien. Y muchísimas veces con un pésimo servicio por parte de todas estas gentes, gentes que muchas veces ni se saludan entre sí, ni se tienen respeto. Y por si fuera poco, sigen ampliando los locales sanitarios, y con ello incrementando los enchufes, sin que de modo alguno se aprecie mejora de la atención y servicio al usuario del servicio público sanitario. Porque qué terminan siendo sino a la larga toda esa gente: unos enchufados con un sueldo vitalicio a cargo del Estado, a quienes muy poco les importa los problemas de la gente que supuestamente están para atenderla. Lo que sí les importa son todos esos privilegios de funcionarios de sueldos altísimos y de pocas horas de trabajo, y de poder vivir al amparo de la burocracia. Piden más horas disponibles para atender más tiempo a los pacientes, y que contraten a más médicos que cubran ese tiempo. Dicen que van agobiados, que padecen stress o depresión, que tienen que atender demasiadas visitas, cuando en realidad lo que buscan es que les impongan un cupo de visitas de por ejemplo: 25 o menos pacientes por toda la jornada laboral del día, y cuando los pacientes citados por ordenador no se presentan, aprovechar para pasar las horas sin hacer nada. Eso supone que si trabajan unas 8 horas diarias (la jornada legal), el cupo máximo de pacientes: 25 personas, supone más de 19 minutos por paciente, tiempo suficiente y de sobras para atender una consulta, que estadísticamente en la práctica supone disponer de muchísimo más tiempo libre, por los pacientes de breves consultas, o por los pacientes que al final no se presentan porque le han dado la hora de consulta tras unos días y finalmente ya no le es aprovechable. Se ha perdido la noción del buen servicio, y por eso no es de extrañar que cada día van perdiendo el respeto de una cantidad cada vez mayor de gente, que añoran los servicios y las maneras de cómo eran atendidos 30 años atrás, con muy pocos medios materiales en comparación a la actualidad. La ganduleria del sanitario ha superado todas las espectativas, y el colectivo ha quedado muy desprestiguiado. Y con todo ese mal ejemplo y un pésimo servicio así, no es de extrañar que en comparación a 30 años atrás, la gente ha perdido el sentido común de conceder el paso al enfermo grave, que cada uno va a por la suya, y que ha traído lógicamente a la pérdida del sentido de la solidaridad, y hasta cuando se presenta la ocasión el maltrato hacia el sanitario en forma de insultos, gritos, quejas, agresión, falta de respeto, etc..., considerando que hoy día hay un porcentaje de consultas muy elevado derivado de gente con problemas mentales, tales como depresión o ansiedad, reflejo mismo de esta sociedad que está enferma por problemas de injusticias, malostratos, explotación laboral, acoso, insolidaridad, endeudamiento familiar, deterioro de las relaciones de pareja, discriminaciones, etc...., circunstancias que enferman mentalmente a determinados individuos.
Naturalmente no todos son malos médicos y malos profesionales sanitarios. Hay quienes se toman la profesión en serio, y cumplen con su deber de atender bien a los pacientes. Pero para quien lea mi blog, quiero que sepan del mal papel de algunos que fueron directores de CAP, y que por supuesto no puede decirse que sean buenos médicos, ni personas responsables, puesto que sus hechos hablan por sí solos. Y puesto que aunque pretendan hacer cambiar de médico a algunos pacientes, no hay que olvidar que todavía existe una ley que permite libertad de elección de médico, y que es inconstitucional obligar a cambiar de médico a un paciente, máxime cuando uno está contento con el que tiene, y con el que ha tenido una relación de más de 30 años. Lógicamente los buenos médicos son quienes desean tener todo el mundo, y eso crea un problema porque no se sabe qué hacer con los malos médicos. Pero creo que tener una larga antiguedad de ser paciente del mismo médico, otorga un cierto derecho a escoger, muy por encima de otras gentes que se aprovechan de la sanidad, como son los immigrantes, que además muy poco han contribuido a sostener el sistema sanitario.

Pero mientras el colectivo sanitario siga convertiéndose en un puesto de simple funcionario que puede estar amparado vitaliciamente por el Estado; mientras se siga por la senda de ir engordando cada vez más la burocracia de los sanitarios, y formen un grupo corporativista en defensa de sus privilegios, de sus sueldos altos, y de sus sistemas de repartir la “carga del trabajo” incrementando constantemente la plantilla de nuevos sanitarios para trabajar cada vez menos,....los usuarios irán percibiendo un deterioro del servicio sanitario que cada vez atiende de la peor manera. Lo lógico sería tener cada día un servicio mejor, pero si comparamos en los últimos 30 o más años, la experiencia nos ha demostrado que ha sido a por peor. ¿La solución?, creo que estaria en la privatización total de la sanidad, para que los médicos tuvieran el estímulo de competir entre sí en ofrecer el mejor servicio, y que el Estado diera como un cheque a cada familia, en función de las aportaciones en forma de cotizaciones. Desde luego que no sería lo mejor, y romperia con ese principio de solidaridad por el que se rige la seguridad social, pero seguramente ofreceria mucho mejor servicio al paciente, con un coste muchísimo menor para el Estado, y por ende para los contribuyentes que pagan sus impuestos. Por ejemplo, con el dinero del cheque sanitario, el contribuyente podría pagarse un seguro médico contratado con la compañia que ofrezca mejor servicio o menor precio: ya sabemos que cuando acudes al médico privado que te ofrezce la aseguradora, ése te atiende rápido, si lo comparas con los del ambulatorio público. Y por otra parte, si la gente prefiere más no gastarse el importe del cheque sanitario, tendría la opción de ahorrarse de médico, que a la vez significa que se cuidaría más y mejor, siendo esto la mejor prevención sanitaria, aunque reconozco que es un tema para un largo debate, pero que pienso que en muchos aspectos un servicio sanitario público acaba siendo peor y muy caro de pagar por parte del contribuyente agobiado con el coste de la cada vez más pesada carga de los impuestos.

Como complemento de mi publicación, y para añadir un toque de humor, os dejo con la famosa canción de Joaquín Sabina "Oiga, doctor" .

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