sábado, 14 de mayo de 2011
TRAGEDIA EN LA COMUNIDAD DE MURCIA
El reciente terremoto de Lorca (Murcia), nos muestran hasta qué punto pueden llegar las miserias humanas.
Al parecer Lorca es un lugar donde se vive de las cerámicas, y parece ser que casualmente todo estaba construido con frágil cerámica, como para que casi la mitad de sus viviendas se hayan declarado no habitables. Tanto “boom” del ladrillo en los pasados años, y al final resulta que todo lo que se construyó en España no era más que carísimas chapuzas que procipiaron la burbuja inmobiliaria y tras su estallido la crisis y el paro que ahora padecemos, por no hablar de millones de familias endeudadas con una injusta hipoteca que las autoridades no supieron prever ni poner freno. Vivimos en una especie de frágiles cabañas, hechas con escasa proporción de cemento y hierro que los pícaros de siempre se ahorraban para llenarse ilegítimamente los bolsillos, que un simple terremoto de intensidad media, es capaz de derribar o agrietar, y encima pagando su peso en oro. Vamos, que el edificio sobrante de arena y falto de cemento y hierro, se ha derrumbado por un pequeño movimiento de tierras que apenas ni ha agrietado el suelo.
Con la fama que tenemos en España de ser el país de las envidias, donde nos duelen los éxitos ajenos, ahora de repente y de modo extraño, las envidias quedan aparcadas para abrirse y mostrar solidaridad hacia los damnificados de la desgracia de Lorca y alrededores. Para empezar, los propios gobiernos (el central y el autonómico) ofrecen de repente generosas ayudas que impresionan a quienes lo ven, de las que no se expone claramente quiénes lo pagarán, pues es sabido que todo el país está tremendamente endeudado y todas las instituciones públicas tienen una necesidad desesperada de dinero. Y ahora ha tenido que ocurrir esto, que va a suponer otra sangría de millones de euros al erario público, y muchísima gente más sin trabajo, y lo que es peor: sin techo. Extraño que de repente y rápidamente se ayuda a unos desgraciados súbitos, y al resto de los desgraciados del país que sufren paro e indigencia, llevan años que los tienen olvidados. Se calcula que los afectados por el terremoto murciano son aproximadamente unas “insignificantes” 45.000 personas, que en comparación es aproximadamente la tasa de paro que se produce en la media de un mes. ¿Es que el resto de los cinco millones y pico de parados no merecen esa atención tan rápida dispensada por los gobiernos centrales y autonómicos?. Claro, estamos en campaña electoral y ante el bombardeo constante de los medios de comunicación que tratan de rentabilizar la tragedia ante su audiencia del que se espera subir índices, hay que guardar las apariencias, sobretodo los políticos. En unos meses nadie se acordará de esto, como ha ocurrido con los desastres de Haití o Japón, los millones se habrán despilfarrado para negocio de unos pocos, y sin saber cómo, cuando menos se espere, aparecerá la factura en una nueva subida de impuestos por algún lado.
Los que más tienen que perder son las compañías de seguros, aunque no sé si en zona de Murcia era obligatorio el seguro de vivienda, como lo es aquí en Cataluña, por eso de los reinos de taifas españoles, que ya no sabemos qué derechos y qué deberes se tienen, según en qué lugar de la geografía española nos encontremos. Y naturalmente los que más han perdido son los que se quedaron sin sus familiares, sin sus casas, y sin sus empleos, que lógicamente ese golpe les habrá resultado mucho más duro en medio de un país endeudado y sin perspectivas de empleo en el corto y medio plazo. A la par, creo que sobrevivirán, pero todo eso debería de darnos para reflexionar sobre nuestras propias miserias e hipocresías, sobre las cosas que nuestro país no hace bien, y sobre las consecuencias que trae cuando inesperadamente aparecen desgracias mayores. Preocuparse de crear empleo de verdad y formar un fondo de ahorro nacional para desgracias inesperadas como es el ejemplo de ese terremoto, son dos cosas de sentido común que el país debería de aplicar. Sacarse la foto en los funerales, y montar una hipócrita comedia de dar pésames con esos ojos de cocodrilo, para nada le sirve ni al país, ni a los afectados de verdad, pero lamentablemente parece ser lo único que los políticos saben hacer bien para esos casos. Dolor y pena de los afectados, eso no lo soluciona nadie, a pesar del bálsamo de las rápidas ayudas prometidas, pero si este país fuera otra cosa, con politicos honestos y ejemplares, y gente honrada y trabajadora, se superaría de un modo mejor, con plena confianza hacia el futuro y con capacidad de superar toda desgracia que nos cayera encima. Mientras tanto seguimos en la incertidumbre, y los afectados murcianos aún más.
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