domingo, 26 de diciembre de 2010
EL SITIO DE ALESIA
Hacia ya un tiempo que Julio César intentaba convencer a todas las tribus de galos sobre la necesidad de hacer un tratado de paz con Roma, que sirviera además para aliarse con ellos ante una más que previsible invasión de las numerosas y pobladas tribus germánicas que habitaban más allá del río Rhin, pero ese intento era vano, no lograba convencerlos, y les costó sucesivas guerras que siempre ganaban los romanos, y que hacía que las tribus galas se pusieran aún más empecinadas y unidas a la causa común de hacer frente al enemigo e invasor romano.
Corría aproximadamente el año -52 antes de J.C., cuando el príncipe galo de los arvenios Vercingetórix había sido nombrado Rey de la Galia en una junta general de jefes de tribus galas, para expulsar al invasor romano, y entre ellos habían acordado reunir un gran ejercito con la que hacer frente a las huestes del Procónsul de Roma en la Galia Cayo Julio César, que aunque con un ejercito menor en comparación a todos los que reunieron los galos, tenía la superioridad tecnológica y un mayor conocimiento del arte de la guerra, fruto y experiencia de muchos años de guerras por parte de Roma, tanto civiles como exteriores. Y aunque en aquel momento previo habían tenido una batalla de caballería de 9 mil jinetes romanos, mandados especialmente por Tito Labieno, contra 30 mil de la coalición de galos, esos últimos no pudieron contra el romano, aunque se esperaban reunir un gran ejército en la fortaleza más cercana a aquella batalla: Alesia, donde el jefe galo Vercingetórix tomaría posiciones y fortificaría, junto a sus 80,000 soldados y el resto de sus 12.000 jinetes de caballería, esperando que se unieran el resto de los galos, que juntos formarían un gran ejército de aproximadamente medio millón de hombres. Era en septiembre de -52 antes de J.C. y se tardaría unos pocas semanas en reunir a todo ese ejército proveniente de todos los rincones de la Galia, y las provisiones que llevaban encima eran de unos 20 días, aunque se pensaron que en Alesia no les podrían sitiar como había ocurrido en Avárico, pues en aquel lugar apenas había terreno llano con que rodearla, era demasiado grande y estaba lo suficientemente alta y protegida como para que la sitiasen, con altas colinas a sus alrededor y pasando dos ríos casi paralelos entre sí. En definitiva, el sitio ideal para refugiarse de los romanos, mientras esperaban a que se le uniera el resto del ejercito de la coalición gala, aparte de que aquello era una grandiosa ciudadela-fortaleza completamente amurallada. Era la capital de la tribu gala de los mandubios,y lógicamente en ella habitaban mujeres, viejos y niños, puesto que los jóvenes estaban todos alistados para la guerra. En ese lugar se refugiaron los galos, perseguidos a distancia por las legiones de César, que en previsión a un posible ataque frontal por parte de cientos de miles de galos desde cualquier lado inesperado, las tropas del procónsul se movían en la táctica de la serpiente, una forma de marcha militar en filas estrechas, que en caso de ser atacadas, la columna formaba rápidamente unas alas-pinzas con los que rodear al ejército galo, en un terreno habitualmente llano como era el macizo central francés, o dado el caso formar unidades de tortuga-falange con las que avanzar y resistir.
El imperator Cayo Julio César fue informado por sus espías de las pretensiones de los galos, por lo que debía de darse prisa para que no se unieran y derrotara al ejército romano con su clara y abrumadora superioridad numérica. De modo que a César, en vez de construir el típico campamento romano fortificado y disponerse a atacar una fortaleza que se las tenía claramente por inexpugnable, se le ocurrió circunvalar todo el perímetro de Alesia, formando como una corona, donde el interior era campamento y el exterior para rodear la fortaleza de Alesia por un lado, y por el otro impedir que cualquier ejercito galo se uniera a sus aliados de Alesia. Los bosques de alrededores eran abundantes en troncos y maderas, lo que fue una ventaja para César con las que obtener materia prima para fortificar todo el anillo romano, y debía hacerlo a toda prisa, pues no tardarían días en aparecer los ejércitos galos que debían de unirse a Vercingetórix en Alesia. El plan era emplear a todos los disciplinados legionarios romanos a cavar, cortar troncos, extraer piedras, y circunvalar todo el anillo romano que rodeaba Alesia para rendirla de hambre, ya que la fortaleza gala no tardaría en estar escasa de provisiones para mantener y alimentar al gigantesco ejército de Vercingetórix que se había refugiado allí. Esa gran muralla romana que formaba toda una gigantesca corona con torres de tres pisos cada 25 metros, por los dos lados se había hecho construir un par de grandes fosos, el más lejos de la muralla de unos cinco metros de ancho por unos dos y medio de profundidad, totalmente lleno de agua procedente de los dos ríos que pasaban de costado por Alesia, y el otro foso adyacente a la muralla de unos cinco metros de ancho por otros dos metros y medio de profundidad, pero en forma de V, para que nadie pudiera tocar el fondo. De ese modo se complicaba que nadie pudiera acercarse a la muralla-corona romana. Y se tuvieron que poner a trabajar a toda prisa con picos, palas, carretillas, cavando, cavando y cavando, con increíble esfuerzo sobrehumano, participando de esas tareas el propio Julio César, que sólo se distinguía de los demás por el sencillo pequeño lazo rojo atado a su coraza, símbolo de su imperium, y el resto de sus legados, duro ejercicio más propio de esclavos, que además mantenía al curtido ejercito romano en muy buena forma física para la batalla. Se dice que se tardó la increíble velocidad de unos 13 días en completarla por parte de las legiones y dicha corona en la parte que rodeaba a Alesia media unos 18 kms, toda una locura en la estrategia militar romana, como nunca se había hecho hasta ahora., aparte de las trincheras, fosos con trampas de hierros puntiagudos y demás estacas clavadas varios pasos a pie de muralla que formaron más allá de la corona y los dos fosos que reforzaban su protección. Y eso de que desde Alesia los galos enviaban escaramuzas de su numerosa caballería para entorpecer la obras de fortificación de los romanos. Fue entonces cuando tomaba forma la improvisada muralla de piedra y madera, que los galos se dieron cuenta de que estaban atrapados ahí, y que su única esperanza era que el grueso del resto del ejercito galo consiguiera romper aquel anillo romano especialmente inexpugnable, y entrar a socorrerlos. Por si fuera poco, más allá de los fosos y las trincheras, César hizo excavar numerosos otros pozos extras para poner trampas cubiertas de ramas afiladas y de troncos con hierros clavados que daban la forma de púas, y cubiertos por hierbas y hojas. Ante una protección de esa magnitud, los galos desistieron de seguir enviando la caballería para estorbar los trabajos, ya que era completamente suicida a medida que los romanos avanzaban en sus trabajos.
Terminada esa primera parte de la muralla circunvalante, César hizo hacer lo mismo en el otro lado exterior de la corona romana, que en este caso la longitud era de unos 23 kms. más largo, para contener el seguro ataque exterior, muchísimo más numeroso. Para esa muralla exterior, la complementó, además, con la construcción de altas atalayas de piedras cada 300 metros, junto con campamentos improvisados de caballería cada pocos centenares de metros. Aunque muy perfeccionada, no es que fuera una técnica nueva, ya se había utilizado contra Aníbal en Capua, y Escipión Emiliano la usó dos veces en Numancia y en Cartago. La idea era ahogar al ejército de Vercingetorix de unos 80000 infantes y 12000 jinetes que se refugiaban en Alesia, y al mismo tiempo contener a poco más del cuarto de millón del resto del ejército de la coalición gala que acudiría a rescatar al nuevo rey de los galos Vercingetórix desde el exterior del anillo romano recién montado en Alesia, y con la clara intención por parte del imperator Julio César de que las bajas de los legionarios romanos, que tanto trabajo y empeño habían puesto en hacer la gigantesca fortificación, fueran lo mínimo posible, a pesar de ser inferiores en número, de menos de sesenta mil hombres en total.
La tardanza del ejército exterior, la comida que empezaba a escasear, y que hacia días que se tomaba a raciones a la mitad, empezaba a poner nerviosos a los galos sitiados, que tomaron en consideración que para poder sobrevivir debían de hacer un ataque frontal, confiando en su todavía superioridad numérica, aunque fuera un ataque que los primeros tendrían muchísimas bajas, antes de romper alguna brecha en algún punto del anillo romano. Se trataba de usar todas sus fuerzas, y que por lo menos cayeran luchando. Pero a medida que pasaban los días, la cosa se ponía seriamente preocupante, por lo que el rey de los galos Vercingetórix reunió a sus nobles para exponerles el problema: el ejército exterior llevaba retraso, y la comida cada día estaba más escasa, por lo que decidió lo que ya habían hecho los galos en tiempos pretéritos en ocasión de un ataque con los germanos: abandonar a sus mujeres, niños y viejos, y dejar a salvo a los guerreros, para tener menos bocas que alimentar y de ese modo poder resistir y esperar el socorro del ejército exterior. El consejo de nobles presidido por Vercingetórix, con grandes pesares, decidió abandonar a todo aquel que no fuera guerrero, a las afueras de la muralla de Alesia, y merced a la suerte de los romanos, que esperaban que se apiadasen de ellos, o que por lo menos los capturasen para venderlos como esclavos. Pero por orden de César los romanos los ignoraron completamente, y luego esas mujeres, ancianos y niños, presos del hambre y el abandono, empezaban a lanzar espantosos gritos y súplicas de piedad a los romanos y a los guerreros de su propio pueblo que estaban dentro de Alesia. Se supo del caso de un centurión que se había dejado llevar por sentimientos compasivos e intentó apoderarse de una hermosa joven poniéndola bajo su protección, con lo que enterado el procónsul, ya que contaba con una eficaz red de espías por todas partes, ordenó que lo azotaran y lo degradaran a la categoría de legionario raso que cuida las mulas de los pretechos, y a la joven bellísima gala, la hizo azotar igualmente, obligándola a que volviera con el resto de su gente para que continuara muriéndose de hambre. Pero los guerreros galos no podían ceder, aunque se tratasen de las suplicas de sus propio pueblo, de sus propias mujeres, hijos y ancianos padres, por lo que rogaban encarecidamente a sus dioses que llegara pronto ya el ejército galo de salvación. Y sus plegarias fueron escuchadas: al día siguiente ya estaban delante del anillo romano el ejército galo exterior de un cuarto de millón de hombres, y de nuevo se abrieron las puertas de la fortaleza de Alesia, para que entraran los hambrientos niños, mujeres y ancianos adentro, con los no menos hambrientos guerreros de Vercingetórix que aguantaban como podían. Por su parte, aunque en menor escala, el ejército romano también empezaba a tener problemas de provisión de vivires, y tuvieron que poner sus rancho a ración reducida., pero se agradeció que apareciera el ejército galo porque eso significaba entrar pronto en combate, ganar la batalla y proveirse de nuevo de alimentos procedentes del ejercito galo que ya se encontraba a las puertas del anillo romano.
Sucedieron los ataques del ejercito galo exterior, que no conseguían atravesar las líneas de defensa romanas, y a pesar de ellos, la caballería romana, conocedora del terreno donde no habían las trampas camufladas, les hacia frente, tras rechazar un buen número de ataques galos, y volver grupas al refugio interior de la corona romana amurallada. También los intentos de Vercingetorix, cuando se oían los clamores de la batalla exterior, de atacar desde el interior del anillo romano, fueron vanos e imposibles de atravesar tanta trampa, trinchera, fosos y la propia muralla del anillo romano. Aquello aparentemente era un suicidio, una inútil guerra de desgaste en la que los galos se llevaban la peor parte. Con tan sólo unos 60000 legionarios, y unos aproximadamente 40 kms de murallas, se debía de estar alerta por todos los lados, al mismo tiempo que concentrar las tropas en los puntos de ataque galos muy superiores en número, por lo que en aquellos días de batallas la actividad dentro del anillo romano tubo que ser muy frenética y sin apenas descanso, con César cabalgando a toda prisa de un lado para otro recibiendo informes de sus legados y centuriones y dando las ordenes que consideraba las adecuadas a cada momento a sus subordinados, según se pusiera la cosa en cada punto de la batalla, puesto que aparte de las eficaces defensas levantadas, los galos también llevaban consigo artillería que podría abrir alguna brecha por el anillo romano, aún a costa de perder miles de hombres sorteando trampas, trincheras e improvisando puentes y rampas para atravesar los fosos, en medio de todo un campo sembrado de lanzas puntiagudas que dificultaban enormemente su paso.
La suerte de la batalla dependía de un intento desesperado de los galos de atacar en gran escala por aquella parte baja de la llanura que era rocosa y que apenas habían trampas, trincheras y fosos, cuando todavía eran superiores en número, tanto desde el exterior del anillo, concentrados en la misma tangente, como desde el interior por parte de las angustiadas tropas de Vercingetórix. Y lo intentaron, cayendo en un solo día docenas de miles de guerreros galos, y acudiendo como torrentes hacia el punto de ataque, el resto de las tropas de reserva del interior del anillo romano. Apenas los galos alcanzaron las murallas ya usando garfios y escaleras, la infantería romana los acribillaba con sus pilas, al tiempo que los refuerzos los empujaban nuevamente hacia fuera de la corona romana propiamente dicha, donde se había conseguido abrir una brecha. Vano esfuerzo desesperado e inútil, que ya se había cobrado docenas de miles de vidas ganas, e hizo que Vercingetorix se batiera en retirada, de nuevo hacia la hambrienta Alesia. Por el otro lado, los romanos salieron del anillo exterior para perseguir sin cuartel ni piedad al resto del ejército galo, matando a todos los que pudieron hasta quedar exhaustos y capturando todas las provisiones que traían consigo. Los romanos, a pesar de ser inferiores en número, ya tenían la moral de victoria más alta que nunca, he inmediatamente repararon de nuevo las brechas del anillo romano producidas por el ataque, a pesar del enorme hedor de los cadáveres de los empalados en las trampas y trincheras, que ya empezaba a notarse.
El rey galo se dio cuenta de la inutilidad de la lucha, y de lo hambriento que estaba todo su pueblo encerrado en Alesia, ya presto a morir de hambre, y estuvo meditando sobre rendirse. Convocó a sus nobles, que les expuso que como rey de los galos tenían la opción de matarle allí mismo, o entregarse a César. Los nobles no quisieron matarle, por lo que el rey de los galos optó entregarse a César con la condición de que perdonara a su pueblo, pues el suicidio no era tradición de los galos, como lo había sido el de los hispanos sitiados en Numancia, por ejemplo, antes de rendirse y exponerse a ser rebajados como esclavos. El rey de los galos consideró que su pueblo debía de sobrevivir para poder alcanzar la independencia y liberación algún día. Vercingetorix procedió enviarle mensajeros a César para negociar su rendición.
La respuesta de César fue que se levantaría una gran trinchera en un lugar señalado del anillo interior romano, donde en primer lugar todo lo que quedaba de los 80000 soldados y 10000 jinetes de Vercingetorix, llevarían allí todas sus armas y armaduras, para arrojarlas ahí en aquel gigantesco hoyo, y se pondrían a un lado para recibir un poco de alimento y de paso organizarlos para enviarlos al mercado de esclavos de Marsella, reservándose las mujeres galas más hermosas para regalárselas como esclavas a sus mejores legionarios, y con cuyo botín obtenido del mercado de esclavos, repartir importantes primas en recompensa a todos sus legionarios, que el procónsul de Roma preveía que iba a necesitar en el futuro para otras guerras y batallas. A continuación el resto de los civiles de Alesia, y en último lugar lo que quedaba de los nobles y el propio príncipe Vercingetórix, ya último rey de los galos derrotado. Y eso debería de hacerse nada más empezara el alba. Se hizo construir un estrado de poco más de medio metro de alto, donde recibiría la rendición de Vercingetorix, y como Roma aceptaba la rendición, oficialmente le recibiría con la toga consular, símbolo de su imperium, en vez de con su armadura de oro guerrera. El rey de los galos fue el último en salir de Alesia, y ataviado con sus mejores galas guerreras, se acercó al estrado curul de César, bajó de su caballo, empezó a quitarse su corona, sus armaduras y sus armas, y las arrojó al suelo, diciendo con ademán orgulloso: “Me has vencido, César, pido clemencia para mi pueblo”. “La tendrás, príncipe Vercingetorix”, le respondió César. Acto seguido un funcionario romano se acercó al rey de los galos, para que firmara el documento de la rendición, y hecho esto, los generales que estaban a ambos lados del estrado, y los legionarios de atrás y desde el resto de la muralla del anillo romano, lanzaron vítores y vivas a César, por lo que consideraban el fin de la guerra de las Galias. El rey de los galos empezó a arrodillarse al suelo ante el vencedor, en señal de sumisión, y César se levantó de su silla curul para acercarse y ofreciendo su brazo al humillado rey galo para ayudarle a levantarse. Has luchado como has podido, y eso te honra, espero que esta vez hayas aprendido que no es nada bueno desafiar a Roma –le dijo César-
Se le comunicó que inmediatamente se le llevaría prisionero a Roma, con buen trato y en buenas condiciones alojado como rehén, para estar disponible en el día del desfile triunfal, que no era otra cosa que mostrar al pueblo romano lo poderoso es invencible que son sus legiones y los hombres que lo mandan. Y que después del desfile se le daría una muerte limpia y rápida en el Tullianum, un pequeño edificio para el ritual de la ejecución, pues en Roma no existían las cárceles. La Galia ya no volvería a rebelarse nunca más contra el Imperio Romano, y automáticamente pasaba a ser una provincia más del mismo. Para esperar a celebrarse esa marcha triunfal donde desfilaría como preso el príncipe Vercintegorix, tuvieron que pasar 6 años siguientes en los que Cayo Julio César todavía tendría que librar más guerras, antes de hacerse con el poder absoluto de todo el Imperio Romano. Pero en aquel día del desfile triunfal, los legionarios testimonios de Alesia que desfilaron, cantaron por el paso:
“Aquí volvemos con el calvo putañero.
Guardad las mujeres, romanos, tened cuidado.
En las Galias ganamos esclavos y dinero,
Los tributos en putas gálicas se han gastado”.
Varios siglos más tarde, en 1865 el emperador francés Napoleón III hizo erigir por un tal Mollet una gran escultura del príncipe Vercingetórix en la cumbre del monte Auxois (donde se supone que estuvo la gran fortaleza gala de Alesia), a 418 metros por encima del nivel del mar, con la inscripción sacada de los mismos “Comentarios de la Guerra de las Galias” que curiosamente escribió el propio Julio César: “La Gaule unie, formand une seule nation ancienne d’un même esprit, peut défier l’Universt!”, y que de alguna manera venía a reflejar o simbolizar el sentido de la guerra de la independencia del pueblo galo (o sea, el actual pueblo francés).
Para ilustrar más ese artículo, os dejo con algunos trozos de película sobre la famosa batalla, tal como lo vieron los distintos directores de cine que la rodaron, así como documentalistas en formato video, que he encontrado en el You Tube, aunque desgraciadamente no lo he encontrado todo en español:
La batalla de Alesia de la película “Julio César”: http://www.youtube.com/watch?v=zMY-BxrCRX4&feature=related
Resumen de la serie “Roma” , con interesantes escenas de luchas militares romanas en los campos de batalla: http://www.youtube.com/watch?v=ABlZ9bRsqbE&NR=1
Escena de la serie “Roma”, donde se recrean la lucha de los legionarios en Alesia, en combate a campo abierto:
http://www.youtube.com/watch?v=x5-pUxfmr8s
La batalla de Alesia, en la película “Druidas”: http://www.youtube.com/watch?v=BjlHQmrRPfM&feature=related
Breve explicación de la conquista de las Galias y de la batalla de Alesia: http://www.youtube.com/watch?gl=ES&hl=es&v=Y8hThVdCLpg
Corría aproximadamente el año -52 antes de J.C., cuando el príncipe galo de los arvenios Vercingetórix había sido nombrado Rey de la Galia en una junta general de jefes de tribus galas, para expulsar al invasor romano, y entre ellos habían acordado reunir un gran ejercito con la que hacer frente a las huestes del Procónsul de Roma en la Galia Cayo Julio César, que aunque con un ejercito menor en comparación a todos los que reunieron los galos, tenía la superioridad tecnológica y un mayor conocimiento del arte de la guerra, fruto y experiencia de muchos años de guerras por parte de Roma, tanto civiles como exteriores. Y aunque en aquel momento previo habían tenido una batalla de caballería de 9 mil jinetes romanos, mandados especialmente por Tito Labieno, contra 30 mil de la coalición de galos, esos últimos no pudieron contra el romano, aunque se esperaban reunir un gran ejército en la fortaleza más cercana a aquella batalla: Alesia, donde el jefe galo Vercingetórix tomaría posiciones y fortificaría, junto a sus 80,000 soldados y el resto de sus 12.000 jinetes de caballería, esperando que se unieran el resto de los galos, que juntos formarían un gran ejército de aproximadamente medio millón de hombres. Era en septiembre de -52 antes de J.C. y se tardaría unos pocas semanas en reunir a todo ese ejército proveniente de todos los rincones de la Galia, y las provisiones que llevaban encima eran de unos 20 días, aunque se pensaron que en Alesia no les podrían sitiar como había ocurrido en Avárico, pues en aquel lugar apenas había terreno llano con que rodearla, era demasiado grande y estaba lo suficientemente alta y protegida como para que la sitiasen, con altas colinas a sus alrededor y pasando dos ríos casi paralelos entre sí. En definitiva, el sitio ideal para refugiarse de los romanos, mientras esperaban a que se le uniera el resto del ejercito de la coalición gala, aparte de que aquello era una grandiosa ciudadela-fortaleza completamente amurallada. Era la capital de la tribu gala de los mandubios,y lógicamente en ella habitaban mujeres, viejos y niños, puesto que los jóvenes estaban todos alistados para la guerra. En ese lugar se refugiaron los galos, perseguidos a distancia por las legiones de César, que en previsión a un posible ataque frontal por parte de cientos de miles de galos desde cualquier lado inesperado, las tropas del procónsul se movían en la táctica de la serpiente, una forma de marcha militar en filas estrechas, que en caso de ser atacadas, la columna formaba rápidamente unas alas-pinzas con los que rodear al ejército galo, en un terreno habitualmente llano como era el macizo central francés, o dado el caso formar unidades de tortuga-falange con las que avanzar y resistir.
El imperator Cayo Julio César fue informado por sus espías de las pretensiones de los galos, por lo que debía de darse prisa para que no se unieran y derrotara al ejército romano con su clara y abrumadora superioridad numérica. De modo que a César, en vez de construir el típico campamento romano fortificado y disponerse a atacar una fortaleza que se las tenía claramente por inexpugnable, se le ocurrió circunvalar todo el perímetro de Alesia, formando como una corona, donde el interior era campamento y el exterior para rodear la fortaleza de Alesia por un lado, y por el otro impedir que cualquier ejercito galo se uniera a sus aliados de Alesia. Los bosques de alrededores eran abundantes en troncos y maderas, lo que fue una ventaja para César con las que obtener materia prima para fortificar todo el anillo romano, y debía hacerlo a toda prisa, pues no tardarían días en aparecer los ejércitos galos que debían de unirse a Vercingetórix en Alesia. El plan era emplear a todos los disciplinados legionarios romanos a cavar, cortar troncos, extraer piedras, y circunvalar todo el anillo romano que rodeaba Alesia para rendirla de hambre, ya que la fortaleza gala no tardaría en estar escasa de provisiones para mantener y alimentar al gigantesco ejército de Vercingetórix que se había refugiado allí. Esa gran muralla romana que formaba toda una gigantesca corona con torres de tres pisos cada 25 metros, por los dos lados se había hecho construir un par de grandes fosos, el más lejos de la muralla de unos cinco metros de ancho por unos dos y medio de profundidad, totalmente lleno de agua procedente de los dos ríos que pasaban de costado por Alesia, y el otro foso adyacente a la muralla de unos cinco metros de ancho por otros dos metros y medio de profundidad, pero en forma de V, para que nadie pudiera tocar el fondo. De ese modo se complicaba que nadie pudiera acercarse a la muralla-corona romana. Y se tuvieron que poner a trabajar a toda prisa con picos, palas, carretillas, cavando, cavando y cavando, con increíble esfuerzo sobrehumano, participando de esas tareas el propio Julio César, que sólo se distinguía de los demás por el sencillo pequeño lazo rojo atado a su coraza, símbolo de su imperium, y el resto de sus legados, duro ejercicio más propio de esclavos, que además mantenía al curtido ejercito romano en muy buena forma física para la batalla. Se dice que se tardó la increíble velocidad de unos 13 días en completarla por parte de las legiones y dicha corona en la parte que rodeaba a Alesia media unos 18 kms, toda una locura en la estrategia militar romana, como nunca se había hecho hasta ahora., aparte de las trincheras, fosos con trampas de hierros puntiagudos y demás estacas clavadas varios pasos a pie de muralla que formaron más allá de la corona y los dos fosos que reforzaban su protección. Y eso de que desde Alesia los galos enviaban escaramuzas de su numerosa caballería para entorpecer la obras de fortificación de los romanos. Fue entonces cuando tomaba forma la improvisada muralla de piedra y madera, que los galos se dieron cuenta de que estaban atrapados ahí, y que su única esperanza era que el grueso del resto del ejercito galo consiguiera romper aquel anillo romano especialmente inexpugnable, y entrar a socorrerlos. Por si fuera poco, más allá de los fosos y las trincheras, César hizo excavar numerosos otros pozos extras para poner trampas cubiertas de ramas afiladas y de troncos con hierros clavados que daban la forma de púas, y cubiertos por hierbas y hojas. Ante una protección de esa magnitud, los galos desistieron de seguir enviando la caballería para estorbar los trabajos, ya que era completamente suicida a medida que los romanos avanzaban en sus trabajos.
Terminada esa primera parte de la muralla circunvalante, César hizo hacer lo mismo en el otro lado exterior de la corona romana, que en este caso la longitud era de unos 23 kms. más largo, para contener el seguro ataque exterior, muchísimo más numeroso. Para esa muralla exterior, la complementó, además, con la construcción de altas atalayas de piedras cada 300 metros, junto con campamentos improvisados de caballería cada pocos centenares de metros. Aunque muy perfeccionada, no es que fuera una técnica nueva, ya se había utilizado contra Aníbal en Capua, y Escipión Emiliano la usó dos veces en Numancia y en Cartago. La idea era ahogar al ejército de Vercingetorix de unos 80000 infantes y 12000 jinetes que se refugiaban en Alesia, y al mismo tiempo contener a poco más del cuarto de millón del resto del ejército de la coalición gala que acudiría a rescatar al nuevo rey de los galos Vercingetórix desde el exterior del anillo romano recién montado en Alesia, y con la clara intención por parte del imperator Julio César de que las bajas de los legionarios romanos, que tanto trabajo y empeño habían puesto en hacer la gigantesca fortificación, fueran lo mínimo posible, a pesar de ser inferiores en número, de menos de sesenta mil hombres en total.
La tardanza del ejército exterior, la comida que empezaba a escasear, y que hacia días que se tomaba a raciones a la mitad, empezaba a poner nerviosos a los galos sitiados, que tomaron en consideración que para poder sobrevivir debían de hacer un ataque frontal, confiando en su todavía superioridad numérica, aunque fuera un ataque que los primeros tendrían muchísimas bajas, antes de romper alguna brecha en algún punto del anillo romano. Se trataba de usar todas sus fuerzas, y que por lo menos cayeran luchando. Pero a medida que pasaban los días, la cosa se ponía seriamente preocupante, por lo que el rey de los galos Vercingetórix reunió a sus nobles para exponerles el problema: el ejército exterior llevaba retraso, y la comida cada día estaba más escasa, por lo que decidió lo que ya habían hecho los galos en tiempos pretéritos en ocasión de un ataque con los germanos: abandonar a sus mujeres, niños y viejos, y dejar a salvo a los guerreros, para tener menos bocas que alimentar y de ese modo poder resistir y esperar el socorro del ejército exterior. El consejo de nobles presidido por Vercingetórix, con grandes pesares, decidió abandonar a todo aquel que no fuera guerrero, a las afueras de la muralla de Alesia, y merced a la suerte de los romanos, que esperaban que se apiadasen de ellos, o que por lo menos los capturasen para venderlos como esclavos. Pero por orden de César los romanos los ignoraron completamente, y luego esas mujeres, ancianos y niños, presos del hambre y el abandono, empezaban a lanzar espantosos gritos y súplicas de piedad a los romanos y a los guerreros de su propio pueblo que estaban dentro de Alesia. Se supo del caso de un centurión que se había dejado llevar por sentimientos compasivos e intentó apoderarse de una hermosa joven poniéndola bajo su protección, con lo que enterado el procónsul, ya que contaba con una eficaz red de espías por todas partes, ordenó que lo azotaran y lo degradaran a la categoría de legionario raso que cuida las mulas de los pretechos, y a la joven bellísima gala, la hizo azotar igualmente, obligándola a que volviera con el resto de su gente para que continuara muriéndose de hambre. Pero los guerreros galos no podían ceder, aunque se tratasen de las suplicas de sus propio pueblo, de sus propias mujeres, hijos y ancianos padres, por lo que rogaban encarecidamente a sus dioses que llegara pronto ya el ejército galo de salvación. Y sus plegarias fueron escuchadas: al día siguiente ya estaban delante del anillo romano el ejército galo exterior de un cuarto de millón de hombres, y de nuevo se abrieron las puertas de la fortaleza de Alesia, para que entraran los hambrientos niños, mujeres y ancianos adentro, con los no menos hambrientos guerreros de Vercingetórix que aguantaban como podían. Por su parte, aunque en menor escala, el ejército romano también empezaba a tener problemas de provisión de vivires, y tuvieron que poner sus rancho a ración reducida., pero se agradeció que apareciera el ejército galo porque eso significaba entrar pronto en combate, ganar la batalla y proveirse de nuevo de alimentos procedentes del ejercito galo que ya se encontraba a las puertas del anillo romano.
Sucedieron los ataques del ejercito galo exterior, que no conseguían atravesar las líneas de defensa romanas, y a pesar de ellos, la caballería romana, conocedora del terreno donde no habían las trampas camufladas, les hacia frente, tras rechazar un buen número de ataques galos, y volver grupas al refugio interior de la corona romana amurallada. También los intentos de Vercingetorix, cuando se oían los clamores de la batalla exterior, de atacar desde el interior del anillo romano, fueron vanos e imposibles de atravesar tanta trampa, trinchera, fosos y la propia muralla del anillo romano. Aquello aparentemente era un suicidio, una inútil guerra de desgaste en la que los galos se llevaban la peor parte. Con tan sólo unos 60000 legionarios, y unos aproximadamente 40 kms de murallas, se debía de estar alerta por todos los lados, al mismo tiempo que concentrar las tropas en los puntos de ataque galos muy superiores en número, por lo que en aquellos días de batallas la actividad dentro del anillo romano tubo que ser muy frenética y sin apenas descanso, con César cabalgando a toda prisa de un lado para otro recibiendo informes de sus legados y centuriones y dando las ordenes que consideraba las adecuadas a cada momento a sus subordinados, según se pusiera la cosa en cada punto de la batalla, puesto que aparte de las eficaces defensas levantadas, los galos también llevaban consigo artillería que podría abrir alguna brecha por el anillo romano, aún a costa de perder miles de hombres sorteando trampas, trincheras e improvisando puentes y rampas para atravesar los fosos, en medio de todo un campo sembrado de lanzas puntiagudas que dificultaban enormemente su paso.
La suerte de la batalla dependía de un intento desesperado de los galos de atacar en gran escala por aquella parte baja de la llanura que era rocosa y que apenas habían trampas, trincheras y fosos, cuando todavía eran superiores en número, tanto desde el exterior del anillo, concentrados en la misma tangente, como desde el interior por parte de las angustiadas tropas de Vercingetórix. Y lo intentaron, cayendo en un solo día docenas de miles de guerreros galos, y acudiendo como torrentes hacia el punto de ataque, el resto de las tropas de reserva del interior del anillo romano. Apenas los galos alcanzaron las murallas ya usando garfios y escaleras, la infantería romana los acribillaba con sus pilas, al tiempo que los refuerzos los empujaban nuevamente hacia fuera de la corona romana propiamente dicha, donde se había conseguido abrir una brecha. Vano esfuerzo desesperado e inútil, que ya se había cobrado docenas de miles de vidas ganas, e hizo que Vercingetorix se batiera en retirada, de nuevo hacia la hambrienta Alesia. Por el otro lado, los romanos salieron del anillo exterior para perseguir sin cuartel ni piedad al resto del ejército galo, matando a todos los que pudieron hasta quedar exhaustos y capturando todas las provisiones que traían consigo. Los romanos, a pesar de ser inferiores en número, ya tenían la moral de victoria más alta que nunca, he inmediatamente repararon de nuevo las brechas del anillo romano producidas por el ataque, a pesar del enorme hedor de los cadáveres de los empalados en las trampas y trincheras, que ya empezaba a notarse.
El rey galo se dio cuenta de la inutilidad de la lucha, y de lo hambriento que estaba todo su pueblo encerrado en Alesia, ya presto a morir de hambre, y estuvo meditando sobre rendirse. Convocó a sus nobles, que les expuso que como rey de los galos tenían la opción de matarle allí mismo, o entregarse a César. Los nobles no quisieron matarle, por lo que el rey de los galos optó entregarse a César con la condición de que perdonara a su pueblo, pues el suicidio no era tradición de los galos, como lo había sido el de los hispanos sitiados en Numancia, por ejemplo, antes de rendirse y exponerse a ser rebajados como esclavos. El rey de los galos consideró que su pueblo debía de sobrevivir para poder alcanzar la independencia y liberación algún día. Vercingetorix procedió enviarle mensajeros a César para negociar su rendición.
La respuesta de César fue que se levantaría una gran trinchera en un lugar señalado del anillo interior romano, donde en primer lugar todo lo que quedaba de los 80000 soldados y 10000 jinetes de Vercingetorix, llevarían allí todas sus armas y armaduras, para arrojarlas ahí en aquel gigantesco hoyo, y se pondrían a un lado para recibir un poco de alimento y de paso organizarlos para enviarlos al mercado de esclavos de Marsella, reservándose las mujeres galas más hermosas para regalárselas como esclavas a sus mejores legionarios, y con cuyo botín obtenido del mercado de esclavos, repartir importantes primas en recompensa a todos sus legionarios, que el procónsul de Roma preveía que iba a necesitar en el futuro para otras guerras y batallas. A continuación el resto de los civiles de Alesia, y en último lugar lo que quedaba de los nobles y el propio príncipe Vercingetórix, ya último rey de los galos derrotado. Y eso debería de hacerse nada más empezara el alba. Se hizo construir un estrado de poco más de medio metro de alto, donde recibiría la rendición de Vercingetorix, y como Roma aceptaba la rendición, oficialmente le recibiría con la toga consular, símbolo de su imperium, en vez de con su armadura de oro guerrera. El rey de los galos fue el último en salir de Alesia, y ataviado con sus mejores galas guerreras, se acercó al estrado curul de César, bajó de su caballo, empezó a quitarse su corona, sus armaduras y sus armas, y las arrojó al suelo, diciendo con ademán orgulloso: “Me has vencido, César, pido clemencia para mi pueblo”. “La tendrás, príncipe Vercingetorix”, le respondió César. Acto seguido un funcionario romano se acercó al rey de los galos, para que firmara el documento de la rendición, y hecho esto, los generales que estaban a ambos lados del estrado, y los legionarios de atrás y desde el resto de la muralla del anillo romano, lanzaron vítores y vivas a César, por lo que consideraban el fin de la guerra de las Galias. El rey de los galos empezó a arrodillarse al suelo ante el vencedor, en señal de sumisión, y César se levantó de su silla curul para acercarse y ofreciendo su brazo al humillado rey galo para ayudarle a levantarse. Has luchado como has podido, y eso te honra, espero que esta vez hayas aprendido que no es nada bueno desafiar a Roma –le dijo César-
Se le comunicó que inmediatamente se le llevaría prisionero a Roma, con buen trato y en buenas condiciones alojado como rehén, para estar disponible en el día del desfile triunfal, que no era otra cosa que mostrar al pueblo romano lo poderoso es invencible que son sus legiones y los hombres que lo mandan. Y que después del desfile se le daría una muerte limpia y rápida en el Tullianum, un pequeño edificio para el ritual de la ejecución, pues en Roma no existían las cárceles. La Galia ya no volvería a rebelarse nunca más contra el Imperio Romano, y automáticamente pasaba a ser una provincia más del mismo. Para esperar a celebrarse esa marcha triunfal donde desfilaría como preso el príncipe Vercintegorix, tuvieron que pasar 6 años siguientes en los que Cayo Julio César todavía tendría que librar más guerras, antes de hacerse con el poder absoluto de todo el Imperio Romano. Pero en aquel día del desfile triunfal, los legionarios testimonios de Alesia que desfilaron, cantaron por el paso:
“Aquí volvemos con el calvo putañero.
Guardad las mujeres, romanos, tened cuidado.
En las Galias ganamos esclavos y dinero,
Los tributos en putas gálicas se han gastado”.
Varios siglos más tarde, en 1865 el emperador francés Napoleón III hizo erigir por un tal Mollet una gran escultura del príncipe Vercingetórix en la cumbre del monte Auxois (donde se supone que estuvo la gran fortaleza gala de Alesia), a 418 metros por encima del nivel del mar, con la inscripción sacada de los mismos “Comentarios de la Guerra de las Galias” que curiosamente escribió el propio Julio César: “La Gaule unie, formand une seule nation ancienne d’un même esprit, peut défier l’Universt!”, y que de alguna manera venía a reflejar o simbolizar el sentido de la guerra de la independencia del pueblo galo (o sea, el actual pueblo francés).
Para ilustrar más ese artículo, os dejo con algunos trozos de película sobre la famosa batalla, tal como lo vieron los distintos directores de cine que la rodaron, así como documentalistas en formato video, que he encontrado en el You Tube, aunque desgraciadamente no lo he encontrado todo en español:
La batalla de Alesia de la película “Julio César”: http://www.youtube.com/watch?v=zMY-BxrCRX4&feature=related
Resumen de la serie “Roma” , con interesantes escenas de luchas militares romanas en los campos de batalla: http://www.youtube.com/watch?v=ABlZ9bRsqbE&NR=1
Escena de la serie “Roma”, donde se recrean la lucha de los legionarios en Alesia, en combate a campo abierto:
http://www.youtube.com/watch?v=x5-pUxfmr8s
La batalla de Alesia, en la película “Druidas”: http://www.youtube.com/watch?v=BjlHQmrRPfM&feature=related
Breve explicación de la conquista de las Galias y de la batalla de Alesia: http://www.youtube.com/watch?gl=ES&hl=es&v=Y8hThVdCLpg
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