viernes, 2 de julio de 2010

LA EDUCACION, HERENCIA DEL PATER FAMILIAS




Un viejo proverbio dice que para un hijo su padre es como un dios. Y es obvio que la mejor manera de educar son los ejemplos de los padres, pues los hijos aparentemente imitan lo que ven. Pero no educarlos correctamente, a la larga terminan por pagarlos los mismos padres y la sociedad,...y por eso tenemos la gran repetida crisis de valores. Por eso las personas inteligentes, y que deseen lo mejor para sus hijos, tienen el deber moral de instruirlas correctamente y darles buen ejemplo, así como prevenirles de malas compañias , de conceptos erróneos, y de malas maneras, porque básicamente los menores ven e imitan lo que ven de los mayores y de los que tienen de cerca más al abasto. Tenemos que educarlos en adquirir virtudes y corregir defectos. En parte, a la larga, los hijos acaban siendo reflejo y muestra de los padres que tienen.

Hijos desobedientes, respondones y faltos al respeto con sus padres. Alumnos que chantajean tanto emocional como violentamente a los maestros. Crucificos que se retiran de las escuelas, al mismo tiempo que se consienten alumnas con el pañuelo cubriendoles todo la cabeza, y con vestimenta que cubre resto de demás partes del cuerpo, cuando no se consiente a los otros llevar una medalla con una cruz, un Cristo, o una Virgen Maria. Pereza y falta de esfuerzo en todos los aspectos, etc. etc..Ausencia del sentido del esfuerzo y de la superación,….y muchísimos otros complejos problemas de más.


Creo que algo hemos heredado del legado romano, en cuanto se refiere a la figura del “paterfamilias”, ya que hasta ahora la sociedad había evolucionado en un patriarcado en la que la autoridad era exclusiva del hombre, considerado socialmente como el jefe de familia, hasta fecha muy reciente, donde poco a poco se han ido imponiendo la igualdad de los sexos. Para entender mejor esto, debo de explicar que en la Antigua Roma el paterfamilias era el responsable de su hogar. Su palabra era ley; no se le podía reprochar nada de lo que hacía; podía hacer y decir lo que quisiera dentro de su casa. No había ley del Senado y del pueblo de Roma que mermara su absoluta autoridad sobre su hogar y su familia, pues Roma había estructurado sus leyes para garantizar que la familia romana estuviera por encima de cualquier ley salvo la del paterfamilias. Si la esposa cometía adulterio, el marido podía matarla o hacer que la maten. Si consideraba que su hijo era convicto de torpeza moral o de cobardía, o de alguna clase de indecencia social, podía matarlo o hacer que lo mataran. Si alguien de su hogar, esposa, hijos e hijas, madre o criados, transgredia los límites de lo que el paterfamilias consideraba conducta decente, podría matarlo o hacer que lo matasen. Tal era la absoluta autoridad y poder del paterfamilias dentro de la familia romana. Eso, hoy en día, ya es algo que aparentemente ha quedado en olvido.

Entonces ante la actual falta de valores, en la que abundan las familias rotas y la falta de instrucción educativa entre muchísimos de nuestros jóvenes, cabe preguntarse si se hace preciso de alguna manera volver a los valores antiguos, a esas raices que anteceden desde la época de los antiguos. Como decía Albert Einstein: “La única manera de educar es dando un ejemplo, a veces un ejemplo espantoso”. ¿Quizás será cierto aquello de que “la letra con sangre entra”?, o aquel conocido proverbio chino de “Si a un hombre le das un pescado, le resuelves el problema de un día; pero si le enseñas a pescar, le resuelves el de toda su vida”. ¿Qué está fallando en el sistema educativo actual, qué impedimientos encuentra, aparte de los que algunos ya sabemos?, ¿no hemos aprendido algo de los valores del pasado?, ¿se pueden incorporar de alguna manera a los valores presentes y para el futuro?



Os adjunto ese par de videos sobre cómo muchísimas veces educamos mal a los hijos, tanto cuando estamos y compartimos con los hijos, como teniendo maestros inadecuados. El debate sobre la educación está servido, sobretodo referente a cómo hemos de hacer las personas del mañana, que de alguna manera tengan la preparación suficiente como para hacer una sociedad mejor y más justa.






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